miércoles, 7 de abril de 2021

EL SUJETO EN LA BIOLOGÍA. EL SER VIVIENTE Y LA CUALIDAD DE SUJETO

EL SUJETO EN LA BIOLOGÍA. EL SER VIVIENTE Y LA  CUALIDAD DE SUJETO  

Introducción 

Todo nos invita a abandonar de una vez la visión de una  naturaleza no humana y de un hombre no natural. S. MOSCOVICI.  El problema del conocimiento de la naturaleza no se puede  disociar del de la naturaleza del conocimiento. E. MORIN.  Otros seres también tienen derecho a decir Yo. LEIBNIZ.  La sustancia viviente es el ser que en verdad es el sujeto. HEGEL.  Donde estaba Ello. Ahí debo llegar. FREUD.  El ser viviente es en parte una fábrica química, en parte una  máquina calculadora, en parte un alma pensante... Estas  representaciones se completan, pero ninguna agota al sujeto.  

L. BRILLOUIN

  1. El carácter hologramático de la realidad y del conocimiento, al que tantas veces  en su obra se refiere Morin y que con tanta eficacia deja mostrado, nos permitiría  hablando en general, comenzar nuestro estudio del sujeto por cualquier parte de la obra  moriniana; de alguna manera se puede decir que casi en cualquier página de nuestro  autor está su obra. Obra que en todo caso no podrá ser leída de un modo lineal,  acumulativo o simplemente aditivo, sino más bien al contrario: en esa lectura será  preciso ir y venir, retornar muchas veces, volver a ver, si bien desde distintas alturas y  ángulos en cada ocasión.  

  2. No obstante lo dicho, para esta parte en la que tratamos de investigar en qué  sentido cabe hablar de sujeto en biología, cómo aparece éste y cuál puede ser su  significado y alcance, considero que la obra por la que he de empezar es La Méthode II: La vie de la vie (1980). Por supuesto que tienen importancia otras, y a ellas habrá que en  su momento acudir, especialmente Le paradigme perdu: la nature humaine (1973). La vie de la vie es el segundo volumen de los cuatro de que consta hasta el momento el  proyecto moriniano de La Méthode. Este gran proyecto tiene una vocación de síntesis,  por supuesto no cerrada, sino siempre abierta y a la búsqueda, en completa coherencia  con el paradigma moriniano.  

  3. La vie de la vie intenta estudiar la vida, acceder a las complejidades de la  realidad viviente. Veremos que la vida emerge por entero del universo físico y al mismo  tiempo es enteramente original en ese universo e irreductible a él; la complejidad y la  paradoja se hacen presentes en el principio y no nos abandonará ya. De esta obra  manifiesta su autor en el Prefacio de la misma que es “relativamente autónoma”, en  relación a los otros volúmenes de La Méthode, siendo, no obstante, “en su dependencia  respecto del tomo I cómo adquiere su verdadera independencia” (la complejidad y la  paradoja de nuevo, que no la contradicción, el absurdo, o la confusión, como habremos  de tener oportunidad de comprobar). Lo dicho , pues, no significa que debamos ignorar  el tomo I, en que se trata de la physis (la naturaleza de la naturaleza) y se analiza y  justifica la complejidad sistémica (paradigma), como hemos visto en la Introducción.  Más bien al contrario, pues en concreto el paradigma de complejidad es el que se halla  actuante en el desarrollo de todas las cuestiones que se investigan en el tomo II. De  todas maneras cuando nos parezca necesario o conveniente para una mejor  clarificación, justificación, etc., a él recurriremos, como por otra parte hace Morín  mismo precisamente para dar al tomo II la autonomía suficiente que permita una lectura  independiente del mismo.  

  4. En esta primera parte, como ya hemos dicho, nuestra intención es mostrar  cómo la cualidad del sujeto manifiesta el carácter específico de los seres vivos, la vida  de la vida. Esto equivale a conceder valor y alcance científicos al concepto de sujeto.  Trataremos de expresar con fidelidad de qué manera Morin encuentra evidencias  suficientes en los desarrollos recientes de las ciencias de la vida, y de otras ciencias,  para elaborar y formular un concepto biológico de sujeto. Concluimos que, si bien es  verdad que el concepto biológico de sujeto, con toda la complejidad de sus caracteres,  es un producto (conceptual) de nuestro conocimiento humano, es también verdad que  dicho concepto nos permite reconocer el origen de nuestra cualidad de sujeto en esa  estructura biológica que llamamos sujeto y que aparece ya en el unicelular. 

I LA VIDA: ECO-ORGANIZACIÓN Y AUTO-ORGANIZACIÓN  

1. ECOLOGÍA, ECOSISTEMA, ECO-ORGANIZACIÓN  

  1. En La Méthode II: La vie de la vie leemos el siguiente texto, que procede  analizar con cuidado:  

    1. La eco-organización necesita de la auto-organización (que necesita recursivamente  de la eco-organización); el autos aporta al oikos conocimiento, computación,  comunicación, estrategia, reproducción, un frenético querer vivir, y todo esto, vía las  interacciones, irriga la espontaneidad eco-organizadora (1980: 46). 

  2. El término griego oikos designa la casa, el hábitat, y da origen a ecología,  noción que aparece con Haeckel en 1866 para referirse a “un nuevo campo en las  ciencias biológicas: el de las relaciones entre los seres vivos y los medios en que viven”.  La ecología así entendida resultaba de todos modos un concepto pobre por  simplificador, de hecho se irá haciendo más rico y complejo a lo largo del siglo XX  según se vayan produciendo descubrimientos en el campo de la biología.  

  1. En primer lugar el medio o entorno va a ir constituyendo un “mundo” o  “Umwelt” (J. von Vexküll) hecho de la conjunción de un “biotopo” (el medio geofísico)  y una “biocenosis” (el conjunto de las interacciones entre los seres vivos de toda suerte  que pueblan este biotopo): relaciones variadisimas entre los seres vivos y de éstos con el  medio. Pero es la noción de ecosistema (Tansley, 1935) la que, en opinión de Morin,  permite un salto fundamental en la toma de conciencia y una verdadera emergencia  conceptual que “integra y supera las nociones de medio, entorno y Umwelt” (1980: 17).  No se trata ya de una unidad simplemente territorial, sino de una unidad organizadora: 

    1. las interacciones entre vivientes, al conjugarse con los constreñimientos y  posibilidades que proporciona el biotopo físico (y al retroactuar sobre éste) organizan  precisamente al entorno en sistema” (ibíd.). Se trata, pues, de una realidad sistémica/organizacionista, pero que supera los principios de organización  estrictamente físicos: 

    2. En efecto, la eco-organización es una organización a la vez física viviente cuya  originalidad está en su carácter viviente que, por lo demás, retroactúa sobre su  carácter físico (1980: 18). 

  2. Son innumerables las “retroacciones transformadoras” de la biocenosis sobre el  medio físico: los seres vivientes modifican la nebulosidad, el sol, la temperatura, la  composición física del aire; los árboles disminuyen la velocidad y turbulencia del  viento, etc.  

  3. En el texto que citábamos al principio se plantean fundamentalmente dos  asuntos: la espontaneidad eco-organizadora y las interacciones entre eco-organización y  auto-organización. En una lógica de la causalidad simple/unidireccional parecería que lo  coherente sería empezar por la auto-organización como elemento constituyente. Pero  sabemos ya que para un pensamiento sistémico/complejo la “unidad” es “múltiple”, la  “parte” constituyente toma sentido en su relación al “todo” y viceversa, etc., por lo que  privilegiar una dirección sería huir de la complejidad, de la realidad... Comenzamos  nuestro análisis por la eco-organización, por el todo..., pero ello es debido  principalmente a que no cabe empezar por todos los lados a la vez, que es lo que sería  procedente de tener nuestro pensamiento fuerzas para tanto.  

  4. Se trata de comprender la organización de la eco-organización. Morin nos  coloca con toda claridad ante la cuestión o problema fundamental en este punto: cómo  es que la eco-organización es una organización espontánea que surge y perdura siendo  que ella no dispone de un programa propio que constriña, o sea, un Aparato central  computador que regule, gobierne, etc., máxime cuando a su alrededor no hay sino  acciones “egoístas”/egocéntricas y, si no, “ruido”, error, “hormigueo ciego”,  desórdenes, destrucciones y proliferaciones indescriptibles (cfr. 1980: 21). 

  5. Comprobaremos desde luego que el camino/método para aproximarnos a la  comprensión de la eco-organización no puede ser más que el pensamiento  sistémico/complejo. Entenderemos algo más lo que significa complejidad y sistema y, a  la vez, que la eco-organización es un grado superior de complejidad. En este sentido  Morin nos recuerda que los soles nos muestran ya una formidable complejidad  organizacional. En ellos se da y se mantiene una compleja organización espontánea (sin  programas, sin aparatos) “a partir de una increíble furia y locura llameante” (cfr. 1977:  60). Sin embargo, lo que era maravilla en los soles es en la eco-organización asombro  aún mayor porque la “eco-máquina no está constituida solamente por partículas y  átomos, sino por seres vivientes y grupos de extrema diversidad y complejidad  compitiéndose y devorándose entre sí” (1980: 20).  

  6. Efectivamente, ante tales condiciones maravilla que se dé la eco-organización,  y aún más que sea una organización nada frágil ni simple, sino compleja, precisamente  porque “en ella la unidad y la diversidad extremas, el orden y el desorden extremos, la  solidaridad y el antagonismo extremos no coexisten, sino que están unidos por  necesidad” (ibíd.). Comprender la organización de la eco-organización será, en  consecuencia, dilucidar cómo solidaridad/unidad/orden y antagonismo/diversidad/desorden no simplemente coexisten, sino que es necesario que sean relacionados  mutuamente; dilucidar que todo se relaciona, se interrelaciona, se eco-organiza..., y  también que a la vez y paradójicamente las partes diversas siguen siendo partes  (emergen los singulares –al mismo tiempo que la organización–, bien que sin dejar de  ser partes del todo, del ecosistema). Este comprender/dilucidar, no obstante, significará  tan sólo describir: descripción en sentido fuerte, todo lo rigurosa que se quiera/pueda,  pero que no hará –¿felizmente?– que el asombro quede eliminado.  

2. ECO-ORGANIZACIÓN  

La gran complementariedad 

  1. La expresión “la gran complementariedad” es de Morin y he de decir, tras la  sorpresa inicial, que la considero adecuada y acertada: no hay grandilocuencia  injustificada en ella, sino que era necesaria por cuanto la complementariedad de que se habla incluye también los antagonismos, y evita, por otra parte, confundirse con las  complementariedades simples (asociaciones, etc.).  

  2. En la biocenosis operan interrelaciones de muchas clases. A primera vista hay  unas que son claramente complementarias: asociaciones, sociedades, simbiosis,  mutualistas; otras que son concurrentes: competiciones, rivalidades; y otras son  antagonistas: parasitismo, fagías, predaciones (cfr. 1980: 21-25).  

  3. Daré sólo algunas muestras, pues no se trata de sustituir la muy interesante  lectura de las páginas mironianas que acabamos de citar. Entre las asociaciones y  solidaridades no hay por qué olvidar las asociaciones unicelulares de que surgen  organismos vegetales y animales. Están también los agrupamientos sociales de insectos  y vertebrados. Se habla –de forma metafórica pero significativa– de “fitosociología” o  sociología vegetal para referirse al estudio de las asociaciones entre especies según  biotopos. Más internas son las simbiosis: los líquenes son uniones simbióticas de un  hongo y un alga (aquél proporciona a ésta agua, sales minerales y CO2; el alga sintetiza  las sustancias orgánicas necesarias al hongo). El comensalismo es un mutualismo: los  buitres se benefician de las comidas de los leones sin perjudicar a éstos... Relaciones en  bucle en que unos satisfacen las necesidades de otros y que, en expresión de nuestro  autor, “no sólo constituyen islotes de organización en el seno del ecosistema, sino  archipiélagos de eco-organización” (1980: 22).  

  4. Junto a las anteriores relaciones se dan también las concurrencias y los  antagonismos. Los parasitismos causan estragos, sean vegetales (bacterias, hongos...) o  animales (piojos, garrapatas, larvas parasitarias...). Las concurrencias, a veces mortales,  se dan en plantas (las plantas luchan por la luz tapándose unas a otras, las raíces por un  puñado de moléculas, ciertas plantas emiten sustancias inhibidoras de otras plantas...) y  también en animales (entre especies, entre individuos de la especie...). Está la biofagia  en cadena en la que el vegetal es comido por un herbívoro, que es comido por un  carnívoro, etc.  

  5. Es preciso resaltar que lo que superficialmente (o a primera vista) podría  parecer opuesto y contrario (relaciones constructivas/organizativas unas y  destructivas/desorganizadoras las otras), a segunda vista es ambiguo y relativo. Así resulta que antagonismo y complementariedad no se excluyen; por ejemplo, las  interacciones de la cadena trófica (biofagia) son perfectamente complementarias. Las  relaciones animales/plantas vistas en conjunto no son sólo biofagia animal, sino también  “simbiosis generalizada que asegura el circuito oxígeno/gas carbónico de los unos a las  otras” (1980: 23). 

  6. Es la devoración en cadena lo que constituye la cadena alimenticia.  Igualmente en el caso de la depredación: el predador destruye a la presa, pero se  conserva él, e incluso a la presa (de ella viva vive el depredador, y en el caso ideal de  que la especie depredadora viva sólo de una especie de presa, si aquélla crece de modo  que ésta disminuye, esto hará que disminuya aquélla, lo que permitirá que crezca la otra,  es decir, la especie depredada): la depredación produce mediante una causalidad  retroactiva su propia regulación y se convierte en un factor organizacional conservador  de la diversidad/antagonismo, que es factor organizacional... 

  7. La biología nos aporta muchísimos datos en este sentido: el rumiante y las bacterias que viven en  su panza (parasitismo que se convierte en simbiosis), etc. Se contempla incluso la  hipótesis de que ciertos virus introducidos en el ADN de una célula reproductora hayan  sido elementos de mutación/complejización... Antagonismo y complementariedad, por  tanto, han de pensarse de manera sistémica/compleja. No existe entre ambos frontera  neta. De hecho, en palabras de Morin, “cada una de estas nociones contiene a la otra a  título secundario” (1980: 25). 

  8. Ambas son “generadoras de una gran  complementariedad”. Antagonismos y complementariedades, por otra parte, nacen  todos de la misma fuente: “la necesidad existencial del otro” (ibíd.). Esto quiere decir  que la diversidad, que implica de alguna manera existentes/singulares..., se mantiene y  viene exigida por la necesidad organizacional del sistema, no menos que el todo o la  eco-organización. Otra cuestión será fijar el estatuto de esa diversidad, que no podrá ser  en cualquier nivel de que se trate sino complejo.  

El gran Pluribucle  

  1. Hay otra dimensión a tener en cuenta para una mejor comprensión de la eco organización. Me refiero a la integración de la organización de lo viviente en la gran  organización u orden que es el orden cósmico; ella hace que se generen unos órdenes y ciclos generadores a su vez..., todo lo cual “contribuye al gran Pluribucle, que  constituye la eco-organización misma” (1980: 26).  

  2. Morin analiza estos fenómenos al tiempo que muestra el mayor grado de  complejidad organizativa que suponen (cfr. 1980: 25-30). Tenemos la cronobiología. El  sol aporta energía que el mundo viviente (individuos, especies, ecosistemas) va a saber  incorporar a su organización (junto a la dependencia está la autonomía en todo viviente,  al nivel que sea). Pero es más: la rotación de la tierra debida a su relación gravitacional  con el sol hace que las radiaciones de éste varíen dependiendo de latitudes, regiones,  períodos (día/noche y estaciones, principalmente). La cronobiología supuso hace unas  décadas avances importantes en nuestro conocimiento de los “ritmos biológicos”, los  circadianos de periodicidad aproximadamente diaria y otros, comprobados en los  diferentes niveles de los vivientes: unicelulares, pluricelulares, organismos,  poblaciones... (cfr. Queiroz, 1978). Las variaciones de temperatura y luz que se dan de  acuerdo con el “gran reloj geo cósmico” desencadenan, en sintonía con los relojes  biológicos internos del vegetal, su crecimiento, floración, etc. El mundo animal a su vez  se gobierna por la conjugación del gran reloj geo cósmico, los relojes vegetales y los  relojes individuales (actividad sexual, nacimientos, crecimientos, etc.). Morin hace notar  que ese gran “orden relojero” que vamos a llamar natural es el orden, “a la vez real y  mítico”, que regirá también la organización antropo social, permitiendo que la  organización siga complejizando (cfr. 1980: 27).  

  3. Lo que nos interesa resaltar de la cronobiología es la gran complejidad  organizacional que supone que los innumerables micro-relojes vivientes hayan  interiorizado “el gran reloj astro-geofísico” y formen con él “un gran ciclo eco organizador totalmente físico y totalmente biológico, hecho de  conjunción/sincronización de los ciclos geoclimáticos, atmosféricos, biosféricos y de las  miríadas de microciclos individuales...” (1980: 26). Conviene además señalar el hecho  mismo de que “los organismos vegetales y animales poseen capacidad intrínseca para  medir el tiempo y organizarse en función de esta medida” (ibíd.). La vida surgida del  orden cósmico manifiesta así capacidad para transformar dicho orden, concretamente en  orden eco-organizacional. 

  4. Otros fenómenos que nuestro autor estudia son los bucles alimenticios. Ellos  también nos muestran el doble aspecto que nos interesa subrayar: aumento de  complejidad por una parte y capacidad del viviente por otra de incorporar elementos  exteriores a su interior a través del complejo juego de cierre/apertura.  

  5. Tenemos dos grandes ciclos que son: el ciclo hidráulico y el ciclo  O2  CO2. El ciclo hidráulico es físico (del mar a la tierra a través de las nubes, de la  tierra al mar a través de los ríos) y es también biológico (el agua circula incesantemente  del medio físico a los organismos por poros, raíces, bocas, y de los organismos al medio  físico en las transpiraciones y orinas). El otro ciclo es propiamente biológico: las plantas  extraen del dióxido de carbono el oxígeno necesario a los animales aerobios, los cuales  expulsan dióxido de carbono, del que las plantas extraen el oxígeno... Es la  complementariedad básica plantas/animales.  

  6. Estos dos ciclos fundamentales están luego alimentados por la cadena trófica,  que en esquema se podría representar como sigue: energía solar, agua y oxígeno... y  microorganismos estimulantes en cada una de sus etapas. Aparte tenemos: los  componentes minerales que van a las plantas, de que se nutren los herbívoros, que  nutren a los carnívoros... y a los hombres, que se descomponen en elementos minerales,  que van a las plantas, etc.  

  7. En todo esto lo que una vez más Morin aporta es el nivel nuevo de complejidad.  No se trata simplemente de ciclos y cadenas..., sino de bucle eco-organizador, o mejor,  de “un gran Pluribucle o Bucle uniplural” (1980: 29). Es el gran Pluribucle que incluye  la organización (organización-de-sí, autoorganización, como veremos), la  reorganización, la desorganización...; en el que se dan miríadas de “mini-bucles inter-retroactivos, cada uno de cuyos momentos juega papeles diferentes/opuestos; en el que  se produce eterno retorno y constante renacimiento (o sea repetición e irreversibilidad,  círculo y espiral...). Pluribucle que se repite innovando, que sobrevive haciendo  permanecer paradójicamente el todo y las partes o los existentes, en un torbellino de  nacimientos/vidas/muertes... “que se entre-destruyen y se entre-engendran mutuamente”  (1980: 30). Nuestro autor aplica el paradigma de complejidad a lo viviente que ilustra y  avala a su vez dicho paradigma, en una espiral siempre activa... 

La eco-desorganización/reorganización permanente 

  1. La desorganización o retroacción positiva implica desviación, destrucción de  formas, devenir, dispersión, crisis/desajustes/accidentes/hybris. Morin nos hace notar  cómo, si bien la cibernética “remitió a los infiernos la retroacción positiva”, desde hace  tiempo fue visto que los feedback positivos son “los grandes creadores de las  diferencias de potenciales”, o sea, la energía del mundo. Las retroacciones positivas  son efectivamente morfogenéticas..., con tal de que se den las retroacciones positivas  inversas, de manera que el efecto destructor de cada una sea anulado; esta anulación (las  retroacciones positivas se anulan permaneciendo) toma forma de retroacción negativa.  Así nacen los torbellinos eólicos, los soles, etc. (cfr. 1977: 217 ss.).  

  2. Ocurre así también en la vida. Morin habla del Súper-Fénix o de un Osiris en desintegración/renacimiento permanente (cfr. 1980: 32). Es un dato fenoménico el  número inaudito de destrucciones, antagonismos que se desencadenan y asolan el  ecosistema. Éste produce sin cesar un “exceso de muerte”: no solamente las muertes  “naturales” por senectud o por nutrir a otros y aquellas otras provocadas por accidentes,  alea, hambre, escasez..., sino también todos los desechos que cada viviente rechaza  como materias degradadas y tóxicas, etc. Un exceso de muerte, de entropía, de  degradación que proviene de un exceso de vida: hybris que debiera conducir el sistema  a la ruina.  

  3. Pero la muerte es mucho más que la muerte, ya que no sólo es  desorganizadora/destructora, sino también nutritiva, regeneradora y, en fin, reguladora:  “La muerte desorganizadora es también reorganizadora” (1980: 31). El bucle eco organizador nos muestra “no sólo que una reorganización permanente responde a las  desorganización permanente, sino sobre todo que el proceso de reorganización se  encuentra en el mismo proceso de desorganización”. (1980: 30). La vida reintroduce en  su ciclo todo lo muerto. Inauditos son los desórdenes, destrucciones, etc., e inauditos  han de ser en consecuencia los factores de orden/construcción para que se dé la eco desorganización/reorganización permanente. El exceso, la hybris... es necesaria. Es  el proceso que recoge la máxima heracliteana tantas veces recordada por nuestro autor:  “Vivir de muerte, morir de vida”; es también el “bucle de los bucles que rige todos los  bucles tróficos: vida muerte “ (1980: 33). 

  4. En este comenzamiento cíclico de la eco-organización es verdad que gana  la vida: “(la vida es) más fuerte que la muerte en la recursividad” (1980: 33). Pero es  verdad también que en la desorganización/destrucción siempre se opera algo  irremediable: hay energía que se dispersa fuera del bucle, y en este sentido gana la  muerte: “la muerte es más fuerte que la vida en la irreversibilidad” (ibíd.). La  conclusión es que nunca se da una situación definitiva/acabada, ni siquiera en la  situación de clímax propio de un ecosistema que se regula por sí mismo y que está en  estado de equilibrio, mejor, de cuasi-equilibrio. Máxime cuando, como Morin previene,  no sólo hay “asesinos eclécticos” del viviente o del ecosistema, tales como el fuego,  sino que los mismos vivientes tienen también su “talón de Aquiles”: un pequeño  patógeno, un veneno infiltrado... Ha de tenerse además presente otra condición: “el  maná energético exterior del sol” (ibíd.) del que el bucle de la vida depende a la postre  para constituirse y perdurar. Por todo ello, en la línea del horizonte de la eco organización se nos acaba apareciendo la ambigüedad y la incertidumbre propias de  la complejidad organizacional, de manera que dependería ya del azar que la muerte y  degradación irremediables/irreversibles pudieran recuperarse algún día

La eco-evolución 

  1. Los ecosistemas no tienen coraza alguna, ni siquiera una membrana que los proteja  contra los perturbadores exteriores. Ello facilita la irrupción perturbadora de elementos  nuevos (nuevas especies, etc., ante una variación climática, por ejemplo). 

  2. Por otra parte, la eco-organización no es tan sólo ni sobre todo “mantener sin  cesar, en condiciones iguales, a través de nacimientos y muertes, el estado estacionario  del clímax ; es ser capaz también de producir o inventar nuevas reorganizaciones”  (1980: 34). No constituye la estabilidad la virtud principal de la eco-organización, sino  la de evolucionar, por lo que la reorganización incluye no sólo restauración sino  también revolución.  

  3. El ecosistema ciertamente tiende al clímax, al estado estacionario/homeostático, pero nuestra tierra vive en el tiempo una muy movida historia física, geológica,  geográfica, climática... “Hay evolución ecosistémica -dice Morin- porque hay a la vez  una historia planetaria irreversible y herida, una extrema sensibilidad de los  ecosistemas, una extrema aptitud para reconstruir estados-clímax” (1980: 35). A través  de clímax sucesivos se ha ido produciendo la evolución, por lo que la evolución no  puede ser sino eco-evolución.  

  4. En coherencia con el paradigma de complejidad sistémica avalado por  evidencias empíricas/fenoménicas, es imprescindible corregir absolutamente el  concepto clásico de (la teoría de la ) evolución. Ésta no puede/debe entenderse de  manera “atomista”, pensando sólo en la mutación genética como principio de  innovación de las especies vegetales y animales, y en éstas alejándose unas de otras en  todas direcciones... No es la selección “natural” de las especies el único principio motor:  

    1. (La concepción atomista de la evolución) no ve que lo “seleccionado” no son  solamente las especies aptas para sobrevivir en tales o cuales condiciones, sino todo  lo que favorece la regulación y la reorganización de los ecosistemas (1980: 36).  

  5. La eco-evolución en su riqueza/diversidad actúa sobre la evolución de las  especies que actúan sobre la eco-evolución.

  6. Lo dicho implica que los dos conceptos clásicos del evolucionismo, selección adaptación, han de ser revisados en el sentido de complejizarlos/ecologizarlos. Uno y  otro usados de manera rígida/racionalizadora/simplificadora “ocultan más de lo que  revelan, desnaturalizan simplificando” (1980: 55). En efecto, “lo que se selecciona es  también seleccionando, todo lo que es seleccionante es también seleccionado” (1980:  54). Por ejemplo, un ecosistema cuanto más complejo/diverso/flexible es más integra  (tolera)/selecciona lo neutro, lo vago, el azar, el desorden. Así que, de este modo, el concepto de selección “se convierte en un macroconcepto complejo, relativo, relacional,  ambiguo, abierto, recursivo, inseparable del bucle conceptual de la  eco-organización sistema” (1980: 54).  

  7. Parecidamente ha de ser complejizado el concepto de adaptación, de manera  que no se entienda como adecuación perfecta de una especie al medio, la cual por cierto  resultaría “inadaptada y fatal” (1980: 48) ante cualquier cambio de las condiciones de  adaptación. El macroconcepto flexibilizado de adaptación comporta, pues, “un complejo  de adaptación/adaptabilidad”, que incluye adaptación-de-sí al medio y/o adaptación-a-sí  del medio, etc.; “comporta aptitud para adaptarse, para adaptar, incluso para adoptar”  (por ejemplo, adoptar otro medio emigrando a él) (cfr. ibíd.).  

  8. Podemos concluir, pues, que se selecciona, además de los individuos y las  especies, las retroacciones, los bucles..., los cuales se convierten en seleccionaste  respecto de los individuos y las especies. “Lo que es ‘seleccionado’ es todo aquello que  puede fortificar una cadena, un ciclo, un circuito, es todo lo que reorganiza” (1980: 36).  Lo que se reorganiza son las reglas (los “constreñimientos”) de reorganización. El  ecosistema se nos muestra una vez más capaz no sólo de responder,  complejamente/espontáneamente, a los cambios exteriores, sino también de  provocarlos/promoverlos.  

La eco-comunicación  

  1. Decíamos más arriba que el ecosistema no tiene programa, no tiene Aparato, ni  mucho menos tiene cerebro. Sin embargo, todo ocurre como si él mismo constituye un  verdadero eco-ser-máquina-cerebro:  

    1. Todo ocurre, en efecto, no como si el ecosistema dispusiera de un cerebro, sino como  si él mismo constituyó en su totalidad un gigantesco eco-ser-máquina-cerebro, cuyo  aspecto cerebral naciera y creciera sin cesar de las interacciones comunicacionales  entre cada uno, todos y nadie, y del que cada ser viviente fuera una efímera neurona  (1980: 39).

  2. Efectivamente cabe concebir el ecosistema como comportando en su seno  “innumerables redes de comunicación” (1980: 37). Ahora bien, si analizamos esta  realidad fenoménica nos encontramos con la complejidad y con la paradoja. Cada red está cerrada sobre sí misma. Parece que su ley fuera la no comunicabilidad entre redes: por  ejemplo, el lenguaje de las abejas, hecho de unas doscientas “palabras”, es ininteligible  para las no-abejas; incluso la abeja india no entiende a la abeja italiana, etc. Sin  embargo, esta es la apariencia, ya que la realidad es que esa aparente incomunicabilidad  va acompañada de una intensa comunicación. El caso de la presa y el predador es bien  expresivo: los dos tienen la doble necesidad de obtener información del otro y de ocultar  información al otro, para escapar a la percepción del predador el primero y para  aproximarse a la presa el segundo. Hay que obtener información del enemigo, hay que  burlarse con enredos, astucias, etc., y hay que reconocer los enredos y astucias del otro.  Es decir que a las solidaridades que facilitan los lenguajes dentro de las respectivas  familias y sociedades, se contraponen los antagonismos a través de los cuales “se  comunican los sistemas no-comunicantes”. A través de estos antagonismos, verdadera  “batalla informacional”, las redes de comunicación, cerradas/tabicadas en principio,  acaban por romper sus clausuras y se comunican.  

  3. De lo dicho no se trata de inferir que exista una eco-organización  comunicacional, porque es “evidente que el ecosistema no emite información con  destino a un ser viviente” (1980: 38). Lo que se producen en el ecosistema son eventos,  regulares/repetitivos unos, como la salida del sol, y aleatorios otros. De modo que es el  ser viviente el que percibe informaciones; es decir, que para él las mil formas, colores,  olores, etc., se convierten en indicios, signos, señales, etc. “El cazador descifra, en las  marcas y rastros, el paso de la presa, la cual olfatea en la atmósfera la aproximación de  su asesino” (ibíd.). Cada ser viviente pone en funcionamiento sus competencias y el  ecosistema funciona por las interacciones entre los vivientes, las cuales “comportan  todas ellas y siempre un aspecto informacional/comunicacional” (1980: 39). La  complejísima red de informaciones se complejiza aun más por el “ruido” omnipresente  y el desorden, que tienen al menos tres fuentes: unos proceden de las añagazas y  astucias entre antagonistas, otros del carácter ambiguo de innumerables eventos, otros de los límites y carencias cognitivas de cada individuo. La ambigüedad, la  incertidumbre, el ruido implican insuficiencia a primera vista, pero acaban siendo  factores de complejidad y de sutileza al plantear a los seres vivientes problemas que  reclaman respuesta.  

  4. La eco-comunicación hay que percibir como una emergencia fruto de la  complejidad organizacional. De este modo tiene fundamento su analogía con el  cerebro: no es que el ecosistema posea un cerebro, sino que todo él actúa como que lo  fuera. El ”ruido”/desorden que lo invade no debilita la analogía, sino que la hace más  fuerte: en Le Paradigme perdu: la nature humaine se atribuye al hombre, como  veremos, un cerebro sapiens-demens, loco y sabio a la vez. Ello no impide percibir  también las diferencias entre el cerebro y el ecosistema, particularmente dos: por una  parte, el ecosistema “no puede hacerse ninguna representación ni ningún pensamiento”  (ibíd.) y, por otra, frente al “cerebro real monolingüe” (un mismo código para todas las  neuronas), la eco-comunicación se teje/desteje permanentemente sobre la base de  códigos múltiples y heterogéneos.  

  5. El ecosistema lo podemos, pues, percibir como el complejo sistema de  innumerables y variadisimos eventos que se convierten en signos y señales para los  distintos seres vivientes, formando miríadas de redes, las cuales acaban a su vez  componiendo una especie de “polirred” que incesantemente se teje/desteje cual tela de  Penélope, con informaciones e instrucciones que emanan de todas partes. De este modo  podemos decir del ecosistema que “constituye una máquina computacional/informacional/comunicacional de carácter policéntrico y acéntrico” (1980: 36). Todo funciona  inteligentemente, sin aparato central ni cerebro. Esto queda descrito como una evidencia  fenoménica, pero no deja de parecerle a nuestro autor una maravilla (cfr. 1980: 39).


3. ECO-ORGANIZACIÓN Y AUTO-ORGANIZACIÓN 

  1. La diversidad es tanto la condición como la consecuencia de las interacciones  y de los bucles organizativos; la diversidad aumenta la complejidad, la cual aumenta la  diversidad... Es la diversidad organizativa compleja la que hace posible por su  policentrismo/acentrismo la espontaneidad eco-organizadora. Diversidad, organización, complejidad, espontaneidad: cuatro términos, tetrálogo de una relación organizacional compleja (cfr. 1980: 40 ss.).  

  2. La eco-organización es “espontánea”, y esto quiere decir que se auto-produce,  se auto-regenera, se auto-regula, de manera extremadamente compleja, y ello sin  necesidad de tolerar un programa genético o aparato central organizador. Mas esto no  significa que se actúe improvisadamente sin referencia a nada. Al contrario: si la  espontaneidad está al principio, también está allí el constreñimiento. En su  complejidad actual, la espontaneidad eco-organizadora supone un sustrato no  espontáneo: la larga historia evolutiva en la que se han constituido las interacciones  complementarias/antagonistas, etc. Este sustrato no espontáneo relativamente a la eco organización se halla en la autoorganización de las especies vivas que, ellas sí, se  componen de seres vivos dotados de genes, de memoria, de conocimiento. Es lo que se  dice en el texto con que encabezamos este capítulo: la eco-organización necesita de la  auto-organización (que necesita recursivamente de la eco-organización); la auto 

  3. La organización aporta “conocimientos, comunicación, computación, estrategia,  reproducción, un frenético querer-vivir, y todo esto, vía las interacciones, irriga la  espontaneidad eco-organizadora”.  

  4. Cada autos mira a sí mismo, es “egoísta”/egocéntrico, pero se torna  “ecológico” al introducirse por necesidad existencial en las “interdependencias e  interretroacciones policéntricas/acéntricas” (ibíd.). Es maravilla que el autor mientras  sigue siendo frenéticamente para-sí se transforme en para-todos, es decir, que las  acciones egoístas/egocéntricas, sin dejar de serlo, se hagan solidarias.  

  5. Enseguida vamos a ver que la auto-organización no se puede definir sino como  auto-eco-organización. Es decir que, a no ser que renunciemos a comprender, no cabe  eliminar la intrínseca relación entre autos y oikos. Veremos que no es posible pensar al ser viviente “como un objeto o, hablando con más propiedad, como un sujeto cerrado”.  Sabemos que la organización-de-sí implica “clausura” al mismo tiempo que “apertura”.  En el caso de los seres vivos, éstos se encuentran al abrirse al entorno, no sólo la energía,  sino la “complejidad organizada” y la coorganización necesarias para su existencia.  

  6. No obstante, los autos tienen algo de irreductible, por lo que junto a la ecología  hará falta una tautología, es decir, un tratamiento de lo irreductible del autor. A ello nos  vamos a dedicar seguidamente.  

  7. Lo que de todos modos nos conviene ahora dejar sentado es que la  comprensión tanto de autos y de oikos como de su relación ha de hacerse sobre una  base organizacional compleja “a la vez de oposición/distinción y de  implicación/interacción, de alteridad y de unidad” (1980: 66). Es decir, que estas  nociones no pueden ser pensadas ni tratadas de modo totalmente independiente la una  de la otra.  

II AUTOORGANIZACIÓN DEL SER VIVIENTE : UNIDUALIDAD GENO FENOMÉNICA Y AUTOS  

1. APROXIMACIÓN A AUTOS 

  1. El término griego autos forma parte como prefijo “auto” de multitud de  palabras compuestas para significar por sí o de sí mismo. Pero Morin nos anuncia que  pretende “transformar este prefijo en noción: el autor” (1980: 108). Autos pretende ser  nada menos “la palabra-esfinge que nos plantea el gran enigma de la vida” (ibíd.). Un  poco más adelante se nos dice también que hay un gran número de otras nociones que es  preciso asociar de manera que los autos se conviertan en “una constelación marco conceptual” (1980: 109).  

  2. Vimos en la Introducción que el pensamiento moriniano concibe el ser físico  como organizador-de-sí, es decir, que los seres físicos producen/mantienen su  existencia autónoma en y por reorganización permanente y regulaciones espontáneas.  Al analizar autos van a aparecer necesariamente estos principios organizativos  generales, pero veremos también que la vida supone una autonomía original”.  

  3. Los autores incluyen los siguientes términos: auto-organización y auto-organización,  auto-producción y auto-reproducción, y auto-referencia. Morin reconoce los avances  que autores como von Neumann (1966), Atlan (1970) y von Foerster (1974) han hecho  sobre estos conceptos, pero denuncia que los mismos no han fraguado y, sobre todo, que  los mismos “se encuentran separados, se comunican poco y mal” (ibíd.). Por eso nos  previene de que hay que evitar cerrar autos en alguno de estos términos (cfr. 1980: 108  ss.).  

  4. Señala en concreto que es preciso concebir en autos a la vez una doble  dimensión: la de la reproducción y la de ser individual. La primera queda provisionalmente bien representada por la expresión latina idem, lo mismo”: la vuelta  a lo mismo a través de los ciclos de reproducción, lo idéntico que define a una especie.  La segunda representa otra expresión latina, ipse, “sí mismo”, que define al  individuo, la identidad, el “sí-mismo” en su sentido reflejo (cfr. 1980: 108). Hemos de  prevenir, no obstante, de toda simplificación rápida: esta distinción que hacemos no  puede quedar limitada a la plana/simplificadora distinción especie-individuo de Linneo,  sino que tendrá incluso que profundizar en la relación de dependencia/independencia  entre autos y oikos.  

2. UNIDUALIDAD GENO-FENOMÉNICA EN EL SER VIVIENTE Y AUTOS 

  1. ¿Lo real es la especie o es el individuo? Lamarck mantenía una actitud en  algún grado aristotélica al defender que lo real es el viviente individual -la sustancia  individual, diría Aristóteles, generalizando a todo ser físico una concepción que en él  tuvo mucho que ver con la biología-, de modo que la especie no es más que una  abstracción (para el de Estagira, sin embargo, la forma, sea género o especie, era la  esencia del individuo, como sabemos). En la concepción lamarckiana, mucho más  nominalista, las clases, órdenes, familias, géneros, etc., son métodos de nuestra  invención. Los únicos “objetos” que hay en la naturaleza son los individuos y ellos son  los que aseguran la reproducción de otros individuos. Sin embargo, otro clásico, Buffon,  defendía lo contrario: las especies son los únicos seres de la naturaleza. La polémica es  vieja, como vemos, y no podemos sin más tacharla de especulativa en sentido  peyorativo, ya que ha tenido la observación naturalista en el origen; otra cosa es que  muchos desarrollos se hayan olvidado del origen y se hayan convertido en estériles por  ello.  

  2. Morin observa cómo la relación conceptual especie/individuo se ha  transformado profundamente desde finales del siglo XIX en adelante debido a los  avances sobre todo de la genética. La paradoja se mantiene, se aumenta incluso, pero su  percepción va a variar sustancialmente. Para nuestro autor se trata de dos nociones “que  las separa un foso lógico” pero que han de ir imprescindiblemente unidas si queremos estudiar/describir la vida. Compara la situación a la que se da en microfísica a partir de  los nuevos descubrimientos: la paradoja onda/corpúsculo, es decir, la ambigüedad  continuidad/discontinuidad al mismo tiempo; o sea : ¡complejidad !, cuando se iba  precisamente buscando “la simplicidad de la materia...” (cfr. 1980: 112).  

  3. Los dos polos del problema -puesto que de dos “polos de referencia  conceptuales” se trata, y no de dos entidades con existencia autónoma, como veremos los denominará Morin en adelante con dos términos griegos: genos y phayon, que  transcribió fenon. Genos significa origen/nacimiento y remite a lo genérico. Fenon significa “lo que aparece” y remite a la existencia fenoménica aquí y ahora (cfr. 1980:  113).  

  4. Desde principios de siglo estaban presentes los términos genotipo y fenotipo (W. Johausen, 1911). El primero se refiere al patrimonio hereditario inscrito en los  genes de un individuo y que se recibe de sus genitores. El fenotipo se refiere a la entidad  compleja resultante de las interacciones entre la herencia (genos) y el medio (oikos): es  la expresión/actualización/inhibición/modificación de los rasgos hereditarios en un  individuo en función de las condiciones/circunstancias por las que haya de pasar la  ontogénesis en un medio dado (cfr. 1980: 112).  

  5. Los descubrimientos de la biología genética que se han sucedido obligan a una  conceptuación, desde luego compleja, de este problema de la unidualidad geno fenoménica (la expresión moriniana unidualidad se justificará en lo que sigue).  También aquí la biología, como a su manera la microfísica, yendo en busca de lo simple  encontró la complejidad y la paradoja.  

  6. Los primeros seres unicelulares tienen una historia prebiótica muy larga (cfr.  1977: 317 ss.) a través de la cual se van asociando, de un modo cada vez más estable y  funcional, nucleótidos por un lado y ácidos aminados por otro (cfr. Eigen, 1971, y  Danchin, 1978). Los primeros son duplicadores y se hacen aptos “para regenerar y  reproducir la asociación, y los segundos, transformables, para asegurar sus intercambios  y su nutrición” (1980: 125). La vida fue el “haz de cualidades emergentes desconocidas  para cada uno de los asociados” (ibíd.).