martes, 11 de julio de 2023

El Manual Práctico De Los Maestros De La Seducción Mario Luna

El Manual Práctico De Los Maestros De La Seducción 

Mario Luna

Te felicito porque creo que hace falta cierto coraje para invertir dinero en un libro como este. En un mundo en que los hombres fanfarronean a menudo sobre su capacidad para atraer al sexo opuesto y ocultan avergonza dos sus fracasos con las mujeres, no es fácil admitir que uno no disfruta del éxito que quisiera en este terreno tan personal. 

Yo mismo conozco a mucha gente con serios problemas para atraer a las personas que les gustan y que son, con todo, incapaces de reconocerlo. A menudo, ni siquiera se lo reconocen a ellos mismos. 

Por ello, no me importa el nivel de éxito que goces ahora mismo con las mujeres. Puede que ya te vaya bien y solo quieras mejorar o profundizar en tu conocimiento. O puede que, como yo en otro tiempo, te consideres un auténtico “caso desesperado”. En cualquiera de los casos, mereces todo mi respeto. 

Sea como fuere, creo que has dado ya un paso importante. Pues, si no me equivoco, acabas de plantearte algo que la mayoría de la gente rara vez se plantea. Acabas de plantearte mejorar. Algo, querido amigo, que siempre ha sido y será digno de admiración. 

Ahora, mi objetivo no es otro que el de acompañarte en este camino de mejora constante que acabas de emprender. Espero que el manual que tienes entre manos te ayude a recorrerlo. Si con él lograrás contribuir a que tu vida resulte más excitante y divertida, me daré por satisfecho. Si, además, sirve para que muchas mujeres se den a sí mismas la oportunidad de conocer a alguien tan especial como tú y de pasar momentos inolvidables junto a ti, me consideraré realmente afortunada. 

Paso, sin más dilación, a ofrecerte mi . El libro que — espero— te permitirá decodificar la clave de esa felicidad que durante tanto tiempo, en mayor o menor medida, se te ha estado resistiendo. 

UN POQUITO DE MI HISTORIA PERSONAL

Antes de entrar a abordar ningún otro tema, me gustaría responder a una pregunta que podrías llegar a plantearte: asdasd asdasd asd asd ¿Qué puede llevar a un hombre a querer consagrar su vida al estudio de la seducción? 

Para contestar a esta legítima pregunta, he decidido compartir contigo un par de historias personales. Creo que en ellas encontrarás una respuesta bastante satisfactoria. 

EL DÍA QUE TOQUÉ FONDO: LA HISTORIA DE MARTA

Por un momento, me sentí casi satisfecho. 

La habitación estaba hecha un desastre. Había velas consumidas, un cenicero volcado, botellas vacías y un montón de cds desparramados por el escritorio. El sol, que empezaba a enseñar los dientes, se colaba por las rendijas de la persiana cerrada. Quedaba poco para que el verano se pusiera a reclamar lo que era suyo. 

Normalmente no fumo, pero la noche anterior había sido una excepción. Decidí que aquel día también iba a serlo, así que saqué un cigarrillo del paquete que había sobre la mesilla, lo encendí y le di una larga calada. 

Con el humo, me invadió una extraña sensación de triunfo. Era como si algo en aquella paz vampírica me hiciera sentir más auténtico, más libre, más especial, más… ¿Me atrevería a decir más hombre? 

En medio de aquel desastre, me costaba identificar qué era. En principio, no parecía haber nada mágico en los condones que salpicaba el cuarto aquí y allá, ni en las prendas de ropa que adornaban el suelo, las sillas o el marco de la ventana. Pero hubiese jurado que había algo en todo aquello que me gustaba. Y, más allá de toda duda, la botella de güisqui a mi derecha y la silueta femenina que yacía a mi izquierda también contribuyen a hacerme sentir importante. 

Por supuesto, siempre podía adoptar una actitud fría y concluir que, sencillamente, una interminable noche de sexo había liberado en mi cerebro suficientes endorfinas como para animar a un elefante. Especialmente tras una mala racha de varios meses, durante la cual no había echado un solo polvo. 

¿Habría, por fin, terminado la mala racha? 

Entonces Marta despertó. Y sus primeras palabras tuvieron el efecto de una sacudida eléctrica, devolviéndome de inmediato a la realidad. Una de la que llevaba huyendo durante años y que quería olvidar a toda costa. 

En un intento desesperado por anular mi conciencia y, con ella, lo que estaba empezando a sentir, apagué el cigarrillo, puse a Marta boca abajo y le bajé las braguitas justo por debajo de las nalgas. Ella aceptó mis maniobras con total sumisión, lo cual no tardó en excitarme de nuevo. Me enfunde un preservativo y empecé a penetrarla. 

Una vez más, había logrado olvidar muchas cosas. Entre ellas, algunos de mis principios. Algo que, siempre que pudiera mantener a la realidad a raya, tampoco importaba demasiado. Y alejar la realidad era, precisamente, un cometido que la lujuria del momento parecía satisfacer bastante bien. 

Pero todo acaba. 

Y aquello también lo hizo. Acababa de eyacular y estaba haciendo un nudo en el preservativo. Tenía una sensación extraña en la boca. —¿Cuáles son tus planes? —preguntó ella. 

—No lo sé —respondí—. Creo que igual me voy de esta ciudad. Aunque no estuviese planeando hacerlo, aquella hubiese sido una buena respuesta igualmente. 

—Bueno —concluyó—. Si pasas por aquí, ya sabes dónde estoy. Aunque a simple vista parecía una chica del montón, Marta se diferenciaba de las demás. No era como las otras treinta que meses antes no habían querido quedar conmigo. 

Marta era otra cosa. 

En ese momento recobró la conciencia de ello. Y las endorfinas de cien mil elefantes no bastarían ya para sustraerme de que... 

—Son ciento veinte euros… —dijo. 

Había pagado por follar. Una vez más. 

Algo que, en condiciones normales, me había jurado no volver a hacer. 

Pero mis condiciones distaban mucho de ser normales. Yo estaba desesperado. Desesperado sexual, emocionalmente. Y lo estaba hasta tal punto que había besado apasionadamente a Marta una y otra vez. Incluso había logrado olvidarme de lo mal que fingía. 

Ahora, en su forma de hablar y de mirarme, no había nada similar al amor o la atracción. Y, aunque intentaba ir de amiga cómplice, sabía que en el fondo me despreciaba. Como despreciaba a la mayoría de sus clientes. Curioso, ¿no? 

Ya desde la primera frase que cruzamos, desde su primera mueca de asco, me había estado preguntando si sería capaz de pagar por su desprecio. Y ahora, mientras yacía a su lado, me percaté de que esta era ya la segunda vez que me demostraba a mí mismo que era más que capaz de hacerlo. 

Por supuesto, ignoraba la oscura causa de la repulsión que causaba en las mujeres que me atraían sexualmente. Pero conocía perfectamente lo que me había llevado a gastarme los ahorros en los gemidos pésimamente fingidos de Marta y otras prostitutas tantas veces: mi baja autoestima. 

Había que reconocerlo. No había nada altruista en mi comportamiento. No tenía nada que ver con un instinto caritativo que me llevase a dejarme el sueldo en las putas más tiradas del país. Nada de eso. 

Tenía que afrontarlo. Aquello lo hacía por desesperación pura y dura. Sencillamente había ido descendiendo hasta los peldaños más bajos de la existencia. Aquellos en los que los seres humanos se debaten entre sus escrúpulos y su deseo de sentirse amados y deseados. 

En otras palabras, había tocado fondo. 

UNA DECISIÓN

No recuerdo si fue en ese preciso instante o en alguno de los días que, a continuación y como espesos nubarrones grises, se fueron sucediendo. Lo que está claro es que en un momento dado mi espontáneo comentario sobre dejar la ciudad debió de transformarse en una decisión auténtica y real. Una decisión que alteraría mi vida para siempre. 

Iba a cambiar mi suerte con las mujeres. O a dejar los mejores años de mi juventud en el intento. 

EL CAMBIO

Algunas semanas después, justo el día de mi cumpleaños, mis pensamientos se agitaban tanto como el barco que me alejaba de mi pasado. Mientras que tras aquel se abría paso por un mar inquieto, rumbo a la isla exótica donde prestaba mis servicios como animador turístico, yo trataba de abrirme paso por una imaginación poblada de miedos y fantasmas. 

Había partido en busca del Dorado, del conocimiento que tanto anhelaba. No tenía ni idea de lo que hacía responder sexualmente a las mujeres, pero sí tenía una cosa clara: si había algo que pudiese ser aprendido al respecto, yo iba a hacerlo.Este fue, pues, el primero de mis numerosos viajes y el inicio de una larga y excitante aventura. Una aventura que me llevaría a adquirir la perspectiva y las ideas que ahora pretendo compartir contigo. 

EL DÍA QUE EMPECÉ A CREER EN LOS AVEN: LA HISTORIA DEL MELLAO 

Estaba a punto de llegar a una conclusión equivocada. 

Había transcurrido ya casi un año desde que decidí consagrar mi vida al progreso en este campo. Por supuesto, había visto ya considerables resultados. Es más, mi vida, mi relación con las mujeres, había cambiado por completo. Pero, al igual que un año atrás había creído tocar fondo, ahora tenía la sensación de haber tocado techo. 

El verano anterior había trabajado como animador turístico en Formen tera y creía haber aprendido todo lo que puede aprenderse sobre cómo atraer al sexo opuesto. Vestía a la última y estaba moreno como un zulú. Había esculpido mi cuerpo, estaba en forma y casi podía decirse que sabía bailar, aun cuando lo hiciera sobre un escenario y delante de cientos de personas. Me depilaba y era adicto a toda clase de potingues que mejorar mi aspecto notablemente. Usaba lentillas, había cultivado una mirada letal y trabajaba sobre una sonrisa devastadora, con unos dientes blancos como las teclas de un piano. 

Por si esto fuera poco, ya no me acordaba del significado de la vergüenza o del miedo al rechazo. 

A diario, trataba con cientos de seres humanos diferentes de múltiples nacionalidades. Bromeaba con ellos, jugaba con ellos, me hacía querer por ellos. Me tomaba confianzas que no me habían dado, hasta el punto de autoinvitarme y sentarme a comer a sus mesas en el restaurante o de tirarles del brazo y arrancarlos de sus plácidas hamacas para que vinieran a jugar conmigo a la petanca o a los dardos. Hablasen el idioma que hablasen, no me cortaba lo más mínimo a la hora de chapurrear, ya fuera en la intimidad del trato personal o a través de un micrófono que podía oír todo el hotel. 

Poco después de la cena, me vestía de payaso y secuestraba a los niños de sus familias. Más tarde, podría estar presentando y dirigiendo un concurso ante un numeroso público, o cantando pésimamente, o interpretando papeles dementes bajo un disfraz estrambótico dentro de coreografías musicales que yo mismo había diseñado. En ocasiones y para ciertos sketches humorísticos, dejaba incluso que todo el recinto me viera en pelotas durante unos segundos. 

Dentro del pequeño universo del hotel, me había convertido en el payaso y en la estrella. Si alguna vez había padecido algún tipo de inhibición ya no quedaba ni rastro de ella. Y, por más que abusara de la confianza de la gente, jamás nadie mostró hacia mí la menor hostilidad. Era el juguete de todos y todos me querían. Sencillamente, era adorable. 

Y, cualquiera que fuese el significado de “ser el rey del mambo”, yo lo estaba viviendo segundo a segundo. Por eso digo que había tocado techo. 

Las TBs habían dejado de parecer seres de otra galaxia. Trataba con ellas de continuo, salía con ellas por las noches y, a menudo, me acostaba con ellas en sus habitaciones o en la arena de la playa. Normalmente, incluso se hacían cargo de mis consumiciones o me pagaban la entrada de los lugares a los que me llevasen. 

LOS MAESTROS ITALIANOS 

El verano anterior, cuando había empezado a trabajar en aquel hotel de Formentera, solo sentí algo similar a lo que debe sentir una planta cuando la arrancan de su parcela de tierra antes de plantarla en otra. 

Me había unido a un equipo de animación compuesto casi exclusivamente de italianos. Como la clientela era italiana en su mayoría, también lo era el equipo de animación. De un equipo de nueve personas, otra chica y yo éramos los únicos no italianos. 

Pues bien, dejando de lado numerosas anécdotas que no vienen al caso, lo que más me descolocó fue el descaro y la desenvoltura con que aquellos italianos parecían manejarse entre las mujeres. Y, más aún, cómo estas parecían responder a sus avances. Por supuesto, aunque entonces no podía saberlo, me encontraba ante un grupo de lo que en el mundo de las Artes Venusianas se conoce por Naturales. Es decir, ante hombres que, de forma inconsciente, sabían a la perfección cómo comunicarse con las mujeres y qué hacer para que las cosas tomarán un cariz sexual. 

Al principio resultó traumático. Por un lado, me dolía ver cómo las TBs se ofrecían completamente a ellos, mientras yo me limitaba a hacer de testigo. Por otro, estaba convencido de que yo jamás podría llegar a echarle el morro que le echaban ellos. Y, aun cuando lo hiciese, jamás lograría obtener la menor reacción positiva por parte de aquellas diosas atractivas. Estaba equivocado. Con respecto a ambas cosas. 

TODOS LO LLEVAMOS DENTRO 

Aún puedo revivir los nervios de la primera vez que probé mi suerte. Había salido con uno de los animadores italianos, únicamente con la idea de hacerle de comodín con una chica que había conocido ese mismo día. 

Con todo, me había puesto dos sencillos objetivos. El primero era no salir con nada raro. El segundo, basarme en lo que hiciera a la hora de actuar. Vamos, inspirarme en él y seguir sus pasos. Y ¿sabes qué? La cosa salió mejor de lo que nunca hubiera podido imaginar. De hecho, fue terriblemente simple. 

Estábamos tomando un refresco en una terraza junto al mar. No recuerdo lo que era, lo único que recuerdo es que pagaban ellas. También recuerdo que, antes de que pudiera darme cuenta, Giuseppe y su Objetivo ya se habían esfumado por completo. En terminología Aven, la había aislado y, al hacerlo, automáticamente también yo lo había hecho. 

Recuerdo que me encontré realmente incómodo, tanto que sentía que estaba a punto de echarlo todo a perder con alguna tontería. Con todo, traté de ser fuerte y de mantenerme fiel a la promesa que me había hecho a mí mismo. Me pregunté qué habría hecho Giuseppe de estar sentado en mi lugar, y decidí actuar de manera acorde. 

—Me apetece relajarme junto al mar… ¿Te vienes? 

Se lo dije en mi italiano rudimentario, pero ella accedió. En realidad, la barrera idiomática no hacía más que ayudarme todo el tiempo. De hecho, recuerdo que en un momento dado nos sentamos sobre unas dunas y que, cuando ella empezó a hablarme sobre su vida en Italia, yo apenas disponía del suficiente material lingüístico para estropearlo. Y, cuando era yo quien le hablaba sobre mí, podía notar que había algo en la ininteligible ambigüedad de mis palabras que definitivamente jugaba en mi favor. Había observado, además, que Giuseppe actuaba como si se encontrara realmente relajado en compañía de las chicas, así que yo trataba de hacer lo mismo. 

En un momento dado, tuve la clara certeza de que Giuseppe no andaba muy lejos de donde nos habíamos sentado. Lo supe porque de repente podía oírlos a él y a su amiga jadeando. Estaba claro además que mi compañera, que estaba sentada en el lado de donde provenían los sonidos, también los podía oír. 

Y ¿qué opciones me quedaban? 

Básicamente, podía ignorar el tema y tratar de seguir manteniendo una conversación civilizada con aquella música de fondo. La idea me parecía un tanto ridícula y grotesca. Algo así como seguir admitiendo mi propia ineptitud con las mujeres, pero esta vez con recochineo. 

La siguiente consistía en reconocer la situación y utilizar aquello como pretexto para alejarla del lugar. El problema es que podía ver con toda claridad a dónde desembocaba dicha opción. O bien ella aprovechaba la ocasión para sugerir que volviéramos a la terraza o cualquier otro lugar con gente, o bien nos sentábamos en otro lugar y sería como volver a empezar. Para cuando la cosa estuviese lo bastante madura, la ruidosa parejita ya habría terminado con lo que estuvieran haciendo y nos buscarían para regresar al hotel. Y, aun cuando no lo hicieran, mi italiana saldría con algo como: “oye, deben estar preocupados por nosotros, ¿no crees? ¿No te parece que deberíamos volver?”. Entonces, ya no habría nada que hacer. 

 Llamémoslo así, y mantengamos su verdadero nombre en el anonimato. 

La tercera vía era llevar las cosas a un plano físico y que, si no funcionaba, siempre podría retomar alguna de las alternativas anteriores. Decidí que, aunque esta no fuera la más fácil, sí era al menos la que más probabilidades de éxito me ofrecía. Así que me decanté por pasar a la acción. 

Aunque entonces no lo supiera había empezado, por primera vez en toda mi vida, a discurrir como un Aven. 

—¿Son ellos? —me preguntó mi italiana con gesto de extrañeza, justo cuando daba por finalizado mi análisis de la situación. 

—Este lugar es demente… —contesté, acompañando mi comentario de una leve carcajada. 

—Sí que lo es… —replicó ella, con un suspiro y riéndose también. Mientras tanto, yo ya había cubierto parte de su nuca, cuello y mejilla con la mano. La miré a los ojos durante unos instantes, mientras la acariciaba con suavidad. 

—Ven —susurré con cierta autoridad. 

Ella obedeció y empezamos a besarnos. Al cabo de unos minutos, pasamos a ser ruidosos. 

Nadie nos interrumpió. 

EL NACIMIENTO DE UN NUEVO ÍDOLO 

Pero aquella lejana lección parecía pertenecer a otra realidad. Un año había transcurrido y ya no me encontraba en Formentera, sino en Ibiza. Y como he apuntado antes, era la leche, me salía. 

No solo había ganado una enorme experiencia en mi trabajo y con las mujeres. Podía además defenderme en varias lenguas. Podía hacer cualquier cosa que se me pidiese hacer, le había perdido el miedo a casi todo y, además, estaba en forma. 

Muchas de aquellas diosas intocables con las que antes no me hubiese atrevido ni a soñar, formaban ya parte de mi pasado sexual. El que una mujer me sacase medio palmo o palmo entero había dejado de suponer un problema. Si se ponía a tiro, nada impediría que cayese. 

Estaba en Ibiza, el lugar al que acudían los tíos más ligones del planeta. Con algunos de ellos, incluso había compartido habitación. Otros trabajaban conmigo codo a codo, y por la noche o en los ratos de ocio me confiaban sus historias personales. Había aprendido prácticamente de todos ellos. 

Como digo, creía que me quedaba muy poco por aprender y consideraba casi imposible que alguien pudiera superarme. A menos, claro está, que contase con alguna ventaja sobre mí. 

Es decir, para hacerlo mejor que yo, ese alguien tendría que ser un hijo de papá. O famoso. O más guapo, más atlético o más alto. O contar con alguna habilidad especial, como hacer trucos de magia, ser un gran bailarín, tocar la guitarra o tragar fuego. Entre nosotros, cualquier cosa que lo hiciera parecer más glamoroso a ojos de las chicas. 

De lo contrario, sabía por propia experiencia que no podría hacerlo mejor que yo con las mujeres. 

Fue entonces cuando conocí al Mellao. 

Lo conocí cuando estaba a punto de tirar la toalla. No de tirar la toalla realmente, me explico mal, pero sí de decidir que mi vida debía tomar un nuevo rumbo. 

En otras palabras, quizá debía empezar a pensar en hacerme rico. Tal vez había llegado el momento de lanzarme a perseguir la fama. O de aprender a bailar mejor o tomar clases de guitarra o practicar trucos de magia. Lo que sí tenía claro es que no iba a pasar por tragar fuego. 

Vamos, que debía emprender un nuevo camino si quería continuar creciendo. No sabía cuál sería el siguiente paso, pero dudaba que tuviese algo que ver con la seducción. De eso ya conocía todo lo que pudiera saberse. De hecho, hacía un tiempo que llevaba apuntando todos aquellos principios relativos al éxito con las mujeres, algunos de los cuales han logrado sobrevivir y abrirse paso hasta llegar a este manual que tienes entre manos. 

Estaba a punto, pues, de decidir que había tocado techo en el ámbito de la seducción cuando mi vida se cruzó con la del Mellao. Un personaje que acabaría trastocando completamente mis esquemas. 

EL MELLAO 

El Mellao no era más joven que yo. Tampoco era mucho más alto, ni más guapo. Que yo supiera, no tocaba ningún instrumento. Jamás lo vi llevar a cabo truco de magia alguno ni, desde luego, tragar fuego. Cuando bailaba, no se quedaba con la pista y, por lo general, pasaba bastante desapercibido. 

Además, el Mellao no solo no era un hijo de papá, sino que a este lo había dejado en Argelia —de donde provenía él— con el resto de su familia. Y, sin familia y por la clase de trabajos basura que desempeñaba, podía inferirse que de rico tenía más bien poco. 

Podría terminar aquí su descripción y concluir que el Mellao no contaba con ventaja alguna sobre la mayoría de nosotros. Pero hacerlo sería faltar a la verdad. Pues lo cierto es que, aparte de carecer de ventajas, cargaba con un enorme fardo de desventajas. 

Por ejemplo, no hablaba bien ninguna de las lenguas con las que yo me desenvolví con soltura. Ni siquiera el español, que por aquel entonces chapurrear como buenamente podía. Además, debido a su condición de inmigrante argelino, debía enfrentarse a toda una avalancha de prejuicios y clichés que jugaban en su contra. Problemas que jamás obstaculizaron mi cruzada sexual. 

Por último, el hecho añadido de que le faltaban varias piezas en la dentadura, circunstancia que dejaba túneles oscuros en su sonrisa, le había procurado el apodo de El Mellao en mis diarios. Y, por si alguien no lo ha notado todavía, esto tampoco era exactamente una ventaja. 

La cuestión es que, durante meses, El Mellao había pasado casi completamente inadvertido a mis investigaciones. Cuál no sería mi sorpresa, pues, cuando descubrí que su éxito con las mujeres no solo era aceptable, sino que se encontraba a años luz por encima del mío. 

El Mellao poseía, más allá de toda duda, ese “algo más” que siempre había estado buscando. 

Porque si había algo que tampoco podía decirse del Mellao era que se le diesen bien las mujeres o que tuviese éxito con ellas. No, porque lo cierto es que la palabra “éxito” se queda corta. El Mellao arrasaba con ellas. Las relaciones sexuales se extendían a una cantidad y calidad de mujeres que jamás habría creído posibles antes de conocerlo. 

El Mellao parecía encerrar, en una sola persona, todos los secretos de la seducción. 

MI PRIMER ENCUENTRO CON EL MELLAO 

Sin embargo, la primera vez que hablé con él, mi impresión fue que se trataba de un pobre diablo necesitado de atención. Me parecía tan triste y patético que casi obtenía un perverso placer al escucharlo. De algún modo, me hacía sentirme mejor y me proporcionaba cierto alivio. 

En otras palabras, era bueno saber que había gente que vivía situaciones mucho peores a la mía. Gente que ocupaba un lugar en la escala social claramente inferior, gente frustrada en todos los sentidos y sin ninguna clase de futuro. Gente a la que el único placer que la vida les había dejado era fanfarronear sobre éxitos inexistentes con las mujeres. Ese y el de acariciar la esperanza de que alguien se tragara sus alardes. 

No era mi caso. 

Yo lo escuchaba a causa de este depravado deleite sobre el que he hablado. Y, quizás, también un poco por compasión. A fin de cuentas, era un animador turístico y me pagaban por dedicar mi tiempo a fingir amistad, fingir alegría, fingir atención, fingir que me era indiferente rodearme de mujeres explosivas o del viejo borracho de turno, así como fingir muchas otras cosas que contribuyeron a alegrar las vacaciones a una pandilla periódicamente renovable de turistas. 

Por supuesto, el Mellao no me pagaba con dinero. Era un pobre infeliz y no hubiese podido hacerlo, pero ¿qué me costaba a mí fingir un poco de credulidad para alegrarle el día? 

El único peligro es que se aficionado demasiado a relatar sus quimeras y no pudiera quitármelo de encima. Pero mi tiempo estaba tan solicitado por la gente que me rodeaba que dicha posibilidad no era realmente preocupante. 

Dicho de otro modo: creía que vivía en una realidad relativamente estable cuya solidez nada, y mucho menos el Mellao, podría poner en entredicho. 

INGRID: LA MUJER QUE ME ARROJÓ A UNA NUEVA REALIDAD 

Sin embargo, mi Realidad no tardó en estremecerse. La encargada de provocar esto fue Ingrid, una austriaca de belleza deslumbrante de la que me enamoré en el acto la primera vez que me sonrió. 

Su cara le habría permitido destacar como elfa en la película de El Señor de los Anillos. Su cuerpo, por otra parte, combinaba las curvas y la dureza de una chica Playboy con la tez clara y suave que imagino a Blanca Nieves. Lo más impactante de todo era el azul de sus ojos, sus labios y, según pude comprobar más tarde, sus pechos. 

Además, tampoco hablé mucho con ella, pero las pocas veces que lo hice me sorprendió su jovialidad, ingenio y sentido del humor. Pero no voy a relataros toda la historia de este desengaño amoroso. A fin de cuentas, no es el momento ni el lugar para hacerlo. Os diré sólo que, tras varios días, mucho esfuerzo y grandes dosis del mejor de mis ingenios, logré arrastrarla conmigo una noche hacia la playa. 

Junto a la orilla logré besarla y experimentar el placer de sentir sus labios comunicándose con los míos en un código secreto de caricias. Logré arrebatarle la camiseta, el sostén y sentir su piel contra la mía en un abrazo. Logré acariciar su busto desnudo, logré sentir en mi boca sus pezones encarnados como pequeños frutos del bosque y… 

—Ich kenne nicht —dijo de repente. Y fueron esas las palabras que, sin yo saberlo, estaban ya cerrando los andamios y vigas sobre los que se edificaba mi universo. 

Cuando le pregunté cuál era el problema, me hizo saber que no podía porque estaba enamorada del Mellao. También me confesó que, aunque había accedido a venir a la playa conmigo por despecho, estaba demasiado implicada con él emocionalmente como para poder mantener una relación sexual con cualquier otro hombre. 

UN UNIVERSO EN CRISIS 

Ya podía oír los crujidos de ese universo mío resquebrajándose. Pues, si en ese momento hubiese caído un meteorito sobre la arena, hubiese salido de él un hombrecillo verde con antenas y se hubiese puesto a bailar un zapateado al ritmo de sus propias palmas, puede que no me hubiera afectado demasiado. Lo que estaba oyendo ya sonaba bastante a ciencia ficción. Pero la incredulidad no era todo lo que experimentaba. Aparte de eso, me sobrevino una punzada de dolor cualitativamente distinta a todo lo que había sentido hasta entonces. 

 No puedo. 

¿Ridículo? Entiendo que pueda parecerlo. Pero lo cierto es que Ingrid era la mujer a la que más había deseado en varios meses. Y, en la ya de por sí desequilibrada vida de un animador, este tipo de cosas pueden adquirir un peso extraordinario y terminar jugando un papel decisivo. 

Sea como fuere, me guste o no confesarlo, aquello tuvo un impacto sobre mí que recordaré de por vida. 

Pero sigamos con la historia… 

Esa noche me eché sobre la cama con el corazón roto, incapaz de dormir o masturbarme. Algo curioso, puesto que intenté ambas cosas durante horas. Por primera vez en mucho tiempo, me encontraba totalmente extraviado. De nuevo. 

En los días sucesivos, mi primera reacción fue albergar un resentimiento indescriptible hacia el Mellao. En teoría, había madurado lo bastante como para estar por encima del odio en los casos en que un rival me arrebataba una mujer. Sin embargo, en el caso del Mellao era distinto. Era como si a mi amor propio le resultase inaceptable que alguien a quien había estado compadeciendo hubiese sido capaz de superarme en el Juego de la Atracción. 

También intenté despreciar a Ingrid y ridiculizar en mi imaginación, pero sin demasiado éxito. 

Ahora me alegro de no haberlo hecho. Si hubiese insistido en ridículo por su mal gusto, pronto el ridículo lo habría hecho yo cuando, belleza tras belleza, decenas de mujeres hubieran desfilado ante mis narices para confirmar el mal gusto de Ingrid. 

LA ACTITUD QUE ME ABRIÓ LOS OJOS 

Pero, como digo, por suerte pronto abandoné esta actitud pueril. Empecé entonces a comprender que toda mi reacción había sido un claro síntoma de inmadurez. Bien analizado, el hecho de que el Mellao lo tuviese todo en su contra y aun así me eclipsarse no lo hacía peor, sino mejor. No lo hacía más odioso, sino más admirable. 

Y, a fin de cuentas, ¿qué estaba yo haciendo allí? ¿A qué había ido a esa isla? ¿No había ido a aprender de los mejores? 

Quizás ahora el maestro indiscutible se había puesto él solito ante mis narices. Y a mí no se me ocurría nada mejor que desperdiciar la oportunidad y el privilegio con una rabieta de crío malcriado. 

Debía, por tanto, recuperar la frialdad. Y, ante todo, me urgía desvelar la verdad. Descubrir si el Mellao era ese maestro que durante tanto tiempo había estado buscando. 

¿Eran, pues, ciertas todas sus fábulas? ¿Podía un fanfarrón de la peor especie como él ser amado apasionadamente por bellezas que quitan el aliento? ¿Podía ser cierto que vivía día a día fantasías sexuales sobre las que la mayoría de los hombres no se atrevían ni a fantasear? 

En cualquier caso, se trataba de algo que averiguara pronto. 

Empecé a prestar especial atención a este personaje y no tardé en descubrir que la verdad había estado presente delante de mis ojos todo el tiempo. Simplemente, como tantos otros, no había sabido o querido verla. 

EL IMPACTO DE UN GRAN MAESTRO 

Ahora que la aventura de la playa me había abierto los sentidos, me resultó fácil conocer y hablar con muchas de las mujeres, a cuál más atractiva, que habían compartido experiencias sexuales con él. Todas suspiraban por el Mellao y se lamentaban de que este no les dedicase un poco más de tiempo y atención. 

Las había que volvían de sus países y reservaron habitaciones en nuestro hotel solo para verlo. Había, incluso, que intentaban conseguir trabajo en el hotel. 

De hecho, si el Mellao había pecado de algo, era modesto. Su éxito real sobrepasaba sus historias. Y, desde luego, se encontraba muy por encima de lo que yo había considerado concebible en el pasado. 

Como es de esperar, algunas de mis sucesivas conquistas habían estado ya con él. Con el tiempo, aprendí a neutralizar esto y volverlo a mi favor. Llegué hasta el punto de acribillarme a preguntas sobre él. Por fin, había logrado dejar el ego a un lado y centrarme únicamente en aprender. 

Pronto, mi índice de éxito aumentó explosivamente. A veces, incluso por encima de aquellos tíos con “ventajas”. En cuanto al Mellao, me dediqué a cultivar con él una bella amistad a lo largo del verano y a exprimirlo tanto como me resultaba posible. Esto no fue en absoluto difícil, ya que él disfrutaba compartiendo su filosofía sobre la seducción. 

Lo irónico era que decenas de chicos habían tenido antes la oportunidad de hacerlo y de beneficiarse como yo de sus conocimientos. Sin embargo, ellos habían preferido permanecer en el orgullo de su ignorancia y no ver la realidad. Yo, por el contrario, me beneficiaba más y más de su compañía. Llegó el momento, incluso, en que había aprendido lo suficiente del Mellao como para darle más de una sorpresa en alguna ocasión que otra, aunque por lo general él seguía superándome. 

Lo importante es que aquel fue, a pesar de lo duro del trabajo, un verano inolvidable. Un verano que, como podéis ver, terminaría por marcar el resto de mi vida. 

Si no hubiese sido por el Mellao , puede que nunca hubiese encontrado la motivación necesaria para profundizar en el estudio de esta disciplina hasta el grado en que lo he hecho. 

 Ni que decir tiene que el Mellao dejó de ser el Mellao y se convirtió en Bastian, si bien yo seguía, cariñosamente, refiriéndome a él como el Mellao en mis diarios. En parte porque me divertía dicho apodo, en parte porque este me servía de recordatorio de la valiosa lección que Bastian me enseñó. 

EL PRINCIPIO DE UN NUEVO RUMBO 

Como digo, el Mellao me hizo creer en algo más. Y, si bien un año y pico atrás mi única meta había sido la de cambiar mi vida y mi relación con las mujeres, fue a raíz de su amistad que una nueva posibilidad empezó a perfilarse sobre el horizonte. 

Había muchos hombres que gozaban de un gran éxito con las mujeres. Lo que quizás escaseara un poco más eran hombres capaces de entender los principios de su éxito. Hombres capaces de llevar la síntesis de su atractivo hasta sus componentes más básicos y de dar con la fórmula magistral que permitiese a otros hombres servirse de ella para alcanzar resultados similares. 

Hacía falta esa fórmula, esa pócima mágica capaz de hacer de la seducción una materia tan asimilable como cualquier otra. 

Desde que me separé del Mellao, yo no he dejado de perseguirla. Hiciera lo que hiciera, me encontrase donde me encontrase, se convirtió en mi principal obsesión. Una obsesión que me ha acompañado desde entonces. Una obsesión que me ha llevado a seguir buscando, a prolongar mi investigación y a descubrir realidades que no creía que existían. 

Entre ellas, quizá la más importante haya sido dar con otros hombres que —algunos antes, otros después y otros simultáneamente— han consagrado parte de sus vidas a buscar y perseguir lo mismo que yo. 

Te hablo, querido amigo, de lo que en el mundo de las Artes Venusianas se conoce por La Comunidad Aven . 

LA COMUNIDAD AVEN 

La Comunidad Aven es otra de las razones de que este libro exista, tal y como lo ves en el ejemplar que tienes entre tus manos . 

La razón es simple. 

Ciertamente, yo ya había llevado a cabo importantes descubrimientos sobre el juego de la seducción por mi cuenta. Lo había hecho tanto gracias a mis propias experiencias como a la investigación de individuos excepcionales a los que he tenido el honor de conocer personalmente. 

Sin embargo, me encontraba solo en esto, y estaba intentando edificar una nueva ciencia desde cero. O eso creía. 

Cuando entré en contacto por vez primera con la Comunidad Aven, sentí algo parecido a lo que debieron sentir los nativos americanos cuando entraron en contacto por vez primera con una civilización tan avanzada como la europea. O lo que sentiría la humanidad en su conjunto si, de 

Muchos la llaman simplemente La Comunidad. Para mantener la congruencia con el vocabulario usado en este libro y por razones estéticas, yo he preferido llamarla La Comunidad

de repente, lograse comunicarse con una cultura alienígena que se encontraba en un estado de desarrollo muy superior al nuestro. 

Una vez los encontré, carecía de sentido seguir trabajando en solitario. ¿Qué razón había para seguir descubriendo la rueda cuando ellos ya cooperan en la construcción de máquinas de vapor? Pues, el tiempo que yo había pasado trabajando en solitario, ellos lo habían dedicado a colaborar dentro de un gigantesco equipo. De hecho, los tentáculos de la comunidad se estaban extendiendo rápidamente, hasta alcanzar prácticamente todos los rincones civilizados del mundo. 

La única razón por la que, en un principio, la gente de algunos países como el nuestro se había quedado fuera, era porque no éramos anglófonos. Es por ello —y porque el conocimiento se compartía a través de Internet, herramienta a la que apenas tenía acceso durante mi época de animador— que yo descubrí la Comunidad Aven más tarde de lo que hubiera deseado. 

EL MANUAL DEFINITIVO 

Lo que yo hice fue similar a tratar de construir un automóvil en la edad media y encontrarse, de repente, con que en otros reinos están utilizando tecnología occidental del siglo XXI para hacerlo. 

Sin embargo, aunque mi descubrimiento de la Comunidad Aven llegó demasiado tarde como para cambiar mi vida, pues ya lo había hecho, llegó lo suficientemente temprano como para influir profundamente en el enfoque y material de mi obra. 

Por ello, si antes me hubiese gustado presentarla como una rareza insólita capaz, no obstante, de cambiar tu vida con las mujeres, ahora debo presentarla de otro modo. Debo presentarla como un científico más de la comunidad de científicos que se dedican al estudio de esta disciplina. 

Y, como ocurre en todas las comunidades de científicos, en algunos casos mostraré un acuerdo rotundo con algunas de las teorías y principios más en boga. En otros, en cambio, discrepo con ellos y defenderé mis propias teorías. Si bien, en la mayoría de los casos, me limitaré a estructurar todo el conocimiento de que dispongo —ya provenga de la Comunidad, ya de mis propios hallazgos— y a ofrecérselo a ti, querido lector, del modo en que piense que más puede beneficiarte. 

Así, muchos de los principios que aprenderás en este manual están inspirados en las enseñanzas de Bastian, a quien cariñosamente hemos llamado el Mellao. Otros son producto de mi propia experiencia y reflexión o de la de otros Aven que se han dado a conocer en la comunidad. 

Pero si hay algo en lo que creo que tanto Bastian, como los otros Aven, como yo, estaríamos de acuerdo, es esto: lo que vas a aprender es pura dinamita. No es solo que funcione, o que pueda cambiar tu vida. Simplemente, se trata de una auténtica revolución, de todo un bombardeo de conocimien 

 

 

tos sobre el arte de atraer y seducir como, con toda probabilidad, no hayas soñado que pueda existir siquiera. 

Es por ello, querido amigo, que es el manual definitivo. En el momento en que escribo estas líneas, puedo decirte que hay muy pocas obras que condensan tanto conocimiento en un solo volumen. Y, desde luego, no hay una sola en español que no se encuentre a años luz de la que tienes entre manos. 

De hecho, esta es la peculiaridad fundamental de su riqueza. 

LA PECULIARIDAD DE , SU RIQUEZA 

Ten presente que hasta ahora no has visto nada igual. Con este libro, nace un nuevo género. Razón por la que, las referencias con que cuentas hasta ahora, no te servirán. 

Es por ello que te recomiendo que lo aborden con una actitud completamente nueva. Te lo digo con toda sinceridad. 

Para entenderlo, trata de imaginarte lo siguiente: 

Supón que eres un hombre de alguna tribu primitiva que aún no ha descubierto el fuego. En tal caso, si alguien tratara de ofrecérselo y explicarte en qué consisten sus principios, ¿cómo te sentirías? Ahora bien, si fueses el mismo hombre primitivo y alguien, en lugar de ofrecerte el fuego, te ofreciera y explicase la pólvora, ¿cuál sería tu reacción? ¿Y si en lugar de con la pólvora lo hiciese con la electricidad? ¿Y qué me dices si, prescin diendo de ello, pasase directamente a ofrecerte la tecnología digital, aún cuando no conocieses nada de lo citado anteriormente? 

Pues bien, querido lector, el hombre medio se encuentra en la misma situación que el nativo de aquella tribu, al menos en lo que respecta a la atracción. Y lo que yo quiero ofrecerte se encuentra un tanto adelantado para su tiempo. 

CÓMO SERVIRTE DEL MANUAL 

 no es un manual sobre el éxito con las mujeres. Es la Biblia del Éxito con las mujeres. 

Y, si no estás familiarizado con estos temas, es imposible que lo asimiles todo de una sola leída. 

Por ello, trata de digerir bien todo lo que aprendas. Estúdialo con detenimiento. Y no te sorprendas si, tras leer, subrayar y estudiar el libro varias veces, este empieza a adquirir significados y matices diferentes. 

Pues, aunque llegue a parecerte que se comporta como si estuviera vivo, lo cierto es que no lo está. Sin embargo, tú sí lo estarás por lo que, a medida que vayas alcanzando niveles superiores de conocimiento, empezarás a descubrir y ver en él ideas y perspectivas que antes no veías.  

Y esto, de nuevo, también te lo digo con toda seriedad. 

Así que, ya lo sabes. Trata este libro con el respeto que merece, porque encierra años de conocimiento y experiencia de los mayores expertos del mundo en la materia. Si lo haces, puede llevarte muy lejos. 

DOS CONSEJOS CRUCIALES PARA ESTUDIAR EL MANUAL 

Dicho lo dicho, si tuviese que reducir todos los consejos que puedo darte sobre cómo sacar mayor partido a este manual solo a dos, estos serían los siguientes. 

ESTUDIA EL ÍNDICE; ESTUDIA EL GLOSARIO 

Es el primer gran truco de . Una vez leído, estudia el índice. En serio, vuelve al índice una y otra vez, pues es un esquema de la obra y de su lógica. 

Hazte fotocopias de él y estudia de él. Usa el resto del libro solo para repasar los puntos y conceptos que no te hayan quedado claros. De hecho, solo estudiando el índice puedes llegar muy lejos en tu aprendizaje. 

El segundo gran truco viene ahora. Desde el principio, haz también constante uso del glosario. En él están las palabras que definen la filosofía y la ciencia del Aven. Recuerda que, si entiendes y conoces los conceptos de un Aven, puedes pensar como un Aven. Y, si piensas como un Aven, puedes empezar a actuar como un Aven. 

En cualquier caso, haz buen uso del conocimiento que te brindo. Y prepárate para cambiar, de una vez por todas, tu relación con las mujeres. 

¿QUÉ NOS ATRAE Y POR QUÉ? 

La industria las usa para anunciar sus productos, los negocios las prefieren en sus mostradores y, algunas de ellas, hasta comercian directamente con sus cuerpos. Cuando pensamos en cualquier hombre con fama o poder, nos cuesta imaginarlo sin una de ellas a su lado. 

Afrontémoslo. Las tías buenas están ahí. Y, lo queramos o no, ejercen un gran poder sobre nosotros. 

Mujeres como Mónica Bellucci, Leticia Casta o Angelina Jolie son capaces de despertar atracción instantáneamente en miles de millones de hombres de sustratos, gustos y culturas diferentes. Y aun cuando ninguna de las mujeres citadas sea “tu tipo”, apuesto a que si cualquiera de ellas estuviese ahora mismo dondequiera que te encuentres, se acercará a ti lentamente y te pasase el dedo por el cuello mientras te mira intensamente a los ojos con los suyos brillando de deseo… Apuesto, entonces, a que en tu organismo se produciría un súbito cambio fisiológico. 

¿Qué sentirías si, en cambio, hiciera lo mismo esa sesentona con sobrepeso y vello facial con la que te cruzas a diario? Con toda seguridad, algo completamente distinto. ¿La razón? No es una tía buena. 

Ahora bien, ¿te has planteado alguna vez qué es una tía buena exactamente? ¿Quién lo decide? ¿Cómo es posible que exista un acuerdo tan generalizado sobre ellas? ¿Y por qué provocan tales reacciones en nosotros?  

La respuesta que yo he encontrado a todas estas preguntas es bastante simple. Las TBs , simplemente, accionan una serie de interruptores en nosotros encargados de activar el mecanismo de atracción. 

LA ATRACCIÓN NO SE ELIGE 

Parece evidente, pues, que por lo general nuestra voluntad consciente juega un papel más bien escaso a la hora de decidir qué nos atrae y por qué. Por el contrario, todo apunta a que es precisamente esta mente consciente la que inventa razones para justificar aquello que una parte mucho más antigua y profunda de nosotros ha decidido sin apenas consultarnos. 

Cuando ves una de estas TBs, tu reacción es instantánea e inconsciente. Las razones por las que experimentas ese súbito interés vendrán luego. Porque, en un primer momento, lo único que sabes es que ya la estás mirando sin haberlo decidido. Algo en ella ha accionado varios interruptores en tu interior y, antes siquiera de que puedas darte cuenta de ello, ya te sientes atraído. 

En definitiva, la atracción nos viene impuesta por factores que están fuera de nuestro control. Por supuesto, podemos luchar contra ella. Pero esa lucha, ¿no hace aún más evidente que nos encontramos frente a algo que no hemos elegido? 

Podemos entonces afirmar que la atracción no es una elección. Al menos no lo es en el caso de los hombres. Pero, ¿qué ocurre con las mujeres? ¿Son ellas diferentes? 

LA ATRACCIÓN FEMENINA ES MÁS COMPLEJA 

El caso femenino se antoja a primera vista mucho más complejo. Aunque es cierto que las mujeres parecen atraídas hasta cierto punto por la belleza física masculina, esta deja muchas preguntas sin respuesta. 

Por ejemplo, ¿cómo es posible que algunos hombres de avanzada edad se acuesten con mujeres jóvenes y atractivas que rechazaría sin dudarlo a otros con menos años y mejores rasgos? ¿Qué es lo que hace que una gran estrella musical pueda acostarse con miles de sus fans sin apenas proponér selo aun cuando se aleje mucho del estereotipo de belleza masculino? 

Aunque sea de vista, todos conocemos hombres más bien poco agracia dos que mantienen relaciones sexuales con mujeres que quitan el aliento. Puede, incluso, que como yo hayas conocido individuos especiales. Hombres que, pese a tenerlo TODO en su contra, no dejan de acostarse con TBs. 

A partir de ahora, este es el acrónimo que nos servirá para referirnos a las Tías Buenas. También la usaremos para designar a cualquier mujer atractiva o deseable. En algunos casos, la expresión irá acompañada de un número que refleja su puntuación, para saber con qué clase de perfil psicológico más probable nos encontramos. 

Si, como en mi caso particular, te ha ocurrido además que en diversas épocas de tu vida has sido mucho más capaz que en otras de atraer a las mujeres aun cuando tu físico apenas haya cambiado, puede que estés buscando respuestas. 

Las hayas encontrado o no, una cosa está clara. 

En tanto que un cierto grado de belleza o atractivo físico parece bastar a las mujeres para despertar atracción en la mayoría de los hombres, responder a qué atrae a las mujeres no parece tan sencillo. 

¿Qué es, pues, lo que atrae a las mujeres? Y, aunque nosotros no podemos elegirlo, ¿lo hacen ellas? 

LA RESPUESTA ESTÁ EN LA EVOLUCIÓN 

Si crees que Darwin no tiene nada que ver con una vida sexual plena, es hora de que revises tus ideas. 

Por sorprendente que te pueda parecer yo creo que, en última instancia, aquello responsable de que las mujeres que he mencionado antes nos exciten sexualmente no hay que buscarlo más allá de nuestros genes. Y estos son como son por razones puramente evolutivas. 

Como es lógico, no quiero llenarte la cabeza de teorías científicas. La misión que tengo es otra. Mi principal propósito es ayudarte a que aumentes tu éxito con las mujeres para que puedas sentirte plenamente realizado como hombre. Y eso es, precisamente, lo que con toda probabilidad has venido a buscar en estas páginas. 

Sin embargo, me parece que el que cuentes con algunas nociones y conceptos claros es fundamental para que puedas comprender qué es la atracción y cómo funciona. Sin ellos, te resultaría demasiado fácil extraviarse en el camino. 

Con este fin, te ofreceré primero una breve explicación sobre la finalidad biológica del ser humano e, incluso, sobre aquella a la que parece apuntar la vida misma. Así, te resultará más fácil entender el papel que juega la atracción en todo ello. 

LA PRIMERA FORMA DE SELECCIÓN NATURAL 

Según Richard Dawkins , en el principio solo había simplicidad. Tras la gran explosión que dio origen al universo, este empezó a verse paulatinamente poblado de cosas estables. Por “cosa estable” entendemos 

Extraído de su libro El gen egoísta. En él me baso al escribir los siguientes apartados. Si cuentas con tiempo suficiente, te recomiendo encarecidamente que lo leas. En él se muestra una forma de entender la vida que hoy en día está plenamente aceptada por la comunidad científica. Simplificando

una colección de átomos que es lo bastante permanente o común como para merecer un nombre. 

Esto no tiene nada de sorprendente si pensamos en el comportamiento de los átomos. Cuando los átomos se topan con otros átomos, estos tienden a asociarse en reacciones químicas dando lugar a las moléculas, las cuales pueden ser más o menos estables. Por definición, las inestables ocurrirían con menos frecuencia o, cuando no lo hiciesen, durarán menos que las estables. 

Era, pues, de esperar que con el tiempo el universo se fuese viendo más y más poblado de cosas estables. Esto era así hasta el punto de que, en lugares de superficie y número de átomos limitados como la Tierra, pronto pudiéramos hablar de Supervivencia de lo Estable. Esa fue, pues, la primera forma de selección natural que tuvo lugar . 

EL PRIMER REPLICANTE 

En un momento dado de la “Verdadera Historia Universal”, ocurrió algo que cambiaría el aspecto de la Tierra para siempre. De entre las numerosas reacciones químicas que tenían lugar en ella, casualmente surgió una que tenía la propiedad de crear copias de sí misma. Dawkins lo llama “el Replicante”. 

Esta molécula probablemente aprovechaba algunas clases de moléculas de las que tenía a su alrededor, utilizándose como materia prima a la hora de replicarse. Si supones que esta molécula pronto llegaría a ser más y más común gracias a su capacidad para replicarse aprovechando el abundante material que la rodeaba, supones bien. 

Mucho, la idea que se vierte en dicho libro es que los organismos no son más que “máquinas de supervivencia” de los genes, diseñadas para transportar a éstos y permitirles sobrevivir y replicarse de manera eficaz. Esto es así porque, aquellas máquinas que no cumplen bien con dicho fin son pronto borradas de la faz de la Tierra. En otras palabras, cada vez que decimos que algo en un organismo (ya sea un rasgo físico, ya sea un tipo de comportamiento o cualquier otra cualidad) favorece los intereses y estrategias de los genes que transporta, no es ocioso. Al hacerlo, estamos afirmando también que lo hacen a costa de aquellos que no jugaban tal papel, y que probablemente no existen hoy en día. Es por ello que, después de millones de años de depuración evolutiva, a menudo basta preguntarse qué rasgos en un organismo velará mejor por los intereses de los genes que transporta para descubrir en qué consisten dichos rasgos en el mundo real. 

Cito a Dawkins: “La forma más temprana de selección natural fue sencillamente una selección de las formas estables y un rechazo de las inestables. Esto no tiene ningún misterio. Tenía que ocurrir por definición.”

NUEVOS REPLICANTES 

Otra consecuencia del fenómeno es que, en el proceso de copia, a veces ocurrían errores. La mayoría eran insignificantes. Sin embargo, al darse algunos de estos errores sobre copias erróneas de copias erróneas de copias erróneas de copias erróneas de copias erróneas…, en tales casos dichos errores se hacían acumulativos. Este error acumulado daba lugar a moléculas totalmente distintas a la original. 

A menudo, las moléculas a que daban lugar tales fallos acumulados no eran aptas para sacar partido de su entorno o ni siquiera podían replicarse, por lo que no prosperaron. En algunos casos excepcionales, sin embargo, la cadena de errores daba lugar accidentalmente a una molécula que no solo podía replicarse, sino que además contaba con alguna ventaja adicional sobre el Replicante original. Quizás lo hacían más rápido y consumiendo menos energía. O tal vez más a menudo y aprovechando mejor los recursos de su entorno. Con el tiempo esto daría lugar a que —válgame la expresión— “los errores más acertados” fuesen superando en número a los Replicantes originales y sustituyéndolos. Pronto nos encontraríamos frente a un panorama en el que diferentes tipos de Replicantes se viesen envueltos en una especie de competencia ciega e inconsciente en su carrera por producir copias de sí mismos. 

EL ORIGEN DE LA VIDA 

A medida que los Replicantes y sus distintos tipos se fueron haciendo más abundantes, las moléculas que estos utilizaban como “ladrillos” de sus copias, se fueron haciendo más escasas. Aquellos peor preparados no podrían prosperar frente a otros con mejor equipamiento o capaces incluso de utilizar las moléculas de los primeros como “ladrillos” de sus copias. 

Así es como una nueva forma de selección natural se impuso, en la que la regla era clara: la supervivencia del más apto. 

Nuevos Replicantes surgirían, cada vez mejor armados y equipados para sacar partido del entorno y de otros Replicantes. Necesariamente, muchos modelos un tiempo exitosos dejarían de serlo a medida que otros mejor adaptados aparecieran, dejando a aquellos obsoletos y eliminándolos directa o indirectamente. Pronto los Replicantes se servirían incluso de 

 ¿Has jugado alguna vez al Juego del Teléfono? Este es más divertido cuanto mayor es el número de personas que participan en él. Se basa en que una persona cuente algo en secreto a una persona, la cual cuenta lo mismo en secreto a la persona siguiente, y así sucesivamente. Cuando el mensaje llega completamente distorsionado a su emisor original, este dice en voz alta su mensaje original y aquel que le ha llegado, el cual a menudo no tiene nada que ver. Pues bien, dicho juego puede ayudarnos a comprender perfectamente como pequeños errores en la replicación de estas moléculas daban lugar con el tiempo a otras muy distintas.  

complicados artefactos diseñados y programados por ellos mismos. Por simplificar, identificamos dichas máquinas de supervivencia con las primeras formas de vida. 

La selección natural había dado lugar a la evolución tal como hoy la conocemos. Y esta era, por definición, imparable. 

ROBOTS AL SERVICIO DE LOS GENES 

“Habría tiempo en abundancia para la mejora. 

¿Qué extraños e insólitos dispositivos de autopreservación no traería consigo cada nuevo milenio? Al cabo de cuatro mil millones de años, ¿cuál ha sido la suerte de los antiguos Replicantes? No han muerto, porque son maestros en las artes de la supervivencia. 

Pero no los busques flotando desperdigados en el océano. Hace mucho que renunciaron a esa forma de libertad heroica. Ahora se apiñan en vastas colonias, a salvo en el interior de robots gigantescos y obedientes, aislados del mundo exterior, comunicándose con éste por tortuosas vías indirectas, manipulándolo por control remoto. 

Están en ti y en mí. Nos crearon, cuerpo y mente; y su preservación es el único fin de nuestra existencia. Han hecho un largo camino, estos Replicantes. Ahora se les conoce con el nombre de genes, y nosotros somos sus máquinas de supervivencia.” 

LA FINALIDAD DE LA VIDA: SOBREVIVIR Y REPLICARSE 

Los antiguos Replicantes son los responsables de la vida. En sus múltiples formas, esta solo existe para servirles a ellos. Y ellos, como hemos visto, tienen una única misión: sobrevivir y replicarse. Aun cuando nos consideremos totalmente libres e independientes, no hay que olvidar que tanto nuestros cuerpos como nuestros cerebros están diseñados para maximizar la probabilidad de que estos Replicantes puedan realizar numerosas copias de sí mismos y perpetuar así su existencia a lo largo del tiempo. 

No nos controlan directamente del modo en que un piloto controla a su vehículo, sino como un grupo de ingenieros programadores controlarán a un robot que ha sido enviado a otro planeta. Este podría aprender y actuar con cierta independencia de criterio, pero siempre fiel a los designios de sus programadores. Es decir, no controlarán directamente sus acciones, pero sí su “política de acción” . 

 Por parecerme extremadamente adecuado, este pequeño apartado lo he extraído directamente de El gen egoísta. 

 Como es lógico, cuanto mayor sea la capacidad de aprendizaje de la máquina, mayor será también su independencia y más generales y reducidas las instrucciones de sus programadores. 

Pues bien, eso es exactamente lo que han hecho los genes con los seres vivos. Nos han diseñado y programado, con instrucciones más o menos específicas en función de la clase de máquina biológica de que se trate. Pero siempre con la clara misión de convertirnos en robots de replicación y supervivencia trabajando a su servicio . 

EL CRUZAMIENTO GENÉTICO 

Al igual que un buen futbolista trataría de escapar de un mal equipo que limita su potencial y le impide ganar tanto como lo haría en otro equipo, los genes necesitan combinarse con otros genes para aumentar su probabilidad de éxito. En algunos casos, encontrarán malos equipos que les servirán de escasa ayuda en su misión; en otros, dar con los compañeros adecuados supondrá auténticos golpes de suerte. 

Como ocurre con la mayoría de las especies, en la nuestra el cruzamiento genético tiene lugar cuando queremos que nos reproduzcamos. Cada vez que un óvulo se ve fecundado por un espermatozoide, los genes de una persona se barajan con los de su pareja. Así es como se producen “nuevas alineaciones”, ya sean perjudiciales o beneficiosas para un gen concreto. 

Como es lógico, el que un gran número de dichas reagrupaciones se produzcan, suele redundar en beneficio de los genes. A fin de cuentas, las malas alineaciones tienden a desaparecer. Las buenas, tienden a perpetuarse y podrán dar lugar a incluso mejores combinaciones en el futuro. Cuantas más de estas reagrupaciones se produzcan, más probabilidades habrá de que algunas de ellas resultan excelentes. 

LA ATRACCIÓN COMO HERRAMIENTA DE LOS GENES 

Bajo esta nueva perspectiva, no nos sorprende ya que la atracción existe y que esta no se elija. A fin de cuentas, no se trata más que de parte del programa con el que somos arrojados a la existencia. 

En el grado máximo de independencia de la máquina biológica, las órdenes de sus programadores podrían llegar a verse reducidas a una única instrucción, tan general y simple como: “Haz lo que creas más conveniente para aumentar el número de nuestras copias en el mundo tanto como sea posible.” 

Y, recuerda, esto no quiere decir que lo hagan adrede o que tengan conciencia de ello. Sencillamente, aquellos Replicantes que no fueron capaces de diseñar y programar a sus máquinas de supervivencia con este objetivo prioritario, fueron paulatinamente desapareciendo de la faz de la Tierra sin dejar el menor rastro. También lo fueron haciendo aquellos que, aun cuando programan a sus máquinas con las instrucciones adecuadas, no las crearon lo bastante competentes y eficaces para competir con otras y el entorno exitosamente. Es importante darse cuenta de que, dadas las características físicas de nuestro mundo, esta selección natural debía ocurrir forzosamente.  

Aunque parte de la atracción puede educarse culturalmente y a través de otros factores, gran parte de sus mecanismos están “instalados” en nosotros por defecto. Utilizando una nueva analogía, podríamos decir que “vienen de serie”. La finalidad de dichos mecanismos es, ante todo, salvaguardar la supervivencia y una replicación mínima de los genes. 

Pero la atracción y sus mecanismos también obedecen a objetivos más ambiciosos . Uno de ellos es sacar el mayor partido del cruzamiento genético, ayudando a los genes particulares de un cuerpo a obtener el máximo número posible de “excelentes” alineaciones. 

Por simplificar, podríamos decir que el objetivo último de los genes es obtener el mayor número posible de copias. Algo que, a su vez, solo se logra obteniendo el mayor número posible de buenas alineaciones. 

Como pronto veremos, dicho objetivo se consigue por caminos distintos en el caso del hombre y aquel de la mujer, dando lugar a estrategias reproductivas diferentes. 

LA ATRACCIÓN ES SELECTIVA 

Si el único objetivo de la atracción fuese promover el sexo, hombres y mujeres sentirían ganas de acostarse unos con otros indiscriminadamente. Esa señora gorda y con arrugas que atravesó el umbral de la menopausia hace ya tiempo te “pondría” lo mismo que aquella veinteañera con la que te cruzas a diario y que ha pasado a formar parte de tus fantasías. 

Si, en cambio, su único objetivo fuese promover la procreación tanto como sea posible, seguramente esa señora menopáusica no te “pondría” tanto como tu vecina o compañera, porque algo en ti sentiría que no es tan fértil como esta y, por lo tanto, no tan apta para la procreación. Tampoco lo harían otras que no están “tan buenas” o son “más feas” porque, de nuevo, algo en ti interpreta dichos rasgos como menos aptos para la procreación y la maternidad . O incluso como enfermizos o peligrosos, poniéndolos en directo conflicto con tu programa de supervivencia. Dicho sea de paso, que 

Si no fuese así, ¿cómo explicar que no te sientas atraído hacia todas las personas de sexo opuesto? Y ¿por qué las mujeres parecen tan selectivas a la hora de decidir con quién se acuestan y quién no? Por supuesto, dichas interpretaciones se ven probablemente muy influenciadas por nuestra cultura y educación. Sin embargo, hay algo en nuestras interpretaciones que se lleva a cabo a nivel más instintivo y es más independiente de la influencia del entorno. Un buen argumento a favor de esto es cómo, pese a que los cánones de belleza femenina han sufrido cambios a lo largo de las diferentes épocas de la humanidad, éstos siempre han conservado ciertas proporciones consideradas como las más aptas para la procreación y la maternidad. Por ejemplo, aunque lo “rellenita” que debía estar una mujer ha cambiado con el gusto de las épocas, no lo han hecho sus proporciones. Así, el ratio cintura cadera ha sido siempre de. , es decir, que el canon de belleza femenino ha establecido siempre, con independencia de los cambios, que el contorno de la cintura debía medir un % de aquel de la cadera. Curiosamente, este resulta ser el más apto para gestar y engendrar a un niño. 

El objetivo de la atracción consiste en hacernos procrear con mujeres sanas y fértiles, parece en sintonía con el objetivo de los genes de “obtener el mayor número de buenas alineaciones posibles” que hemos mencionado en el apartado anterior. 

Vaya, ¿dices que esta descripción cuadra con cómo funciona, por encima, tu propio mecanismo de atracción? Pues bien, no me sorprende. 

LA MUJER NOS CONFUNDE DE NUEVO 

Sin embargo, puede que la descripción anterior no haga justicia a cómo funciona la atracción en la mayoría de las mujeres. 

Si así fuese, ¿no querrían ellas acostarse con cualquier hombre fértil y sano? Y, ¿no antes pondrían los de aspecto más joven, en forma y saludable a todos los demás? 

Si así fuese, cualquier hombre medianamente apuesto, joven y sano, lo tendría mucho más fácil de lo que en realidad lo tiene para acostarse con TBs. Como bien sabes, este no es el caso. 

Por ello, podemos decir, que al menos en su caso, su mecanismo de atracción no está programado para “promover al máximo la procreación”, como sí parece hacerlo en el caso del hombre. 

La mujer nos desconcierta de nuevo. Parecemos estar como al principio. Ahora bien, ¿no avanzaremos más si nos preguntamos cómo pueden beneficiar más a sus genes el hombre y la mujer de forma separada? ¿Y si su mejor estrategia reproductiva posible fuese diferente? 

Presta atención, porque esa precisamente parece ser la clave. 

HOMBRE Y MUJER: ESTRATEGIAS REPRODUCTIVAS OPUESTAS 

Supongamos que, como hemos dicho no hace mucho, el verdadero objetivo de la atracción que siente un cuerpo fuese “garantizar el mayor 

Ya hemos visto que lo que atrae sexualmente al hombre se nos ofrece con mucha claridad. Pero ¿qué es aquello por lo que las mujeres se sienten atraídas? Durante milenios nos hemos hecho muchísimas preguntas como esta y, cuando alguien parecía haber arrojado cierta luz sobre el asunto, el comportamiento de la mujer lograba dar al traste con cualquier teoría. No ha sido hasta muy recientemente que ha tenido lugar una especie de “revolución” y se ha podido dar un salto exponencial en esta —llamémosla así— disciplina. Y todo gracias a un cambio de perspectiva. La perspectiva genético-evolutiva. Porque, aun cuando los principios que rigen los mecanismos de atracción de hombres y mujeres sean distintos, la explicación de éstos comparte un mismo origen: la evolución de nuestra especie. Prepárate, querido lector, para encontrar en los siguientes capítulos la respuesta a todas esas preguntas.  

número posible de excelentes alineaciones de sus genes en el presente y en el futuro ”. 

En el caso del hombre parece claro que un índice elevado de promiscuidad le ayuda a ello. A fin de cuentas, si rellenas más cupones tienes más probabilidades de ganar. Si el coste de rellenar un cupón es relativamente bajo y sus posibles beneficios muy altos, está claro que compensa rellenar tantos cupones como sea posible. 

En la práctica de un hombre, esto se traduciría en acostarse con tantas mujeres jóvenes, de aspecto fértil y sano como fuera posible. A fin de cuentas, es poco probable que una mujer de aspecto sano te contagie una enfermedad y ponga en peligro tu supervivencia. Por otra parte, el gasto de tiempo y energía parece desdeñable en comparación con las increíbles recompensas que esperan a sus genes por lograr dicha meta. 

Por cierto, esto no parece alejado de lo que, al menos, desearía hacer la mayor parte de los hombres. Se trata, incluso, de un principio que refleja muy bien el comportamiento de un extensísimo número de mamíferos macho. 

Ahora bien, ¿qué ocurriría si en el caso de la mujer el coste de rellenar un cupón fuese mayor? ¿Y qué ocurriría si fuese exponencialmente mayor? ¿Y si, además, el premio no fuese tan grande? 

¿QUÉ SE JUEGA LA MUJER CON EL SEXO? 

Sabemos que un comportamiento altamente promiscuo interesa a los genes del hombre dado el relativo bajo coste que el sexo tiene para ellos. Ahora bien, los genes de una mujer, ¿qué invierten en una relación sexual? 

No hace falta pensar mucho para darse cuenta de que, en el pasado, cada vez que una mujer copulaba con un hombre se estaba jugando muchas cosas. Si ella quedaba encinta, la inversión de tiempo y energía serían mucho mayores, al igual que el riesgo que todo el proceso supondría para su supervivencia. Por lo pronto, le esperaba un año de total incapacidad reproductiva gracias al embarazo. También le aguardaban varios años en los que el cuidado de un niño la haría más débil y dependiente que otras mujeres. Además, su salud se iba a ver en serio peligro con todas las complicaciones que pueden conllevar parto y embarazo. 

En otras palabras, cada vez que una mujer copulaba con otro hombre se estaba jugando un valioso cartucho de juventud y fertilidad, que podía acabar desperdiciando. 

Y eso en el mejor de los casos. En el peor, se jugaba la vida. 

Debemos tener en cuenta que el objetivo de los genes no es únicamente obtener el mayor número posible de excelentes alineaciones en el presente. Si estas alineaciones no se dan en cuerpos que lleguen a adultos y puedan, a su vez, producir nuevas alineaciones, de nada les servirá. En otras palabras, la misión de la mujer no solo consiste en tener hijos con una buena dotación genética, sino también en que éstos puedan llegar a la edad adulta y reproducirse exitosamente .  

¿QUÉ GANA LA MUJER CON EL SEXO INDISCRIMINADO? 

La promiscuidad no sólo interesaba a los genes del hombre por el bajo coste que ésta suponía para ellos. También lo hacía por las altas recompensas que extraían de ella. En otras palabras, si un hombre era capaz de aparearse con cientos de mujeres en un año, podía tener cientos de descendientes al siguiente. De tantas alineaciones de genes resultantes, está claro que muchas iban a resultar excelentes. El beneficio, pues, para sus genes no podía ser mayor. 

Los genes de la mujer, por otra parte, ¿qué podían esperar del sexo? Lo más que podían esperar era un hijo por año y solo durante unos treinta y cinco años, como máximo, de fertilidad. Y esto, como sabemos, es una exageración . 

En la práctica, cualquier mujer con un número superior a cinco hijos podía darse más que por satisfecha . 

La conclusión es clara. Donde el hombre medio puede ser padre potencial de miles de descendientes a lo largo de una prolongada fertilidad , la mujer no puede aspirar a tener más de treinta y cinco. 

LA MUJER PROMISCUA NO SIRVE BIEN A SUS GENES 

Como hemos visto, el riesgo del sexo indiscriminado es más alto en la mujer que en el hombre. Y sus recompensas potenciales, mucho más reducidas . 

Un equipo de genes que programase al cuerpo de la mujer en que resi den para practicar sexo indiscriminado, se estaría exponiendo a muchas cosas. Por un lado, se estaría exponiendo a realizar malas alineaciones con genes de hombres pobremente cualificados, las cuales obstaculizaron las mejores alineaciones. Otro riesgo sería que el hombre abandonase a la mujer a su suerte con un niño, debiendo afrontar todos los problemas que esto generaría para ella y su descendencia. Además, con cada embarazo, la mujer corre el peligro de morir. 

Es una exageración porque, en la práctica, ningún cuerpo femenino es capaz de soportar la carga de treinta y cinco partos seguidos. Además, hacerse cargo de treinta y cinco hijos resulta muy difícil, especialmente si estos son de padres diferentes que se niegan a hacerse cargo de ellos. Siempre desde la perspectiva de sus genes, claro está. 

Los años de fertilidad de un hombre son muchos más que los de una mujer, al no tener que sufrir ninguna menopausia. Además, en tanto que la mujer únicamente produce un óvulo por mes, el cuerpo de un hombre es capaz de producir millones de espermatozoides cada día. La diferencia en potencial reproductivo resulta, por lo tanto, abismal. 

 Si son realistas en sus cálculos, los genes de una mujer no pueden esperar más de cinco hijos por su parte. Si no lo son, pronto serán sustituidos por otros que lo sean.  

Por ello, una mujer que en el pasado hiciese un uso negligente de los escasos “cartuchos de procreación” que le ha proporcionado la naturaleza no estaría dando las mejores oportunidades a sus genes. En otras palabras, no estaría garantizando a sus genes “el mayor número posible de excelentes alineaciones”, ni en el presente ni en el futuro. Al menos, no lo estaría haciendo tan bien como otra que sacase más partido de su escasa y valiosa capacidad reproductiva, maximizando las posibles ganancias y minimizando los posibles riesgos de cada relación sexual. 

Y, cuando se trata de selección natural, no hacerlo tan bien como alguien ya sabemos en lo que desemboca. Generalmente en que, con el tiempo, ese alguien acaba ocupando tu lugar. 

LA MUJER SELECTIVA SE IMPUSO EN LA EVOLUCIÓN 

Aun cuando en el pasado haya habido máquinas de replicación y supervivencia femeninas programadas para comportarse de un modo muy promiscuo, otras máquinas con programas mejor adaptados a su situación no tardarían en reemplazarlas. 

Mientras las máquinas promiscuas femeninas alineaban sus genes con los de máquinas masculinas que no ofrecían garantía alguna de calidad, ventajas especiales o de asistencia, otras máquinas más selectivas diseñan sistemas que las ayudaban a “dar en el blanco” cada vez que usaban uno de sus cartuchos reproductivos. Estos sistemas de selección les proporcionaban una cierta seguridad de que las máquinas masculinas con que se aparean contaban con buenos genes. Paralelamente, también hacían más probable el que aquellas seleccionadas contasen con recursos adicionales y estuviesen además dispuestas a asistirlas durante el difícil periodo de la cría de su progenie . 

No hace falta devanarse los sesos para darse cuenta de cuál de los dos programas femeninos podría, a la larga, garantizar el mayor número posible de excelentes alineaciones de sus genes. Tarde o temprano, pues, aquellos genes que programasen a sus mujeres para ser selectivas acabarían impo niéndose a aquellos que promovían el sexo indiscriminado. 

Algo que, indefectiblemente, acabaría dando lugar a lo que se conoce por Factor Fulana . 

Calidad de los genes en el compañero sexual, una situación ventajosa y asistencia por parte de un hombre, son pues los tres objetivos básicos de la estrategia sexual de la mujer. Sin embargo, como veremos más adelante, la satisfacción de dichos objetivos no tiene por qué obtenerse de las mismas fuentes. 

Ver FACTOR FULANA 

LOS HOMBRES SE COMPORTAN COMO ESPERMATOZOIDES; LAS MUJERES, COMO ÓVULOS 

Dadas las diferentes características en el hombre y la mujer, ambos sexos desarrollarían estrategias reproductivas diferentes. 

En la práctica, la mujer estaba destinada a convertirse en un recurso sexualmente escaso, y el hombre en uno abundante. Y esto sería así aun cuando hubiese un número similar de hombres que de mujeres. 

A fin de cuentas, la mujer solo es fértil en un periodo concreto del mes, en tanto que el hombre lo es siempre. Ella deja de serlo una vez es fecundada, al menos durante nueve meses, en tanto que el hombre no encuentra este problema. 

Así, del mismo modo que los espermatozoides no seleccionan al óvulo, los hombres competirán unos con otros prácticamente por cualquier mujer fértil y sana . Las mujeres, en cambio, tenderán a comportarse de un modo mucho más selectivo, como el de los óvulos. Tal estrategia reproductiva, les llevaría a buscar tres cosas en el hombre por encima de todo: 

Buenos genes 

Estatus u otra capacidad para ofrecerles una posición ventajosa . Protección y asistencia 

Si consideramos que la capacidad reproductiva del hombre es vastísima mientras que la de la mujer se ve drásticamente limitada, ¿qué es lo que más interesa a la perpetuación de los genes de ésta? ¿No deberá sacar el mayor partido de su capacidad reproductiva y no “desperdiciar cartuchos”? Si malgasta su reducida capacidad procreadora con hombres de “baja calidad”, sus genes se verán en serias dificultades para sobrevivir y propagarse, especialmente si tenemos en cuenta que deberán competir con aquellos de otras hembras que se hayan aliado a los de machos de alto valor genético o, utilizando un término al que volveremos más tarde, Machos Alfa. Por supuesto, será deseable que el macho sea joven y esté sano para poder ofrecer su atención a la hembra más eficazmente y durante más tiempo. Y, cómo no, resultará necesario que sea fértil. Pero, como ya hemos visto, si la mujer limitase su proceso de selección a estos dos únicos requisitos, no podría ofrecer a sus genes las mejores oportunidades de supervivencia y replicación. Si en lugar de tomar la perspectiva de los genes particulares de hombres y mujeres, tomáramos la de la especie en general, es fácil reparar en lo que sería una estrategia interesante: que los genes de los Machos Alfa fecunden a la mayoría de las hembras, para que la especie pueda superarse y adaptarse al medio con mayor velocidad. Vemos, pues, el sentido de pensar que, salvando unos pocos requisitos, la apuesta sexual de los machos de nuestra especie es la de la cantidad y diversidad, en tanto que la de las hembras debe basarse más en la calidad. Su actitud sexual se basará, más que en perseguir como la del hombre, en descalificar y seleccionar. De ahí el título Los hombres se comportan como espermatozoides; las mujeres, como óvulos. 

Para el hombre, ciertas formas, colores, sensaciones táctiles, olores y sonidos parecen jugar un papel fundamental en sus mecanismos de atracción. En general, todos estos rasgos se suelen asociar a la fertilidad, salud y juventud, rasgos todos que resultan de la mayor utilidad a los genes de un hombre a la hora de perpetuarse a través del apareamiento con una mujer. Si esta es joven, fértil y está sana, sus posibilidades de supervivencia y propagación de sus genes aumentan drásticamente.  

DESCALIFICAR ES MÁS IMPORTANTE QUE SELECCIONAR 

Hemos visto que la mujer tiene que seleccionar, y los criterios que utiliza para hacerlo. Sin embargo, descalificar es mucho más importante aún que seleccionar. 

La razón es simple. Aun cuando no elija al mejor candidato, sus genes tienen aún una oportunidad de sobrevivir y replicarse, siempre que supere unos mínimos de calidad. Ahora bien, ¿qué ocurriría si, debido a algún error, dejase “colarse” en el proceso de selección algún candidato claramente erró? Si este logra fecundar, acaparará durante un largo tiempo su capacidad reproductiva, asestando un costoso golpe a sus genes. 

Por ello, ante la menor duda, la mujer tiende a descalificar. También podríamos decir que la mujer selecciona, pero solo dentro del grupo de hombres que no han sido descalificados previamente. 

En este sentido, su proceso de selección no es perfecto. Dado su carácter sobreprotector, no asegura siempre el triunfo del mejor candidato. Sí le ofrece a la mujer, no obstante, muchas garantías de que ningún candidato totalmente “no apto” pueda tener hijos con ella. A fin de cuentas, el que esto ocurra supone un riesgo tan grave para sus genes, que por descartar vale la pena exponerse al “mal menor” de eliminar de la competición a algunos hombres excepcionalmente válidos . 

Esta es la razón de que, cuando cometas un grave error con una mujer, a menudo valdrá más la pena empezar con otra desde cero que tratar de enmendar dicha falta . Por supuesto, esto se refiere solo al proceso de seducción, nunca a relaciones serias. 

SELECCIÓN NATURAL Y SELECCIÓN SEXUAL 

Al hablar de la estricta selección que la mujer lleva a cabo en el hombre, podríamos extender el principio a la selección que las hembras llevan en los machos dentro de numerosísimas especies de animales. Hacerlo nos resultará más cómodo para explicar esto. 

Ahora bien, ¿sabes en qué desembocó este talante tan selectivo de las hembras? 

Desembocó en lo que se conoce por Selección Sexual. 

No es difícil de entender. Imaginemos solo lo que ocurriría si dicha mujer escogiese a alguien cuyos genes, simplemente, carecieran de lo necesario para prosperar en un entorno concreto. Escoger a un hombre que no está dispuesto a hacerse cargo de ella supone, si no cuenta con ningún otro que lo haga, otro gran error. Aun cuando los genes del hombre que la fecunda sean aptos, ¿qué utilidad se encuentra en ello si su progenie no llega a alcanzar la madurez adulta para que estos genes puedan, de nuevo, sobrevivir y replicarse? 

También es la razón de que el Interruptor de Preselección ejerce tal poder de influencia sobre la mujer, tanto cuando se trata de Preselección Positiva como Negativa. Ver PRESELECCIÓN  

Como bien saben los científicos que estudian la evolución, hay dos tipos de selección: la Selección Natural y la Selección Sexual. Y, los criterios de que se sirven no son siempre idénticos. 

En la práctica, esto se traduce en que los machos que dejan sus genes a la posteridad no son siempre aquellos mejor preparados para un entorno físico concreto. No importa cuán preparados se encuentren los genes de un macho para sobrevivir, si estos no son capaces de lograr que al menos una hembra lo elija sobre otros . 

Por ello, la evolución de muchas especies como la nuestra se encuentra sometida a dos presiones fundamentales. La presión que ejerce el entorno físico sobre la supervivencia de los individuos y la presión que ejerce el proceso selectivo de las hembras sobre la descendencia de éstos. 

La razón por la que las hembras podrían elegir un rasgo menos apto que otro para un medio es compleja, pero trataré de ofrecer una explicación para salir del paso. 

Inicialmente, las hembras elegirían sólo rasgos útiles para un medio concreto, pues aquellas que lo hiciesen contarían con una ventaja evolutiva sobre las otras. En principio, esto podría consistir en dientes más afilados, una cornamenta más desarrollada o una cola más larga. 

Al cabo de un cierto número de generaciones, todas las hembras seguirán un criterio similar, que podría traducirse en una instrucción de sus genes como esta: “quédate con el de la corna menta —o colmillos, o cola— más desarrollada”. Esto daría lugar a que las cornamentas más pequeñas fuesen desapareciendo de la reserva de genes común (o acervo genético) de la especie y a que la instrucción “más grande” diese lugar a elegir machos con mayores cornamentas. 

La pregunta es: ¿podría superarse el límite de tamaño de lo que es idóneo para sobrevivir en un entorno? Es decir, ¿podría llegarse a algo terriblemente aparatoso que jugase un papel más negativo que positivo en la supervivencia? 

La respuesta es un rotundo sí. Lo haría porque, aun cuando aparecen hembras con genes “más sabios” que les llevasen a elegir machos con una cornamenta de menor tamaño, estas verían gran parte de su descendencia por parte de las otras hembras que no habrían adoptado tal criterio y, por lo tanto, no seleccionarán a sus descendientes masculinos. 

Por supuesto, habría un límite. Se llegaría a un punto en que elegir una cornamenta demasiado desarrollada se vería más penalizado por las condiciones del entorno que premiado por las hembras, y no compensa. Es decir, se alcanzaría un momento en que el castigo impuesto por la Selección Natural fuese mayor que la recompensa ofrecida por la Selección Sexual. Finalmente, cabe esperar que se alcanzaría algún tipo de equilibrio entre ambos. 

Pero, como hemos visto, dicho equilibrio no consiste necesariamente en “lo mejor adaptado al medio”. Siempre, claro está, que no consideremos a las hembras como parte de dicho medio. Dicho sea de paso, hay numerosos casos en la naturaleza de “Accesorios Sexuales”. Quizás uno de los más espectacularmente inútil sea la cola del pavo real. Inicialmente, las hembras de dicha especie se podrían haber decantado por colas más amplias, ya que reflejaban buena salud o mayor capacidad para huir de los depredadores. Échale un vistazo a algún pavo real y comprueba por ti mismo en qué ha desembocado dicha tendencia. 

Vemos claramente, pues, cuál de los dos sexos es el responsable de la moda, y por qué.  

¿MONÓGAMOS O POLÍGAMOS? 

Con independencia de nuestro condicionamiento cultural, que juega un papel decisivo en nuestra especie, muchos científicos se han preguntado si, originariamente, evolucionamos como una especie monógama o polígama. 

Aunque el tema parece algo complejo, hay un rasgo en nuestra especie que también se da en aquellas que consideramos polígamas: el dimorfismo sexual. 

Básicamente, esto quiere decir que existe una diferencia física sustancial entre ambos sexos. 

Como hemos indicado, el que dicha diferencia se encuentra acentuada en nuestra especie hace que nos parezcamos a todas aquellas especies poligénicas, donde unos pocos machos fecundan a la mayoría de la progenie. Dicho dimorfismo, dicho sea de paso, suele venir marcado por la propia selección sexual. 

EL MITO DE LA SEDUCCIÓN UNISEX 

Si hombres y mujeres parten de estrategias reproductivas tan radicalmente distintas, si sus mecanismos de atracción se activan de forma tan diferente, ¿cómo ha podido alguien concebir siquiera la idea de crear un sistema de seducción que resulte válido tanto para seducir a hombres como a mujeres? 

Pues bien, por increíble que resulte, las tentativas de hacerlo se han dado con mayor frecuencia de lo que podría imaginarse. Los fracasos, como era de esperar, también lo han hecho. Y de forma estrepitosa. 

Puede que tú, como yo, hayas sido uno de esos ingenuos que creyeron que la igualdad era también aplicable al terreno de la atracción. Si has inver 

No creo que haga falta ser muy brillante ni demasiado observador para darse cuenta de que la sexualidad del hombre y la mujer funcionan de forma diferente. Ya nadie discutirá que hombres y mujeres funcionan de manera distinta en la cama. De hecho, existen numerosos libros y vídeos educativos sobre cómo sacar el mayor partido sexual del hombre y de la mujer, tratados cada uno de forma particular y diferenciada. Incluso en las relaciones se acepta claramente que hombres y mujeres tienen necesidades distintas, como deja claro la obra Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus. ¿Por qué, pues, no iban a ser claramente diferenciables los comportamientos sexuales previos al intercurso sexual del hombre y la mujer? 

Y, sin embargo, la mayoría de libros publicados hasta la fecha que abordan el tema de la seducción o la atracción parecen empeñados en adoptar una perspectiva unitaria, monocrómica y miope.Con todo, el que la atracción no se rige por los mismos mecanismos en el caso de hombres y mujeres se trata de un hecho más que constatado. 

Por un lado, encontramos un consumo elevadísimo de material pornográfico y prostitución por parte de los hombres, así como una explotación absoluta del cuerpo de la mujer en los produc tos destinados al consumo propio del hombre.  

Si tuviste tiempo y dinero en alguna de esas obras puede que, como yo, te hayas sentido defraudado. 

Por suerte, las cosas han cambiado. Nos hemos centrado en la atracción desde una perspectiva únicamente femenina. La mayoría de los consejos que encuentres en este libro se basan en el comportamiento real de las mujeres reales. Especialmente, aquel de lo que se conoce por “Tías Buenas” con el que tú y yo nos encontramos a diario. Es por ello que nuestras técnicas y principios funcionan realmente . 

EL ESPEJISMO DE LA CONCIENCIA 

Vamos a abordar muy pronto aquello que activa el mecanismo de atracción en la mujer. Sin embargo, antes de hacerlo debes entender que los seres humanos somos máquinas complejas, para las que rara vez se pueden encontrar respuestas simples. 

A menudo no nos entendemos a nosotros mismos. Esto es algo que resulta particularmente cierto en el caso de las mujeres y que se acentúa más, si cabe, en lo referente a aquello que las atrae. 

Si les preguntas, muchas de ellas te dirán que buscan ciertas cosas en un hombre, pero responderán a otras muy distintas. Ocurrirá aun cuando te contesten con sinceridad . 

De forma también muy frecuente, se darán conflictos entre sus distintos deseos, necesidades y programaciones. De algún modo, existe esa imagen que ellas tienen de sí mismas a nivel consciente o superficial. Es la imagen de su persona que se ofrecen a sí mismas y, en algunos casos, también al 

Por otro lado, aquello hacia lo que la mujer de nuestros días se siente sexualmente atraída se nos presenta de un modo algo más difuso. Hay prostitución de hombres para mujeres, pero es muchí simo más escasa y además no suele basarse únicamente en el mero intercurso sexual, como ocurre en el caso de los hombres. Vemos que en los productos dirigidos a la mujer, los cuerpos de TBs se explotan tanto como los de hombres atractivos, si no más. Otro fenómeno de carácter sexual muy acentuado es el “efecto fan”. ¿Habéis visto alguna vez hombres que se agolpan gritando histéricamente y tirándose de los pelos para oír a su cantante favorita? Por supuesto, las mujeres no son las únicas que se sienten atraídas sexualmente por su estrella favorita pero, a diferencia de los hombres, esta devoción sexual parece mucho más exclusiva. 

En realidad, no ha sido hasta muy recientemente que al apasionante tema de la seducción ha empezado a dársele un tratamiento diferenciado. Los Aven son los primeros seductores científicos que se han encargado de hacerlo. Aunque por razones obvias sus descubrimientos se están aplicando de momento al ámbito práctico, no me cabe ninguna duda de que en un futuro muy cercano serán estudiados en profundidad por otras comunidades científicas. 

Esto es solo una observación general que no pretende ser válida en todos los casos. Conozco mujeres que se conocen en un grado admirable. En general, las mujeres inteligentes tienden a entenderse mejor, y es de esperar que mejor lo hagan cuanta mayor sea su experiencia.  

resto del mundo. La programación social a la que están expuestas es, en gran medida, la responsable de dicho autoconcepto. 

Sin embargo, esta imagen consciente que ellas tienen de sí mismas a menudo ignora las corrientes profundas de anhelos y deseos que, cuando se dan las circunstancias adecuadas, terminan por tener un efecto decisivo en su comportamiento. 

Para entender cómo y de dónde provienen estas fuerzas y el origen de sus conflictos interiores entre sus diferentes impulsos, te vendrá bien conocer un poco la Teoría del Cerebro Triuno. 

EL CEREBRO TRIUNO 

Como ocurre con muchos otros objetos de estudio, la anatomía del cerebro se torna mucho más clara y llena de sentido cuando se estudia a la luz del proceso evolutivo que la originó. Adoptando esta perspectiva, el científico del cerebro Paul MacLean llegó a la conclusión de que el cerebro humano consta, por así decirlo, de tres capas o niveles: 

El cerebro reptiliano (instintivo). 

El cerebro mamífero o límbico (emocional). 

El cerebro nuevo o neocórtex (intelectual). 

Estos tres cerebros han evolucionado en el orden expuesto, y se han ido superponiendo el uno sobre el otro como las capas de una cebolla. Aunque están interconectados, pueden actuar con cierta independencia o imponerse unos a otros. 

Por lo general, son las capas más antiguas las que controlan a las más modernas. La razón es que aquellas se encuentran bajo un control más directo de los genes, por lo que a estos les conviene conferirles una mayor autoridad. 

Por eso, aunque creas que tu comportamiento se basa en razonamientos que has llevado a cabo libremente, a menudo es tu intelecto el que trabaja para buscar argumentos y justificaciones de impulsos más primarios que encuentran su origen en tus cerebros más antiguos. 

LAS FUNCIONES DE LOS TRES CEREBROS 

En general, podríamos decir que los tres cerebros de los que hemos hablado se corresponden con tres inteligencias o formas distintas de enfrentarse al mundo y responder ante los retos de la vida cotidiana. Así, podría mos decir que: 

El cerebro reptiliano controla nuestros instintos y funciones más básicas. Cosas como la frecuencia cardiaca, reacciones como “pelea o escapa”, el instinto de supervivencia, de territorialidad o el deseo sexual en su forma más básica parten de esta mente reptiliana que generalmente  

comparten los animales vertebrados. También es el encargado de producir ciertas reacciones automáticas e involuntarias, caracterizadas por la rapidez con que se llevan a cabo. Es, pues, muy fidedigno, pero tiende a comportarse de forma rígida y compulsiva. Apareció hace unos quinientos millones de años en los peces, continuó su desarrollo en los anfibios y alcanzó su estadio más avanzado en los reptiles. 

El cerebro mamífero o límbico es el encargado de regular las emociones, la memoria y las relaciones sociales. Cosas como la ira, el afecto, la alegría y el miedo no pueden explicarse sin este cerebro. También es el que origina ciertos raptos emocionales involuntarios como la risa, el lloro o los arrebatos de furia o pánico. Es, además, la sede de los juicios de valor llevados a cabo de forma inconsciente, pero que ejercen una enorme influencia sobre nuestro comportamiento. Se originó por vez primera en pequeños mamíferos, hace unos ciento cincuenta millones de años. 

El cerebro nuevo o neocórtex es la parte más nueva de nuestro cerebro. Es la responsable del pensamiento abstracto, con sus análisis y razonamientos complejos, de la imaginación y el pensamiento creativo. Cosas como hablar, leer, llevar a cabo una operación matemática, una deducción o inventar algo no pueden explicarse sin ella. Seguramente la conciencia también depende de dicha parte del cerebro. Por otra parte, sin él tampoco se habrían desarrollado las diversas culturas. 

Empezó a expandirse de forma espectacular en los primates, hace solo unos dos o tres millones de años, para culminar en el cerebro humano. 

LOS CONFLICTOS INTERIORES 

El problema de estos tres cerebros es que son de naturaleza muy distintas y, a menudo, no se comunican o entienden demasiado bien. Es por ello que a veces hay cosas que rechazamos a un nivel pero aceptamos o nos atraen a otro. 

Acaso una persona te caiga mal o no te guste su forma de pensar, pero no puedas evitar mirarla. Quizás algo te produzca pena, pero seas consciente de que debes hacerlo no obstante. O puede que estés intelectualmente comprometido con una actitud pacífica de calma pero, en ciertas situaciones, sufras raptos de ira, pánico o estrés. O que, en un momento de peligro, tu cerebro reptil te lleve a dar un salto o realizar cierto movimiento antes de que tus otros dos cerebros tengan siquiera la posibilidad de procesar lo que ocurre. 

Todo esto son ejemplos de conflictos entre tus tres cerebros. Con toda seguridad has experimentado muchos más a lo largo de tu vida, por lo que no te costará trabajo imaginarte otros. 

Además, como ya hemos dicho antes, en estos conflictos los cerebros más antiguos tienen las de ganar, al menos sin el entrenamiento adecuado. Si no me crees, piensa en lo difícil que te resulta dejar de mirar o pensar en una  mujer que te atraiga sexualmente. O en lo mucho que te cuesta recuperar el estado de calma habitual cuando estás nervioso, asustado o estresado por algo que te acaba de ocurrir o está a punto de hacerlo. Y esto te sucederá aún cuando entiendas que te conviene sustituir por otras dichas reacciones . 

LA ATRACCIÓN NO SE DA A NIVEL INTELECTUAL 

Pues bien, mi querida Máquina de Supervivencia y Replicación de Cerebro Triuno, tengo noticias frescas para ti. Si quieres aprender a atraer a las mujeres, debes ser capaz de comunicarte con la parte más profunda de su persona. En otras palabras, debes empezar a comunicarte mejor y más directamente con tus mentes instintivas y emocionales. 

Esto es así porque la atracción se lleva a cabo sobre todo a estos dos niveles. De hecho, la mera conexión intelectual rara vez produce atracción en nuestro mundo. Y, si lo hace, esto ocurre de forma muy lenta. 

Piénsalo. No importa cuánto estés de acuerdo con una persona ni cuán admirable te parezca su forma de pensar o sus razonamientos. Si se trata de una mujer mayor, flácida, arrugada y peluda, seguramente seguirán prefiriendo acostarte con esa vecinita que es gogó de discoteca. 

Pues bien, a las mujeres tampoco las vas a convencer con argumentos de que se sientan atraídas por ti. La atracción la tienes que crear a nivel profundo, comunicándote con esas otras partes más profundas de ellas, de las que a menudo ni siquiera son conscientes. 

EL CEREBRO COMO ORNAMENTACIÓN SEXUAL 

Hemos dicho que la atracción no se da a nivel intelectual, pero ¿quiere eso decir que el cerebro no juega papel alguno en el cortejo de nuestra especie? Parece que lo cierto es, precisamente, todo lo contrario. No es ya que el cerebro humano resulte útil como reclamo sexual: es que, según parece, hay partes en él que no cumplen otra función. 

En otras palabras, la evidencia apunta a que el cerebro en los humanos ha alcanzado grados de desarrollo completamente innecesarios si descartamos su función procreadora. Vamos, que el cerebro se ha desarrollado en nuestra especie de manera similar a como lo ha hecho la cola del pavo real. 

Son ya muchos los científicos que sostienen esto. Geoffrey Miller, en su libro The Mating Mind, lleva a cabo un profundo análisis de las funciones 

 Si quieres realizar un experimento rápido y seguro que te demuestre rápidamente cómo tu cerebro reptil puede secuestrar tu neocórtex, pide a alguna persona en la que puedas confiar que acerque la mano rápidamente la palma de su mano a tu cara como si te quisiera dar una bofetada en la nariz. Verás cómo, aunque sepas que no te va a pegar realmente, te cuesta mucho esfuerzo no parpadear.  

de nuestro cerebro y llega a dicha conclusión. Que, a diferencia de lo que ocurre en el caso del pavo real, en nuestra especie la ornamentación sexual ha evolucionado internamente. Y es en este sentido que el cerebro humano ha trascendido su función como herramienta de mera supervivencia para convertirse en ornamentación sexual. 

CONFLICTO DE PROGRAMACIONES 

Uno de los problemas de nuestra cultura es que, a menudo, nuestro programa social entra en conflicto directo con el genético. Así, se espera de los hombres que sean felices en una relación monógama y que las mujeres escojan como parejas a hombres que carecen de las cualidades necesarias para atraerlas. 

Resulta, pues, natural que ambas programaciones entren en conflicto con frecuencia. 

EL MECANISMO DE ATRACCIÓN EN LA MUJER 

Como ya hemos visto no hace mucho, la mujer parte de una estrategia reproductiva, cuando no opuesta, sí al menos muy distinta de aquella del hombre. 

Como es de esperar, su mecanismo de atracción también se activará de modo diferente. La gran pregunta es: ¿estamos ahora en condiciones de establecer qué es lo que atrae sexualmente a las mujeres? 

De momento ya hemos anticipado que, cuando se trata de reproducirse, a los genes de la mujer les interesa obtener sobre todo tres cosas : . Buenos genes 

Estatus u otra capacidad para ofrecerles una posición ventajosa . Protección y asistencia 

La idea es que estos puedan obtener el mayor número posible de excelentes alineaciones. Como es lógico, las probabilidades de que esto ocurra 

Podríamos añadir una cuarta, derivada del hecho de que para la mujer es más importante descalificar que seleccionar. Es decir, podríamos decir algo así como: : Máximas garantías de que no se trata de un candidato claramente equivocado. Al hacerlo, estaríamos enfatizando la importancia de no ser descalificado por ninguna mujer. Sin embargo, creo que obsesionarse con no ser descalificado por cualquier mujer concreta partiría de un marco mental erróneo. Por suerte o desgracia, esto va a ocurrir muchas veces y a menudo dependerá de factores sobre los que no tienes control alguno. Por ello, prefiero que te centres más en cultivar las cualidades positivas que atraen a las mujeres, que en eliminar aquello que podría hacer que una mujer concreta te descalifique. Aunque a corto plazo pagues por ello un pequeño precio, a la larga te proporcionará un éxito mayor. Por otra parte, a medida que vayas adquiriendo experiencia, te librarás mejor y desarrollarás una sensibilidad especial para todo aquello que, en general, puede hacer que te descalifiquen.  

aumentarán si los genes de la mujer se alinean con alineaciones exitosas. Por otra parte, también lo harán tanto si ella como su descendencia se benefician de una situación particularmente ventajosa. Resultará crucial, asimismo, que la mujer cuente con asistencia y protección por parte del hombre. 

En principio, pues, es de esperar que estas tres cosas generen algún tipo de atracción en la mujer. Por otra parte, no hay razón para descartar que, si una mujer solo encuentra una o algunas de ellas en un hombre, trate consciente o inconscientemente de obtener aquello que le falta de otro distinto. 

VSR: VALOR DE SUPERVIVENCIA Y REPLICACIÓN 

Si pudiésemos resumir todo aquello que atrae a la mujer en un solo concepto, ¿cuál elegimos? 

Te recomiendo que le eches un vistazo al siguiente: VSR. VSR quiere decir, simplemente, Valor de Supervivencia y Replicación. En otras palabras, las garantías que puede ofrecer un hombre a los genes de la mujer de sobrevivir y replicarse. Ahora y en el futuro. 

A mayores garantías, mayor VSR. 

Así, unos buenos genes son sinónimo de buenas alineaciones potenciales, y esto representa mayor capacidad de replicación y supervivencia de las alineaciones resultantes. Una actitud protectora, la posesión de medios o un gran poder por parte del hombre también va a jugar un papel importantísimo en el futuro de los genes de cualquier mujer. 

Es decir, todo aquello que indique que eres capaz de ayudar a una mujer a crear mejores máquinas de supervivencia y replicación o que puedes proporcionarles una ventaja competitiva adicional sobre las otras, va a aumentar el VSR que ella percibe en ti. Este, pues, podemos decir que se compondrá sobre todo de los tres elementos ya citados: 

Buenos genes 

Estatus u otra capacidad para ofrecerles una posición ventajosa . Protección y asistencia 

EL VSR DEL HOMBRE Y DE LA MUJER SE BASA EN ELEMENTOS DISTINTOS 

Si después de todo lo visto te dijera que a los hombres nos atrae lo mismo que a las mujeres, ¿te sentirás engañado? 

Pues bien, aunque podría decírtelo, en realidad solo se trataría de un mero juego de palabras. Es decir, los genes nos han programado para perseguir cosas distintas en nuestros compañeros sexuales, según seamos hombres o mujeres. Sin embargo, todas ellas obedecen a un mismo concepto: VSR.  

A fin de cuentas, el VSR no es más que la medida de las garantías que nos da nuestro compañero sexual de obtener el mayor número posible de excelentes alineaciones. 

Lo único que ocurre es que, al contar con estrategias reproductivas distintas, lo que proporciona un elevado Valor de Supervivencia y Replica ción varía en función de nuestro sexo. Las razones ya las conocemos. 

En definitiva, ya hemos visto que todo aquello que indique que eres capaz de ayudar a una mujer a crear mejores máquinas de supervivencia y replicación o que puedes proporcionarles una ventaja competitiva adicional sobre las otras, va a aumentar el VSR que ella percibe en ti. 

LA MUJER CUALQUIERA PARTE CON UN VSR SUPERIOR AL DEL HOMBRE CUALQUIERA 

Cuando te atrae una mujer, una parte de ti la está dotando de un alto VSR. Si ella se siente atraída hacia ti, ocurre prácticamente lo mismo. En general, las mujeres son un bien escaso, por lo que a priori su VSR es más alto que el de la mayoría de los hombres. 

Supongo que esto no te sorprende. Hombres hay muchos y, en principio, un puñado de ellos bastaría para fecundar a todas las mujeres fértiles del mundo. En otras palabras, la necesidad es menor, con lo cual la demanda también es menor. Por ello, una mujer cualquiera sirve mejor a los genes de un hombre cualquiera que a la inversa. 

Pues bien, El Juego se basa en el intercambio de VSR percibido. Si, como yo, encajan dentro de lo que se conoce por “hombre corriente”, tu VSR percibido será bajo a priori. Esta, y no otra, es la razón de que las mujeres no se hayan estado arrojando a tus brazos nada más verte. 

Pero no te preocupes. Puesto que la situación es esta, tu finalidad en El Juego no será otra que la de elevar dicho VSR percibido tanto como sea posible. 

Ahora bien, ¿cómo hacer esto? Parece que vamos contando con más pistas. Para aproximarnos aún más, quizás debamos echar un pequeño vistazo al reino animal. Y a lo que dentro de él se conoce por “Macho Alfa”. 

EL MACHO ALFA 

Cuando hablamos del Macho Alfa, todas las leyes se invierten. De repente, lo masculino es lo escaso, lo perseguido, lo codiciado. Ahora bien, ¿a qué nos referimos cuando usamos el término “Macho Alfa”? 

Las AVEN acuñaron hace años este término. Se inspiraban en el macho o machos dominantes de muchas especies de animales. En dichas especies, uno o pocos machos se aparean con la mayoría de las hembras de su manada  o comunidad, en tanto que el resto debe conformarse con ninguna o muy pocas hembras. 

Cuando se trata de estos animales, la mayoría de los machos se encuentran en esta situación hasta que alguno de ellos puede ocupar el puesto de algún macho dominante. Esto ocurre ya sea como consecuencia de la desaparición o retirada de este, ya sea tras haberle arrebatado el puesto por medio de alguna clase de competición . 

Cuando hablemos de verdaderos hombres, a menudo utilizaremos “Macho Alfa” para referirnos a la mala caricatura de Hombre Alfa al que las mujeres todavía responden sexualmente, al igual que los hombres aún respondemos al tamaño de los pechos, pese a los avances de la cirugía. Para algunos y algunas, podría incluso traducirse por algo así como “Macho Ibérico” o “Machito Hispánico”. 

EL HOMBRE ALFA 

La razón por la que hemos “importado” el término Alfa para estudiar los mecanismos de atracción en nuestra propia especie es el habernos dado cuenta de las similitudes que esta guarda, en términos de comportamiento sexual, con las de los citados animales. 

No hace falta ser muy observador. Seguramente también tú te habrás dado cuenta de que, desde una edad muy temprana y en toda clase de grupos, son unos pocos hombres los que gozan del interés sexual de la mayor parte de las mujeres. De forma simultánea, la inmensa mayoría restante se ve en serias dificultades para simplemente retener la atención de algunas personas del sexo opuesto. 

De ahí que, desde el punto de vista sexual, nada resulte tan interesante para el hombre que ser percibido como uno de esos machos dominantes o Macho Alfa. Sin embargo, dada la complejidad de la naturaleza humana, los rasgos y condiciones que permiten asumir dicho rol en nuestra especie son mucho más complejos. Es por ello que consagramos a su estudio buena parte de este manual. 

En él, englobamos todos estos rasgos bajo el término de Hombre Alfa. 

Los documentales de canales especializados como National Geographic, Discovery Channel o aquellos que durante una larga temporada han ofrecido cadenas públicas como La en horario de sobremesa, están repletos de excelentes ejemplos que ilustran a la perfección la dinámica de apareamiento a la que nos referimos.

MACHO ALFA Y HOMBRE ALFA 

En general, con el término “Macho Alfa” trataremos de hacer alusión a los rasgos típicos del chulo de las cavernas. Podemos imaginarnos a un seudo gorila musculoso golpeándose en el pecho como King Kong mientras grita “¡unga unga!, o algo similar. En otros casos, el término se referirá al hechicero de la tribu que mantenía a está en suspenso con toda clase de patrañas sobre espíritus pasados y energías sobrenaturales. 

Pese a lo caricaturesco del término, no hay que olvidar que muchos de los rasgos típicos del Macho Alfa todavía funcionan a la hora de crear atracción. En cuanto al Hombre Alfa, como ya hemos y seguiremos viendo, el término lo usamos de diferentes formas, pero siempre con una intención más seria. 

EL HOMBRE ALFA COMO MÁXIMA EXPRESIÓN DE VSR 

Casi por definición, el Hombre Alfa es aquel que, de estar dispuesto a asistir y proteger a una mujer concreta y en igualdad de condiciones, proporciona un mayor VSR a dicha mujer. 

Nosotros vamos a servirnos del término en dos sentidos. A veces nos referiremos al Hombre Alfa desde la óptica de la apariencia. El término responderá a la pregunta: ¿qué hay que hacer para que parezca que poseemos un mayor VSR? Este es el enfoque que adoptaremos cuando nos refiramos al juego a corto plazo. 

En otras ocasiones, por el contrario, usaremos la expresión en un sentido más profundo. Entonces, esta nos servirá para responder a la pregunta: ¿qué hay que hacer para convertirse en un hombre superior? Y… ¿es esto posible? Dicha pregunta trasciende las puras apariencias y se centra en acercarnos tanto como se pueda al ideal de Hombre Alfa con el que todo Aven debe contar para no extraviarse en su camino. Se trata de una dimensión más espiritual, desde la que abordaremos el progreso de nuestro juego a largo plazo. 

VSR = VALOR + ROMANCE 

Para simplificar, a menudo nos referiremos al VSR, es decir, al Valor de Supervivencia y Replicación como, simplemente, Valor. En los casos en que no lo hagamos, con toda probabilidad estaremos hablando de Romance. 

Aunque puede englobar más cosas, ya hemos apuntado que podemos generalizar afirmando que el VSR se compone sobre todo de los famosos tres elementos tantas veces citados: 

Buenos genes 

Estatus u otra capacidad para ofrecerles una posición ventajosa . Protección y asistencia  

VALOR = VSR - ROMANCE 

El Valor es una parte del Valor de Supervivencia y Replicación. Hace, sobre todo, referencia a aquella parte del VSR relativa al Hombre Alfa. Es decir, tanto a todo lo que es inherente a los genes del Hombre Alfa como a aquellos otros rasgos que no lo son pero suelen acompañarle. En suma, el valor apunta a la calidad de los genes del hombre, pero también a su capacidad para proporcionar ventajas a estos. Engloba, por un lado, comportamientos, rasgos, creencias, perspectivas y actitudes del Hombre Alfa. Por otro, cosas que no son intrínsecas al Hombre Alfa, pero que este tiende a crear en torno suyo: jerarquía, posición social, Preselección por parte de otras mujeres, etc. 

Cuanto mayor Valor proyectemos, mayor calidad percibirán las mujeres en nuestros genes, o mayor capacidad para asistirlos. En este sentido, “demostrar o proyectar Valor” y “proyectar rasgos Alfa” serán prácticamente sinónimos. 

Como ya habrás adivinado, el valor se centra en los dos primeros elementos que los genes de la mujer aspiran a obtener de un hombre: . Buenos genes 

Estatus u otra capacidad para ofrecerles una posición ventajosa 

ROMANCE = VSR - VALOR 

Sin embargo, no todo se reduce al Valor, ya que algunos aspectos de la percepción de VSR que la mujer tiene de un hombre se basan también en la capacidad de este para generar Romance. 

Este define aquella parte del VSR que no queda cubierta por el Valor. Designa a componentes como el Confort, Confianza, Conexión Emocional, Caballerosidad y Predestinación en una interacción. Por el momento solo te diré que todos estos elementos están relacionados con las garantías que tiene la mujer de encontrar protección y asistencia por parte del hombre con el que se acuesta. Recuerda que, si dicho hombre reúne tales atributos, los genes de aquella van a poder sobrevivir y replicarse con mayor facilidad que si lo hiciera con un hombre descuidado, poco atento o sin sensibilidad ante sus necesidades. No hará falta, pues, que te diga que el Romance hace referencia al tercer elemento del VSR: 

 . Protección y asistencia 

No te preocupes si por el momento todo esto te suena un tanto extraño, pues más adelante estudiaremos todos estos conceptos en profundidad. 

LA FAMA, LA BELLEZA, EL DINERO Y EL PODER COMO MUESTRAS DE VSR 

Si eres de los que creen que las mujeres se sienten atraídas por cosas como la belleza, el poder, el dinero o la fama, déjame que te diga algo: estás en lo cierto. Y la razón es simple. 

Todas estas cosas revelan un elevado VSR. Además, lo hacen de múltiples formas . 

Digamos, por ejemplo, que un hombre en particular es guapo y apuesto. Por un lado, esto significa que su descendencia también será atractiva físicamente ( ), por lo que tendrá más posibilidades de replicarse en el futuro y de obtener mejores alineaciones genéticas . Pero, además, también significa que probablemente sus antepasados han sido atractivos, lo cual hace más probable, a su vez, que muchos de ellos fueran lo bastante Alta ( , ) como para atraer mujeres bellas. 

Si hablamos de hombres poderosos, el VSR que proyectan resulta más obvio si cabe. A fin de cuentas, en la época en que nuestra especie evolucionó, el poder no se heredaba: había que ganárselo . Esto demostraba tanto la posesión de excelentes genes ( ) como la capacidad de proporcionar a sus réplicas las mejores oportunidades ( ). 

En cuanto a la fama y a los medios (dinero), estos no eran más que fenómenos normalmente asociados a ciertas formas de poder y, por ende, a todo lo que éste conllevaba ( , ) . 

 Los documentales de canales especializados como National Geographic, Discovery Channel o aquellos que durante una larga temporada han ofrecido cadenas públicas como La en horario de sobremesa, están repletos de excelentes ejemplos que ilustran a la perfección la dinámica de apareamiento a la que nos referimos. 

 Para mostrarlo, pondré un , ó entre paréntesis junto a cada una de estas formas de ayudar a los genes de una mujer. , hará referencia al primer elemento del VSR (Buenos genes en el compañero sexual); , al segundo, y así sucesivamente. 

 Esto resulta especialmente cierto en el caso de la descendencia femenina, donde el atractivo físico es determinante a la hora de atraer a los mejores hombres. 

 Aun cuando se heredan ciertas cantidades de poder, ¿qué duda cabe de que sería extremadamente más difícil mantenerlo que hoy en día? ¿Qué duda cabe de que, quien lo lograse, debía trabajar casi tan duro por conservarlo como quien lo consiguiera desde cero? Es decir, si tenías medios, tu valía estaba más que clara, pues habías sido capaz de conseguir los y retenerlos ( ). Además, éstos te ayudarían a ofrecer ventajas adicionales a tu descendencia ( ). En cuanto a la fama, entendida como popularidad, ¿no había que poseer cualidades extraordinarias para obtenerla? ( ) ¿No saldrían ganando, pues, los genes que apostase por ella? ( , ) 

EL ATAJO: HAZTE UN AVEN 

No hay nada mejor para vencer a un oponente que ser grande, fuerte y rápido de reflejos. Ahora bien, si vivieras en un mundo hostil en el que hay que hacer constante frente al enemigo y no poseyera ninguna de estas cualidades, ¿qué harías? ¿Dejarte matar? 

Está claro que tú no habrías elegido una constitución enclenque y débil. Pero, si en tal situación alguien te dijera que puedes maximizar tus recursos aprendiendo Artes Marciales, ¿cómo reaccionarías? ¿No crees que te consagras grados a tu estudio para lograr sobrevivir? 

Seguramente tampoco has elegido no ser extremadamente apuesto, rico o famoso. Y, por supuesto, no hay nada como contar con alguna de estas cosas para llevarse de calle a las mujeres. Sin embargo, no puedes elegir ninguna de ellas, al menos en un plazo relativamente corto. 

Aquí es donde nuestras enseñanzas acuden en tu auxilio. Pues, al igual que las Artes Marciales pueden ayudarte a sobrevivir, las Artes Venusianas te asisten en tu misión de replicarte. Y… ¿recuerdas cuál era la finalidad básica de la vida? 

POR QUÉ LIGAN LOS AVEN 

Pongámoslo de un modo simple: los Aven han decodificado El Juego. Y a la mujer. 

Para entender lo que quiero decir, piensa en la película The Matrix. Si no la has visto, ya es hora de que lo hagas. 

En ella, algunos humanos han conseguido decodificar el programa en el que la humanidad vive inmersa, lo cual les permite manipularlo en su favor. Gracias a ello, pueden romper y desafiar todo lo que antes parecían principios físicos inamovibles. 

Pues bien, al Aven le ocurre algo similar. Todo aquello que le resultaba invisible como Frusco, se ha hecho de repente real y palpable. Cuanto le rodea ha cobrado, de repente, un nuevo sentido. Así, como alguien que asoma la cabeza a una nueva dimensión, es consciente ahora de lo que se oculta tras el telón. Percibe los hilos transparentes que gobiernan las acciones de la gente y, en especial, de las mujeres. Además, sabe cómo sacar partido a dicho conocimiento. 

Por decirlo en una frase: un Aven es al Juego de la Seducción lo que Neo y sus amigos son a The Matrix. 

 Por favor, que quede esto claro: hablo de “replicarte” metafóricamente. De hecho, a efectos de programación genética el mero hecho de mantener sexo a menudo ya cuenta como “replicación”. Espero, pues, que no se me malinterprete y que mis lectores no se lancen a repoblar un mundo al que, a decir verdad, no le faltan habitantes. 

LOS AVEN: MAESTROS DEL VSR 

En su libro, Padre Rico, Padre Pobre, Robert Kiyosaki nos dice que la riqueza no consiste tanto en una cantidad determinada de dinero como en un conjunto de habilidades aunadas por una filosofía financiera concreta. 

Con independencia de que su teoría sea cierta o no yo creo que, más que por otra cosa, el Aven se caracteriza sobre todo por su destreza a la hora de incrementar su VSR, acercándose mucho al máximo posible, así como por su capacidad para sacarle a este el mayor partido en términos de éxito con las mujeres. Y esto es así en cualquier situación en que te encuentres. 

Es, precisamente, esto lo que lo convierte en el seductor más eficaz que existe. 

RECAPITULEMOS SOBRE LOS PUNTOS IMPORTANTES 

Hemos visto que las mujeres necesitan de los hombres, sobre todo, tres cosas: 

 . Buenos genes 

 . Estatus u otra capacidad para ofrecerles una posición ventajosa . Protección y asistencia 

Estos son los tres elementos de lo que se conoce por Valor de Supervivencia y Replicación, o VSR. Al hablar del Valor y del Romance, hemos dicho que el Valor cubre por entero el primer y el segundo punto, ya que ambas tienden a darse juntas. El Romance, el tercero. Usamos el término VSR para medir la capacidad de cualquier persona de servir a los genes de otra en su misión de Sobrevivir y Replicarse. En el caso del hombre, su VSR viene prácticamente definido por los tres puntos citados. O, lo que es lo mismo, por la suma del Valor que es capaz de proyectar y del Romance que puede generar ante a una mujer concreta. 

Otra cosa que he mencionado es que las mujeres no siempre obtienen estos tres elementos de un mismo hombre. A menudo, el VSR que consiguen lo extraen de varios de ellos. 

Asimismo, capítulos atrás ha quedado claro que la mujer tiene que descalificar más aún que seleccionar. Decimos que descalificar cumple un papel más importante para la mujer porque, aun cuando esta no elija al candidato con mayor VSR, sus genes tienen aún una oportunidad de sobrevivir y replicarse asociándose con los de otro de cierta validez. Si, en cambio, deja pasar a un candidato no apto y este tiene hijos con ella, el cóctel genético resultante se perderá para siempre, por lo que sus genes habrán malgastado una de las escasas oportunidades con que cuentan para replicarse. 

He apuntado también que, aunque conviene tener esto en cuenta, obsesionarte con “no ser descalificado” puede perjudicarte más que otra cosa. Mucho más interesante te resultará asumir que vas a ser descalificado un cierto número de veces y estar preparado para, cuando esto ocurra, pasar de inmediato a la siguiente mujer. 

Además, has comprendido que las cualidades —belleza física, riqueza, fama, poder— que generalmente dotan a los hombres de un éxito extraordinario con las mujeres proyectan todas, de un modo u otro, un elevado VSR. Por último, has descubierto que las Artes Venusianas te permiten decodificar el juego y a la mujer. De ahí que, si te conviertes en un Aven, podrás comunicar que poseen un elevado VSR aun cuando carezcas de todas esas cualidades y transformarte, por tanto, en un imán para las mujeres. 

Aunque no te lo creas, ya has adelantado mucho. Solo por tener ciertas ideas claras, estás ya mucho más cerca de convertirte en un verdadero seductor que la mayoría de los hombres. 

Estás preparado, pues, para adentrarte un poco más en la psicología femenina. Para hacerlo vamos a echar, si te parece, un vistazo a las Fantasías Típicas Femeninas. 

FANTASÍAS TÍPICAS FEMENINAS 

Sabemos que los intereses del hombre y de la mujer difieren desde el punto de vista de sus genes. Hemos visto que la apuesta genética del hombre valora mucho la cantidad, mientras que la de la mujer se centra principalmente en la calidad de sus compañeros sexuales. 

Una vez entendido esto, no es complicado darse cuenta de la situación que mejor representaría los intereses de los genes en un hombre. Esta sería la de contar con un harén a su entera disposición, o cualquier otro equivalente. Resulta especialmente esclarecedor que esta sea también una de sus mayores fantasías. 

Y, ya que hablamos de fantasías, ¿cuál sería aquella que mejor definiría —y defendería— los intereses de los genes de cualquier mujer? Sabemos que estos intereses vienen expresados por un elevado VSR, y que este se expresa sobre todo en tres elementos . Conociendo esto y después de todo lo que hemos aprendido, podríamos aventurarnos a decir que en el argumento principal de dicha fantasía seguramente nos encontraríamos con ingredientes como: 

 . Procrear con un Hombre Alfa que dotase a su descendencia de un código genético con las mayores probabilidades de sobrevivir y replicarse. Que dicho Hombre Alfa contase con el Estatus y la situación que suele acompañar a esta clase de hombres. Esto permitiría dejar a su descendencia y, por lo tanto, sus genes en una posición claramente ventajosa frente a otros. 

 No hará falta que te repita que son: 

 . Buenos genes 

 . Estatus u otra capacidad para ofrecerles una posición ventajosa 

 . Protección y asistencia 

Que dicho hombre estuviera ciegamente enamorado de ella. Así, se darían las máximas garantías de que este estaría dispuesto a hacerse cargo de la mujer y sus pequeños, especialmente durante los periodos críticos en que son más vulnerables. Esto permitiría que ella pudiera seguir teniendo nuevos hijos y que estos llegaran a la edad adulta, permitiendo así a sus genes sobrevivir y replicarse más aún. 

No nos sorprenderá, pues, encontrar justamente estos tres elementos reunidos en la mayor fantasía femenina de todos los tiempos. En su representación más esquemática, dicha fantasía viene expresada en la fábula de La Cenicienta. Sin embargo, la misma fórmula mágica se ha visto coreada hasta la saciedad en numerosas otras historias, fábulas, novelas, películas, etc. destinadas a un público claramente femenino. Se trata, pues, de una fantasía de la que no dejan de aparecer nuevas versiones, las cuales plagan las historias románticas recientes. 

Consiste, por así decirlo, en la fantasía reina de toda mujer. La he llamado: La Fantasía del Príncipe Azul. 

FANTASÍA A: EL PRÍNCIPE AZUL 

No sorprende en absoluto, pues, que el ideal de la mujer por excelencia sea el del Príncipe Azul. A fin de cuentas, esto representa la culminación de todos sus intereses . Dicha fantasía, pues, no hace más que atender a un viejo impulso sexual: aquel que incita a la mujer a encontrar el compañero sexual con mayor VSR.. 

Desde un punto de vista rigurosamente genético, esta fábula podría verse todavía superada por otra similar en la que la protagonista alternase su amor por su Príncipe Azul con pequeñas aventuras con otros príncipes de colores tan diferentes al de su príncipe como fuese posible. Y todo, por supuesto, sin que éste se enterase. Además, dichas infidelidades deberían enfocarse como “errores” de los que la heroína rápidamente se percata. De lo contrario, el Príncipe Azul podría empezar a parecer poco Alfa. Esto resultaría sospechoso y desembocará en una fantasía totalmente distinta. 

La razón de esto es que, genéticamente, a la mujer probablemente le interesa ser infiel a un Hombre Alfa solo con otros Hombres Alfa tan distintos del suyo como sea posible y sólo si esto no pone en peligro la relación con el primero. Es decir, generalmente cuando no hay riesgo de que este descubra la infidelidad. 

Ahora bien, ¿cómo puede esto beneficiar a sus genes? Puede hacerlo al introducir mayor diversidad genética de alta calidad entre su descendencia. Así, se minimizan los riesgos de que las alineaciones con una única persona resulten, por la razón que sea, poco aptas. 

En épocas pasadas, la moral imperante hacía difícil encontrar ejemplos de estas fábulas. La permisividad de hoy en día nos permite, por el contrario, encontrar numerosas muestras de mate rial erótico femenino que se recrean en esta fantasía. Una muestra clara de que esto es así podemos encontrarla, por ejemplo, en la novela Besos Oscuros, de Laurell K. Hamilton.

En la práctica, dar con su Príncipe Azul supondría para una mujer encontrar un Hombre Alfa con una situación privilegiada. Además, dicho hombre tendría que estar muy interesado en ella y, entre ambos, debería existir una conexión extraordinaria. Como ya hemos dicho, el ejemplo más simple de este ideal lo encontramos en la fábula de Cenicienta, una historia claramente pensada desde y para la perspectiva femenina. 

El inconveniente de esta fantasía es que rara vez se cumple. Del mismo modo que el hombre pocas veces realiza su aspiración de poder contar con un harén de TBs enteramente para él . 

FANTASÍA B: LA MEDIA NARANJA 

La mayor pega de los Príncipes Azules es que, para frustración de la mujer, con frecuencia no se prestan a serlo. En otras palabras, los Hombres Alfa tienen sus propios ideales y aspiraciones, generalmente incompatibles con los de la mujer. Por ello, no suelen mostrarse dispuestos a encarnar el rol del Príncipe Azul durante mucho tiempo . 

Para tales casos, la mitología femenina ha provisto un nuevo mito: La Fantasía de la Media Naranja. 

Esta fantasía es similar a la del príncipe azul, aunque algo “mutilada”, ya que no hace demasiada alusión al Estatus Alfa del hombre. Se trata, pues, de una especie de “premio de consolación” . 

Dentro de la fantasía, esta carencia se disfraza con la ilusión de que Alfa no existe. En realidad, solo hay personas incompletas, para las cuales no se encuentra más que una única mitad válida en el mundo capaz de remediar este problema. Su misión o, mejor dicho, la misión del Destino es hacer que ambas mitades se encuentren . 

Tan fantástico como pueda sonar, este mito cumple una gran función social. Lo hace ayudando a la mayoría de las mujeres, que evidentemente no pueden aspirar a retener a un Hombre Alfa, a “conformarse” con su Hombre Beta. E, incluso, a sentirse especiales y únicas por ello ya que, después de todo, no existe ningún otro superior. 

Ya sea en su versión clásica, típica de algunos países árabes, ya en su versión moderna-occiden tal, algo más camuflada pero de implicaciones sexuales parecidas. 

 Irónicamente, cuando aceptan dicho rol con demasiada docilidad, a menudo la mujer pone su categoría de Hombre Alfa en entredicho. Es por ello que a veces los hombres deben elegir entre validar su Estatus de Alfa y ver disminuida su capacidad para ejercer fascinación sobre la mujer a la que se entregan. 

Aunque nuestra cultura ha generado esta fantasía, en la práctica la mujer buscará medias naranjas en hombres con tan elevado Valor como sea posible. 

 Como veremos más adelante, la Predestinación es uno de los componentes del Romance. Su efectividad emana, precisamente, de este tipo de fantasías. 

También en este caso, dicho sea de paso, podemos encontrar una gran cantidad de material “romántico” que explota esta fantasía y excita la imaginación de las mujeres. 

El problema de esta fantasía es que se ve obligada a abusar del Romance para crear VSR. Por ello, en una situación real, tan pronto como dicho Romance decaiga o la mujer crea encontrar a un hombre mucho más Alfa que el suyo, otra clase de fantasía pujará por abrirse paso en su imaginación. 

Si el nuevo sueño se basa en sustituir a su actual hombre por otro, seguramente estaremos hablando una vez más de La Fantasía del Príncipe Azul. Si, por el contrario, solo espera del otro hombre favores sexuales pero no que se haga cargo de ella, estaremos hablando de otra fantasía muy distinta. 

FANTASÍA C: MARIDO Y AMANTE 

Ya hemos visto cómo el ideal del Príncipe Azul satisfacía prácticamente por completo todas las necesidades de la mujer desde el punto de vista genético. En la práctica, no obstante, la mayoría de ellas solo es capaz de encontrar “Medias Naranjas”. 

Ahora bien, la fantasía de la Media Naranja se basa en el falso supuesto de que el Valor apenas cuenta. Por ello, cabe esperar que a veces haga aguas. Es frecuente, por ejemplo, que a medida que los elementos del Romance inicial sobre los que dicha fantasía se sustenta empiecen a perder intensidad, la inquietud en la mujer por conocer a alguien más Alfa se vaya acentuando. 

En ocasiones, se alcanza un punto en el que el riesgo de buscar otro hombre compensa a sus genes estadísticamente. Entonces, si la mujer no es capaz de sustituir a su hombre actual por otro de mayor Valor y que igualmente se haga cargo de ella, sus genes cuentan con otra opción más viable. Y más simple de lo que parece. 

Por un lado, necesitará contar con alguien dispuesto a hacerse cargo de ella y atender sus necesidades. Un proveedor. Su pareja beta actual es el candidato idóneo para adoptar este rol. 

Por otro, le hará falta alguien capaz de asegurarle una descendencia fuerte, sana y capaz de reproducirse con éxito. Un amante. En principio, cualquier hombre que ella perciba como más Alfa que su pareja actual puede, por así decirlo, solucionarle la papeleta. 

En esto consiste, a grandes rasgos, lo que yo llamo la fantasía de Marido y Amante. Con todo, aunque el modelo expuesto es el más típico, a veces se dan variaciones sobre el mismo. 

Por ejemplo, puede ocurrir que el marido sea percibido por la mujer como bastante Alfa, pero que esta eche a faltar en él dosis adecuadas de Romance . En tales casos, sus genes encontrarán mayor VSR buscando un amante que, aun cuando no sea tan Alfa como el marido, resulte apto para suplir esta carencia. 

Recordemos que, desde el punto de vista de los genes, una carencia de Romance se traduce en menos posibilidades de encontrar Protección y Asistencia por parte de un compañero. 

También es muy frecuente que la mujer se resigne a esta fantasía sólo tras haberse asegurado de que no puede convertir al amante en Príncipe Azul. De hecho, este será su propósito inicial en la mayoría de los casos reales. 

Por último, aunque hemos hablado de la parte del VSR referente a la calidad de los genes y a la protección y la asistencia, no hemos dicho nada del segundo elemento. Es decir, de la capacidad por parte del compañero de ofrecerle una posición ventajosa. A este respecto, solo puedo decir que, en la práctica, la mujer intentará obtenerla de dondequiera que pueda. Esto a veces supondrá apostar por un amante poderoso, con la esperanza de que se convierta en Príncipe Azul o, cuando menos, comparta con ella parte de sus privilegios. Cuando, en cambio, el que cuente con las ventajas sea el marido, ella simplemente se limitará a seguir explotando su faceta de proveedor, buscando otras cosas en el amante. 

Casualmente, la fantasía Marido y Amante se trata también de una de las que más abundan en las historias románticas dirigidas a la mujer. Con todo, al tratarse de algo censurado socialmente, en ellas es común que los autores busquen formas de justificar moralmente dichas uniones. 

LAS FANTASÍAS COMO MODELOS DE ELEVADO VSR 

Aunque lo hemos insinuado y se sigue de todo lo dicho, conviene enfatizar que las fantasías son modelos de elevado VSR que generalmente sirven a las estrategias reproductivas de sus poseedores. 

Para entender por qué lo son, piensa en las alineaciones de genes resultantes de los diferentes emparejamientos como las “manos” o conjuntos de cartas que recibes tras barajar en un juego de naipes. Por sí sola, un tipo concreto de carta no es siempre superior a las demás. Además, lo fundamental no es recibir siempre una “mano” con las mejores cartas de la baraja, sino que estas sean lo suficientemente buenas para permitirte ganar la partida. 

Por ejemplo, estaba claro que hablábamos de una “mano” repleta de Ases cuando nos referíamos al hombre y su anhelado harén. Al estudiar el caso del Príncipe Azul, también parecía obvio que nos referíamos a una excelente baza. Pues resulta evidente el elevado VSR que dicho ideal encierra para la mujer. 

En el caso de la Media Naranja, se intentaba suplir el problema del escaso Valor con, por así decirlo, dosis extra de Romance. Es decir, con más Asistencia y Protección. Aunque la fantasía de la Media Naranja no ofrece tanto VSR como la del Príncipe Azul y, por lo tanto, ejerce un influjo menos poderoso que esta, se adapta mejor a las posibilidades reales de la mujer media, que no puede aspirar. Es por ello que existe. 

En cuanto a la fantasía que llamó Marido y Amante, esta pretende ofrecer un alto VSR obteniéndose de varias fuentes. Como hemos visto, las fórmulas en que puede darse son múltiples. Por ejemplo, Amante Alfa/Marido Proveedor,