El Psiquiatra Viktor Frankl, Creador De La Logoterapia Psiquiatra, profesor y escritor, nació en Viena en 1905 y murió a la edad de 92 años. Durante su época de estudiante estuvo en contacto con Freud y fue alumno de Adler. Hasta 1942, estuvo trabajando en una clínica judía en Viena, hasta que finalmente él y su familia fueron tomados prisioneros por los nazis y llevados al campo de concentración de Theresienstadt. Sólo él y una de sus hermanas lograron sobrevivir a tan traumática experiencia. En sus días de cautiverio, Frankl se dedicó a observar por qué algunos hombres, que como él, lo habían perdido todo, lograban mantenerse con vida, y, en cambio, otros en iguales circunstancias, morían o perdían la razón. Entonces, descubrió que aquellos que se aferraban a la vida, habían encontrado un sentido suficientemente poderoso como para que valiera la pena sobrevivir. A veces, era el anhelo de reencontrarse con los hijos o el deseo de desarrollar un talento escondido o el simple interés de rescatar del olvido unos cuantos recuerdos. Esto lo llevó a concluir que ante cualquier situación la “última de las libertades humanas" que nos queda, es la capacidad de “elegir la actitud personal ante un conjunto de circunstancias”. A partir de estas experiencias, su mente empezó a trabajar y, poco a poco, comenzó a elaborar una nueva forma de psicoterapia, la cual escribía en el envoltorio de cigarrillos o pequeños trozos de papel que encontraba votados. Así, él mismo se dio un propósito, y se propuso sobrevivir para poder publicar sus descubrimientos y transmitirlos a las nuevas generaciones. Cuando terminó la guerra, pudo cumplir su objetivo, gracias a su extraordinaria fe y a su fortaleza inquebrantable. Regresó a enseñar Neurología y Psiquiatría a la Universidad de Viena, y simultáneamente, se incorporó al US International University de San Diego, California, con el fin de dictar una cátedra con su nueva teoría, la que se hizo conocida como Logoterapia. Así mismo, escribió numerosos libros, entre los cuales se cuentan: “Ante el vacío existencial”, “El hombre doliente”, “La presencia ignorada de Dios”, “La voluntad de sentido”, “Logoterapia y análisis existencial”, entre otros. Durante años dio testimonio personal de sus conocimientos y vivencias, a través de conferencias en 208 universidades del mundo, veinte de las cuales le otorgaron el grado de doctor honoris causa. Su legado ha sido traducido a 21 idiomas incluidos el chino, el coreano y el japonés. Viktor Frankl, psiquiatra judío de fama mundial fue un auténtico rehumanizador de la psicoterapia por su empeño en considerar y valorar la dimensión espiritual del hombre, frente a las divulgadas concepciones naturalistas de conocidos colegas suyos. Su visión del hombre supera determinismos reduccionistas y dispone para la conversión Su método —la logoterapia— se basa en ayudar a los pacientes a hallar el sentido de la vida. Viktor Emil Frankl, fallecido el pasado 2 de septiembre de 1997 en Viena su ciudad natal a los 92 años, fue el creador de una psiquiatría abierta a la trascendencia que hoy cuenta con numerosos seguidores en todo el mundo. Con su método de curación y sus libros ha ayudado a miles de personas a encontrar sentido a la vida. La atención a la dimensión espiritual del enfermo es la clave de los éxitos clínicos logrados por Frankl. En uno de sus libros, Frankl refiere el caso de un hombre al que la muerte de su esposa había sumido en una depresión. Le ayudó a curarse explicándole qué sentido podía tener aquel sufrimiento. Su dolor, le dijo, es el que habría experimentado su esposa si él hubiera muerto antes. ¿No estaba sufriendo por ella, para ahorrarle lo que él padecía? Así, el paciente no quedó libre del dolor, pero sí del sin sentido que había provocado la depresión. Para ayudar a sus pacientes a encontrar sentido a la vida, Frankl se apoyaba en la dimensión trascendente de la persona. Era creyente, buen conocedor de la Biblia y del cristianismo. Si le preguntaban qué valores habría que promover para combatir el vacío existencial, solía responder: los Diez Mandamientos. "Cuando la gente vuelve la espalda a Dios, se llega al desprecio de la vida". Frankl descubrió que el psicoanálisis, para el que toda neurosis procede de la represión de la libido, era un craso reduccionismo. Las neurosis, sostenía, pueden tener origen somático o mental. Por tanto, administraba oportunamente fármacos a sus pacientes. Pero su mayor contribución está en el tratamiento de las neurosis noógenas (con raíz en la mente), a las que se dirige la logoterapia. La inspiración básica de Frankl procede de su experiencia en los campos de concentración, que relata en su libro más famoso, El hombre en busca de sentido. Al observarse a sí mismo y a los otros presos, vio que las personas, en situación de sufrimiento extremo, pueden desesperarse y degradarse o, por el contrario, sacar lo mejor de sí mismas. Quienes en tales condiciones elevaron su dignidad humana fueron los que llevaron sus padecimientos con la mira puesta en un fin superior. "Cuando hay un porqué vivir, se soporta cualquier cómo", sentenciaba Frankl. Frente a los determinismos, Frankl sostiene que el hombre es un ser libre, cuya motivación primaria no es el instinto del placer (Freud) ni el afán de poder (Adler), sino la voluntad de sentido. Es decir, la persona no se mueve por impulsos, empujado "desde atrás": su motor está "delante", en la meta intelectualmente conocida y libremente aceptada. Para descubrir el sentido de la propia vida, señala Frankl, hay tres experiencias principales: el amor a una persona, el servicio a un ideal y el enfrentarse al sufrimiento inevitable. Un compromiso noble es capaz de orientar toda la existencia. La entrega de las propias energías con olvido de sí proporciona felicidad; pero mirarse a uno mismo se neurotiza. Por eso Frankl solía decir a sus oyentes estadounidenses que la Estatua de la Libertad, en la costa oriental, necesitaba un complemento: una Estatua de la Responsabilidad en la costa oeste. Así pues, Frankl buscaba cómo despertar en los pacientes la responsabilidad de vivir, por adversas que fueran las circunstancias. Insistía en que el hombre, por su espíritu, es superior a los padecimientos, y le es posible y necesario hallarles significado. En cambio, huir del dolor es una receta segura de la neurosis. "La verdad nos libera del sufrimiento —escribió Frankl—, mientras que nuestro estar libres de sufrimiento no sería capaz ni mucho menos de acercarnos a la verdad". La falta de sentido de la vida conduce al "vacío existencial", que Frankl descubrió en la raíz de muchas neurosis noógenas típicas del hombre occidental contemporáneo. La concepción de la vida basada en el éxito, o la actitud hedonista, supone concentrarse en los medios, con olvido de los fines. Entonces, las inevitables frustraciones abocan al desequilibrio psíquico, pues no es insoportable el sufrimiento, sino vivir sin ideal. Doctor en Medicina a los 25 años, en 1936 Frankl se especializó en neurología y psiquiatría. Desde muy pronto mantuvo contacto con Freud; pero se apartó más tarde de la corriente psicoanalítica. Siguió entonces la psicología individual de Adler, que también acabó abandonando, para formar su propia escuela. Por su condición de judío, en 1942 fue apresado por los nazis, junto con su familia. Pasó por cuatro campos de concentración, donde murieron sus padres, sus hermanos y su primera esposa (tras la guerra contrajo matrimonio por segunda vez). Puesto en libertad en 1945, ocupó la jefatura del departamento de neurología del Hospital Policlínico de Viena. Hasta los 85 años dio clases en la Universidad de la misma ciudad. Además, impartió cursos en cinco universidades de Estados Unidos y recorrió buena parte del mundo para pronunciar conferencias. En 1947 se doctoró en Filosofía. En 1955 fue nombrado profesor de Neurología y Psiquiatría de la Universidad de Viena y, poco después, de las universidades americanas de Harvard, Stanford, Pittsburgh y Dallas. Una cátedra de su logoterapia fue creada para él en la Universidad de San Diego (California). Escribió 32 libros, y dio conferencias y cursos en más de 200 universidades de los cinco continentes y recibió 29 doctorados honoris causa. De sus 32 libros, traducidos a 26 idiomas, se han vendido en total varios millones de ejemplares. Nacido en Viena, aunque con la inevitable dosis de sangre moldava de los vieneses más auténticos, Viktor Frankl se caracterizó pronto por una insaciable sed de saber, y por una franqueza y cordialidad que ya de por sí dejaban atisbar su capacidad de tomar contacto fresco, inmediato y «desenvuelto» con la realidad de hombres y cosas. Un ser vigilante que, apenas terminó sus estudios de medicina, ya trabajó como psicoterapeuta en una clínica universitaria, cosa entonces inédita, por no decir inaudita. Frankl perdió a su joven esposa, a sus padres y a su hermano, así como el manuscrito de su primera obra importante —«Etliche Seelsorge»—, en los Lager hitlerianos. Estas experiencias horripilantes fueron para él fuente de sabiduría, que recogió después en un libro —escrito en ocho días, entre lágrimas y sollozos—, que sería traducido a 24 lenguas y del que la sola edición americana alcanzó los tres millones de ejemplares. Vale la pena leerlo todavía, porque no destila ni una gota de resentimiento o de espíritu de venganza, y ni siquiera de sadomasoquismo habituales en este tipo de literatura. Su deporte favorito era el alpinismo, y a sus 60 años sacó la patente de piloto aéreo. Intelectual sensualisimo, leía a Tomás de Aquino, y lo mejor de Max Scheler y de la sociología postmoderna. Era un charlista brillante tanto en la cátedra como en familia y en el café; un polemista socrático habilísimo, rico en ocurrencias inusitadas, a menudo paradójico y chistoso. Poseía el envidiable atractivo de las convicciones firmes —sin un adarme de fanatismo—, de un idealismo contagioso pero siempre a ras de tierra, y del dolor sufrido en la propia carne. Era un amigo inquietante y provocador, pero al que no habrías abandonado jamás. Permaneció fiel a la fe de sus antepasados, pero rezaba sus salmos en un breviario romano, en latín. Un psiquiatra vienés, gran amigo suyo, nos ha contado que se emocionó como un niño en una audiencia con Pablo VI, y lloró a moco tendido de gratitud y cariño en los brazos del Beato Josemaría Escrivá. Este hombre poliédrico, que a los quince años envió un estudio original sobre la mímica a Sigmund Freud y que éste hizo publicar en la Revista Internacional de Psicoanálisis, pasará a la historia de la medicina como uno de los grandes superadores del psicoanálisis, no sólo en sentido crítico, sino en el sentido constructivo del redescubrimiento de la vida del espíritu, de la valoración de la libertad humana contra todo determinismo miope, de la fina fenomenología del amor personal, de una sutil terapia de las neurosis de nuestro tiempo, y de una guía certera, gozosa y prudente hasta las puertas de la fe en Dios: el «Personalísimo», como él le llamaba. Viktor Frankl, escalador y aviador, creó la «psicología de las alturas», esto es, de la dimensión espiritual del hombre, en contraste con la llamada «psicología de las profundidades», que siempre revolvió el pantano cenagoso de los instintos, creyendo haber relegado definitivamente a Dios al olvido.
A Continuación Una Entrevista Realizada Recientemente Por El Sacerdote Juan Bautista Torelló, Psiquiatra, Íntimo Amigo De Viktor Frankl. (Cf. Palabra, Madrid, 398, Xl97 (654)):Le visité dos meses antes de su muerte, en su habitación vienesa: estaba ciego pero vitalisimo, chispeante como siempre, y se movía por su casa con rapidez alucinante. Al despedirme con un abrazo me susurró al oído: «rece por mí». La obra de Viktor Frankl representa un vértice raramente alcanzado del saber sobre el ser humano y sobre la terapia del mal de nuestro tiempo. Esto se debe a que este médico edificó su análisis de la existencia no sólo sobre el método fenomenológico de meditar la realidad en su mismidad, no sólo apoyado en el terreno de las ciencias naturales, y tampoco no sólo —que es mucho en el clima psiquiátrico habitual— armado con sólidos conocimientos de antropología filosófica, sino también partiendo de una prolongada y extrema experiencia del dolor y de la enfermedad, sea en la situación límite de cuatro campos de exterminio nazis, sea en el engranaje alienante de la sociedad de consumo. Nadie que pretenda ser objetivo puede sospechar que su hablar insistente sobre la autotrascendencia específicamente humana, o sobre la «voluntad de sentido» que clama por sus fueros en cada persona —por contraste con la «voluntad de placer» freudiana y con la «voluntad de poder» adleriana—, o su disertar incansable sobre los valores (creativos, vividos y de actitud) a los que todos deberíamos servir, o sus descripciones de las neurosis «noógenas» y «psicógenas» surgidas de la frustración existencial, revelan a un filósofo furtivamente introducido en el campo de la medicina. Frankl fue un médico, que trató y curó a muchos pacientes, y fundó una psicoterapia que hoy se aplica desde Portugal hasta Japón, desde Rusia y Finlandia hasta Sudáfrica. De la importancia y del significado de su doctrina y de su terapia existe al respecto una abundante bibliografía. Su superación del reduccionismo, del mecanicismo y del psicologismo en favor de una verdadera humanización de la psicología y de la psiquiatría, ha sido reconocida y hecho famosa en los círculos culturales contemporáneos más diversos.
Dr. Torelló, ¿cuáles son los méritos de Viktor Frankl? Que finalmente un psiquiatra valore la dimensión espiritual del hombre, sepa lo que quiere decir ser persona y aplique este saber a la praxis terapéutica. Quien desee conocer esta excepcional concepción del hombre y su coincidencia con la sabiduría antropológica del Papa Juan Pablo II, lea sus lapidarias «Diez tesis sobre la persona». Frankl Habla De La Voluntad O Búsqueda De Sentido Del Hombre. ¿Qué quiere decir? «Sentido» tiene aquí no sólo un significado direccional —destino del hombre—, sino de contenido: algo por lo que, siempre y en toda situación, vale la pena vivir y morir. Frankl levanta el muro contra el que se estrellan todas las formas del «modernismo» (racionalista) y del «postmodernismo» (antirracionalista). Cree en la trascendencia de la persona: hombre y mujer, sano o enfermo, intelectual o campesino, vivimos todos para servir y amar, todos tenemos siempre personas y valores a los que dedicarnos, superando el aislamiento egótico. Y en el horizonte aparece Dios, máxima Persona, como último sentido de toda la Creación, de la trascendencia de la persona y de la consistencia de los verdaderos valores. Las primeras «escuelas de Viena», de Freud y Adler, parecen claramente incompatibles con la fe. ¿Por qué, en cambio, la «tercera», del judío Viktor Frankl, admira a tantos católicos?Ciertamente, porque Frankl creyó firmemente en el Dios Creador y Conservador de todos los seres, en la finalidad divina de todo lo creado, y en la conciencia no autónoma sino receptiva a modo de radar de la voz de Dios. Un católico encuentra en Frankl una antropología y psicopatología no deterministas, perfectamente compatibles con su fe y con la imagen cristiana del hombre. ¿Podría decirse entonces que las ideas de Frankl constituyen una «reparatio evangelica»? Sí, y él mismo, que en su quehacer psiquiátrico se guardaba muy bien de traspasar las fronteras de su competencia, afirmaba que el médico responsable debe acompañar a sus pacientes, y en especial a algunos neuróticos, hasta el umbral de la religión, abrirles la puerta de la fe y allí dejarles a su opción libre. Lógicamente, para los pacientes católicos esto tiene el significado de «pre evangelización», que no podía entrar en las intenciones de un hebreo. La Logoterapia De Frankl, ¿ha superado el psicoanálisis de Freud, o demostrado su insuficiencia y precariedad? Frankl no ha sido el único demoledor del mito psicoanalítico, tanto teórico como práctico. Esta labor ya la había realizado antes con eficacia su maestro Rudolf Allers, católico y tomista, también austríaco aunque emigrado a los Estados Unidos. Simultáneamente a Frankl también la llevó a cabo con gran denuedo el zuriqués Médard Boss, con su «Daseinsanalyse». La aplicación del análisis existencial de Heidegger a la psicoterapia. Tampoco hay que olvidar a la crítica más destructiva, aunque de base teórica muy discutible, de todo el redivivo movimiento conductista. Frankl tiene, sobre todos ellos, la ventaja de un lenguaje claro, asequible, y de su contacto simpatético con la gente de nuestros días, especialmente con los jóvenes. Madre Teresa De Calcuta, Fallecida Casi A La Par Que Frankl, Ha Dejado Una Obra Y Unas Hermanas. ¿Puede decirse también de él que ha creado escuela? Como todo innovador y destructor de ídolos, Frankl ha tenido detractores, falsos discípulos e incluso calumniadores. Pero también es verdad que, después de Freud y completamente ajeno al dogmatismo de éste, no ha habido en nuestro siglo una voz seguida con más entusiasmo como la de Frankl, ni otra escuela psiquiátrica que cuente hoy con más filiales en todo el mundo como la logoterapia. Lógicamente, quiero decir, obtusamente, los psiquiatras encerrados en el esquema científico natural seguirán calificando de «filósofo». La miopía se come como puede. Usted es sacerdote Católico. ¿Cómo logró una profunda amistad con él? Mi condición de sacerdote católico de la Prelatura del Opus Dei no fue en absoluto obstáculo para nuestra larga amistad. Frankl siempre me presentó a sus colegas y amigos con todas mis «connotaciones». Me pidió que bautizara a su primera nieta, y también que le acompañara en sus visitas al Papa Pablo VI y al Beato Josemaría Escrivá. Algunas veces aparecía con su mujer católica en la Peterskirche, en donde yo celebraba la Santa Misa... Su mejor estudioso en Italia es el salesiano Eugenio Fizzotti, y uno de sus más cualificados intérpretes en el campo de la teología moral fue el Arzobispo Coadjutor de Viena, Franz Jáchym. Viktor Frankl Tenía Esposa, Hija y Nietos Católicos. ¿Se planteó alguna vez su conversión? La conversión al catolicismo de personalidades hebreas de gran calibre, y de pensamiento y actitud afines al cristianismo —piénsese, por ejemplo, en Henry Bergson—, es una gracia singular que Dios dispensa cuando y como quiere. Dada la actitud personal de Frankl, que aceptó el doctorado honoris causa de numerosas universidades católicas, y dada la calidad de su doctrina, es comprensible que se haya propalado repetidamente la noticia de su «conversión». A una observación que le hice sobre una tesis suya: «esto es cristiano al cien por cien», me respondió de sopetón con una sentencia clásica: «anima naturaliter christiana» («el alma es por naturaleza cristiana»). En él pesaba mucho la tradición martirizada de su familia. A nosotros nos toca no juzgar. Y Dios... sabe más. Obras De V. Frankl En Castellano Un psicólogo en el campo de concentración, Plantin, Buenos Aires El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona Psicoanálisis y existencialismo, Fondo de Cultura Económica, México La psicoterapia en la práctica médica, Escuela, Buenos Aires El Dios inconsciente, Escuela La presencia ignorada de Dios, Herder Homo patiens. Intento de una patodicea, Plantin El hombre doliente. Fundamentos antropológicos de la psicoterapia, Herder El hombre incondicionado. Lecciones meta clínicas, Plantin Teoría y terapia de las neurosis, Gredos, Madrid La idea psicológica del hombre, Rialp, Madrid Ante el vacío existencial, Herder Psicoterapia y humanismo, Fondo de Cultura Económica La psicoterapia al alcance de todos, Herder La voluntad de sentido, Herder Logoterapia y análisis existencial. Textos de cinco décadas, Herder
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