Democracia Universitaria Y Construcción De Nación Democrática En la discusión acerca de la situación actual en la UN, donde de un lado se alinean quienes quieren una universidad gobernada por la conminación de un estatuto opresivo, en alternancia con la amenaza o el uso del látigo (bolillo, gas y bala), y de otro quienes creemos que solo con libertad, alegría y esperanza existe universidad, se expresa un dilema profundo, más o menos velado para el observador desprevenido, pero que es signo de los tiempos: El de una universidad vinculada o desvinculada de la sociedad colombiana, en términos de Antonio García Nossa: La universidad es o no es en relación con las necesidades de la nación en relación con la realidad económica que la circunda, el acontecer político que la explica.. en ese sentido asume naturalmente, por su mera existencia, la responsabilidad de trazar rumbos históricos para el país, en lugar de ruedas de negocios para la productividad de las empresas o las bagatelas particulares de sectas políticas como la de Mantilla. Si no es la Universidad Nacional la que impulsa un proyecto de nación múltiple y realmente democrática, se ha visto que otros centros de “pensamiento” querrán asumir ese papel, como el caso de la Sergio Arboleda y el proyecto de país narco paramilitar o los Andes y el proyecto neoliberal. La cultura, el arte y la ciencia que deben plasmarse en Investigación, Docencia y extensión no le sirven a la universidad empresa, la de la administración por encima de la academia, la de negocios, títulos nobiliarios y puntajes. La academia rigurosa y la cultura no triunfan en la universidad antidemocrática. Del mismo modo que decía Morillo “el imperio no necesita sabios”, ni el proyecto narco paramilitar de país, ni el proyecto neoliberal de acumulación por despojo vinculado al primero necesitan sabios, ni pensamiento, filosofía o ciencia. El filósofo colombiano Rafael Gutiérrez Girardot refiriéndose a la relación entre la universidad y la sociedad, planteaba: "No hay que definir de nuevo, ni siquiera definir por primera vez esa relación. En ellas hay que crearla, es decir, poner de presente la significación vital de la Universidad para la vida política social, para el progreso, la paz, una democracia eficaz no solamente nominal. Con otras palabras: para establecer una relación entre Universidad Sociedad en los países hispánicos, es necesario demostrar esas sociedades que el saber científico no es comparable con un dogma, que es esencialmente anti dogmático; que el provecho inmediato del saber científico no es reglamentable ni determinable por ningún grupo de la sociedad, sino que surge de la libertad de la investigación, de la libertad de buscar caminos nuevos, de descubrir nuevos aspectos por vías que a primera vista no prometen resultados traducibles en términos económicos, que finalmente, el saber científico y la cultura no son ornamentos, sino el instrumento único para clarificar la vida misma del individuo de la sociedad, para ’cultivarla’, y con ello, pacificar dominar la ’violencia' implícita en la sociedad moderna burguesa, esto es, en la sociedad en la que todos son medios de todos para sus propios fines, en la sociedad egoísta.”
Rafael Gutiérrez Girardot...'Rafael Gutiérrez Girardot. 'Universidad Sociedad", en “ARGUMENTOS” núm., 14-17, Bogotá. 1985. pág. 66 En esa perspectiva diferenciar, y luego vincular conceptos como autonomía, modernidad, democracia, nación, viene a ser un insumo interesante para abordar la democracia universitaria y su relación con la construcción de nación democrática.
Autonomía Contrario a la idea de heteronomía, el concepto de autonomía tiene varios desarrollos siempre vinculados a la idea original proveniente del siglo XVIII (incluso mucho antes en ciertos librepensadores: Omar kayyam 1048.1131; François Rabelais 1483-1553 y su “haz lo que quieras”; Giordano Bruno 1548-1600; Spinoza 1632- 1677 ) de que el ser humano es dueño de su propio destino, quitándole potestad y poder a papas, chamanes, reyes, presidentes, funcionarios, ni de los especialistas de profesionales de la política que nos quieren convencer de que el poder es de ellos y ellos lo administran en su sabiduría actuando sobre nuestras vidas pero sin tenerlas en cuenta. La autonomía reivindica la capacidad de “pensar por sí mismo”, en términos (a pesar del conservadurismo de Kant) kantianos: la mayoría de edad del pensamiento que es consustancial a la idea y práctica de la universidad. El “atreverse a pensar” es un problema de la autonomía individual, que así aporta a la construcción de la autonomía colectiva, de la independencia de los pueblos y de la libertad en su sentido filosófico. Bellamente lo expone Estanislao Zuleta: “en su famoso artículo “¿qué es la filosofía de las luces?” (1784) Kant explica las dificultades existentes para acceder a la libertad de pensamiento en virtud de la confluencia de dos causas: en primer lugar “la pereza y la cobardía”, es decir, la tentación humana a dejarse guiar, a delegar el pensamiento en las autoridades y las tradiciones; en una palabra: la angustia de pensar por sí mismo. En segundo lugar, al interés evidente de los dominadores de todo género en mantener a los pueblos en esa condición de menores de edad.”
En el ámbito de la universidad, es ni más ni menos, que la reivindicación del manifiesto de Córdoba de 1918 (autonomía universitaria, libertad de cátedra, docencia libre, libre asistencia a clases, cogobierno, libertad académica, vinculación de la universidad con el resto del sistema educativo, gratuidad de la enseñanza, unidad latinoamericana, función social de la universidad) que ha de tener su propio lenguaje, visión y espíritu en esta tierra y en este siglo.
ModernidadLa modernidad está vinculada al concepto de autonomía en tanto sintetiza una visión desacralizada y libre de la existencia, de la creación, la política, la filosofía y el arte, sin ataduras religiosas o de autoridad. Cabe la definición que hace Rubén Jaramillo Vélez en su texto “modernidad, nihilismo y utopía”: " individualidad, derecho a la crítica, autonomía de la acción como despliegue de la razón sobre la fe y los particularismos comunitarios, y relativismos culturales"… “Modernidad es entendida como época propulsada por la subjetividad: la individualidad, el derecho a la crítica, la autonomía de la acción; como despliegue de la hegemonía de la razón sobre la fe…” en un sentido orientado hacia el libre pensamiento y la potencia de la autonomía del pensamiento E. Zuleta propone un concepto de modernidad atado a la “crisis de lo más profundamente arraigado”, es decir por oposición, la inminencia y la necesidad de las más profundas transformaciones sociales, económicas, de las relaciones entre hombre y mujeres, entre sociedades, entre jóvenes y viejos etc. de manera que esa fuerza transformadora de los conceptos de autonomía y modernidad se hace presente en la necesaria y urgente lucha por la democratización de la universidad. Al tenor del manifiesto de Córdoba, son criterios orientadores fundamentales en la arquitectura de la democracia universitaria y en tanto la universidad y sus intelectuales los asumen, resultan cruciales en la construcción de nación democrática. De cualquier manera, la idea de modernidad debe ser problematizada y los conceptos derivados de la autonomía deben desarrollarse en las expresiones de ella que van más allá de la individualidad. La historia de nuestro país ha estado marcada por la indagación permanente acerca de nuestra modernidad y la condición de inmunidad a ella que como nación hemos sostenido con el consecuente atraso cultural y tradición política señorial de antidemocracia. Los procesos históricos y políticos han sido desiguales, asincrónicos si se quiere; la memoria y la historia de las luchas del pueblo, sus líderes y sus héroes ha sido borrada, tergiversada, u ocultada; el olvido como herramienta del poder, negación de la razón, unanimismo e imposibilidad de explicación de los fenómenos sociales, negación de la agencia de los pueblos y las personas al reducirlos a la categoría totalizante de “víctima” sin circunstancia ni agencia personal o política, el irracionalismo como la desaparición en la historia de la especie de la democracia universal y de las posibilidades de transformación social en el estancamiento de una estructura social escatológica (de escalas). Todas esas circunstancias han influido en nuestra “autoconciencia” como pueblo, en nuestra dificultad para sintetizar nuestra propia experiencia histórica de nación, esto es, la posibilidad de una sociedad o comunidad política capaz de encontrarse permanentemente con “el otro” y de actuar libremente sin delegar en reyes, señores o patrones. No pretende este ensayo hacer un recorrido histórico o genealógico acerca del concepto de modernidad y sus transformaciones o necesarias diferencias con los criterios europeístas acostumbrados en algunos sectores académicos y políticos que equiparan modernidad a la vieja idea del “desarrollismo” o a la primacía de la “razón instrumental”, y por ese camino al dominio de la productividad para la ganancia, de la mercantilización, el imperio del consumo, la industrialización para el saqueo: La “modernidad” del capitalismo es la actual enajenación humana, la entronización de la ideología y la filosofía neoliberal del egoísmo sistémico, que impone la idea de que “no hay sociedad, hay individuo” con sus “sincretismos eclécticos” y su bazofia trascendentalista de particularismos, distinciones, diferencias intimistas e imaginarias pero unanimistas y homogenizantes en la realidad. Las modernidades europeas o norteamericana han sido en muchas ocasiones faro de esa intelectualidad criolla que cree que tiene los ojos para buscar las gafas y no para ver, parafraseando a Martí: quieren gafas europeas o norteamericanas para ver la realidad latinoamericana que no tiene nada que ver con sus mentalidades colonizadas que quieren vivir en Europa sin el trabajo de construir Europa. Esas modernidades colonizadas están repletas de "razón instrumental“ para el desenvolvimiento de proyectos económicos, políticos y militares, pero en perfecta simbiosis con un neo medioevo en el que la racionalidad lúcida, la individualidad (diferente al individualismo), la autonomía, son reemplazadas por el olvido y la sinrazón voluntaria, autoimponiéndose la prohibición de imaginar mundos posibles, de manera que las personas se imposibilitan para desafiar la obediencia a autoridades consagradas por la "divinidad" institucional y asumen dogmas como el de la “democracia occidental” o “el mundo basado en reglas”, entelequias que en Palestina se ha hundido en un mar de sangre. De ahí la importancia de una nueva ilustración, una modernidad propia y latinoamericana mágica y llena de esperanza que integre lo mítico propio a la explicación de nuestro abigarrado y desordenado mundo, esa revitalización de la ilustración es una actitud hacia la vida, hacia el conocimiento y hacia la existencia del otro como parte del colectivo social. Entonces nos aproximaremos a definiciones en la perspectiva de Fals Borda, en tanto la multiculturalidad; la racionalidad mágica de lo sentipensante, devienen en presupuestos necesarios para irnos entendiendo. La actividad del intelectual contemporáneo es teórica y es practica en la transformación del mundo, es de explicación a los fenómenos sociales y políticos y de confrontación al poder, es de propuesta y pregunta, pero también de premura y definición ante los problemas de nuestra época y nuestros pueblos.
NaciónLa construcción de nación democrática es una necesidad histórica y política en un país condenado al atraso económico, político, cultural, por cuenta de unas élites mezquinas que han gobernado para sí mismas, usando el Estado y su fuerza para favorecer sus fortunas. Ejemplo elocuente manifiesto en la UN, en donde una pequeña mafia (Wasserman, Mantilla, Montoya) ha tomado la universidad como proyecto de negocios y feudo clientelista en beneficio propio. No puede negarse la noción de existencia del Estado-nación en Colombia, tampoco es posible negar la existencia, en muchos idearios políticos, del fetiche de la “toma del poder” por la conquista del Estado como paso previo a la construcción de cualquier forma alternativa de organización social e incluso como condición para cualquier transformación cultural: (anotación necesaria para deslindes del texto). De cualquier forma, la política y la cultura son parte central de la discusión y la construcción de una “identidad colombiana” en el sentido de nuestra propia modernidad en la comprensión de que un pueblo puede construir sus identidades, su orgullo, su conciencia nacional y democrática sin tutela ni ojo vigilante del Estado, pero sí (en algunos casos necesariamente) en acuerdo o en contradicción con la constitución de dicho Estado. Como se ve, la condición de una modernidad democrática, (economía sin monopolios, armonía con el medio ambiente, humanismo. Contraria en todo caso al modelo social fascista del unanimismo, el discurso único autoritario y la estructura social escatológica y señorial que caracterizan el modo de gobernar contrainsurgente y la economía de monopolio). En la democracia revolucionaria las comunidades, incluida la comunidad universitaria, construyen su autonomía de gobierno para garantizar su propia existencia, la solución básica de sus problemas económicos y su participación directa en la política y el rumbo de su vida. Un concepto democrático multipolar y pluricultural, el Estado garantiza los derechos fundamentales que incluyen la libertad de organización. Se va constituyendo una forma de ejercicio de poder democrático por las comunidades independientes del Estado, un ejercicio político y económico que las constituye como fuerza decisiva en la política nacional. Deben tener la posibilidad de “decir el discurso” que es participar en lo público, en lo político. Lo contrario es acabar con lo único que puede oponerse a procesos como el de los pseudomercados con la excusa del desarrollismo, a la mafia señorial en la educación superior y en la política nacional. Eso único es la actividad política, la participación en la cosa pública, la acción política colectiva
DemocraciaDemocratizar las relaciones sociales es relacionar a las comunidades con el Estado de maneras diferentes: autogobierno – derechos fundamentales; libertad – convivencia; solución a los problemas económicos, solidaridad – debilitamiento de la economía de monopolio. Y fundamentalmente independencia política del Estado. El reconocimiento de ciudadanía para las comunidades y a la vez de autonomía, expresan los derechos constitucionales y el ejercicio del propio poder; es tanto la politización del pueblo como la construcción de una “nueva moral” contraria a la moral del individualismo sistémico del neoliberalismo, que genera la base ideológica para el auge del fascismo social más allá del fenómeno político de partidos y personajes. Es clave la idea de lo nacional vinculado a la modernidad, en la comprensión del lugar que han ocupado naciones como la nuestra que llegando muy tarde a la fiesta del liberalismo y encima de la mano del pensamiento colonizado, no nos cupo otra sino bailar al son económico del imperio y soñar con “ser como ellos” copiando sus maneras, siguiendo sus buenos consejos y cargando con la tragedia de no orientar nuestro propio destino como nación, tragedia que se aparece en la política, la cultura, la economía y la academia. Ejemplo: los postulados neoliberales en lo económico y de tinte posmoderno como herencia o costumbre de importar “instituciones democráticas” de EU o Europa, se conjugan con la “tradición” de una política señorial, que no es democracia o el pretender legitimar por medio del voto universal y periódico (democracia liberal) un régimen político basado en la entrega de un supuesto poder ciudadano a un pequeño grupo de especialistas altamente desprestigiados pero profesionales de la cosa pública que pasa a ser privada, “de ellos”, tampoco es democracia ni mucho menos ciudadanía. Menos aun cuando todo eso sirve para fortalecer instituciones disfuncionales o viciadas que impiden realizar los derechos que ellas mismas han nominado porque, entre otras cosas, las instituciones están diseñadas para eso. Nada de eso lo es pues en la base de semejante situación la articulación de la producción y el mercado internos aun no encuentran solución, pues el problema campesino sigue vivo y actuante de maneras cada vez más diversas y complejas, profundizando nuestra subyugada disolución al estar vinculados globalmente a la producción y comercialización de la cocaína, pero atrasado en industria, agricultura, ciencia, tecnología. Nada de esto como hecho fortuito si no como parte de la orientación y el proyecto de los que han gobernado nuestro país en los últimos 40 años y cuyos representantes se han enquistado en la dirección de la universidad para convertirla en una ajena al futuro y a las necesidades de la nación. Una nación que reclama una universidad vinculada a sus realidades políticas y sociales, capaz de explicar sus conflictos y problemas, capaz de transformar materialmente la realidad de las mayorías. Una universidad que en su potencia de libre academia e investigación pueda responder a la construcción de nación democrática sin que sus estudiantes, profesionales e investigadores puedan actuar sin centrar sus consideraciones en el tamaño de su billetera. Pero además de explicar una sociedad compleja como la colombiana, para liberarnos del engaño, la mentira, la incultura, la propaganda fanática y contra fáctica de ciertos sectores sociales que ataca a un pueblo heroico, pero funcionalmente anti ilustrado y aportar con su saber a la solución de los problemas del pueblo colombiano. La universidad además debe reconocer, recoger y ayudar a sintetizar los saberes tradicionales de nuestra gente luchadora, trabajadora, creadora e imaginativa, que con su saber y su entusiasmo vital construye, produce, resuelve su vida y la de los demás sin mayores sutilezas teóricas o anímicas. De otra parte, la universidad como escuela de democracia debe desenvolverla no solo en el sentido político amplio, si no que su organización interna ha de ser efectiva en la participación de los estamentos en el gobierno universitario. La idea de cogobierno supone la politización de la comunidad universitaria en el sentido de que la orientación de la universidad también es la definición de rumbos y enfoques, que se expresan en el uso de los recursos, la prioridad de programas, las contrataciones y demás cuestiones que no pueden seguir siendo tema de “especialistas” en negocios turbios y prebendas clientelistas como Dolly Montoya o Ignacio Mantilla. Allí está el nudo de la vinculación entre democracia, universidad y nación: o se permite que el Estado con su política contrainsurgente y sus instituciones señoriales siga siendo el promotor de todas las formas de violencia, explotación y abuso institucional e institucionalizados (lo que ha sido hasta ahora en la historia republicana) con su secuela de descomposición, anomia y guerra. O se sientan las bases de construcción de una sociedad diferente. El pueblo colombiano existe, la historia de sus luchas, logros, fracasos y los cambios políticos recientes lo ponen en primer plano, independiente del nivel de “autoconciencia” de esa existencia y ese papel. La política NO es la fuerza del Estado, el Estado es política pero la política no es el Estado. La política ha demostrado estar en las fuerzas sociales movilizadas, actuantes y cada vez más conscientes de su propio poder. La democracia popular supera la idea de pospolítica o posdemocracia en la que las personas, son objeto de la política definida por políticos profesionales adscritos a los sectores económicos e ideológicos de las elites tradicionales. La democracia popular asume (también en un sentido moral) al pueblo, a sus personas como sujetos de la acción política. La libertad rebelde del individuo realizada en la acción política que es fundamentalmente colectiva.
Boris Rojas, Egresado Facultad De Derecho Y Ciencias Políticas, UNAL
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