PERSPECTIVAS DE LA TEORIA ECONOMICA CONTEMPORANEA Homero Cuevas Profesor Asociado Facultad de Ciencias Económicas. Universidad Nacional. Bogotá
Resumen Cuevas Homero, "", , Vol. XI, No. 15, Bogotá, 1991, pp. 69-84. Este artículo explora algunos cambios de la actividad subyacente en los desarrollos recientes de la teoría económica. En particular, la reevaluación de las pretensiones positivistas puras, la exactitud científica, la exclusión de consideraciones éticas y el chauvinismo doctrinario. Sobre esta base arroja alguna luz sobre las que podrían ser líneas definitorias de una teoría económica responsable para el siglo XXI. Abstract This article explores some significant changes on the underlying activity in recent developments of economic theory. Particularly, it focuses on the reevaluation of pretensions of pure positivist economic theory, on scientific accuracy and doctrinary chauvinismo Upon the se basis, the article attempts to provide some considerations to define the main streams of an economic theory for the next century. Confundiré el conocimiento de los entendidos, y destruiré la ciencia de los sabios: ¡escrito está! San Pablo, Corintios 1-19 FENOMENOLOGÍA En el conocimiento, los cambios de tendencia se revelan como crisis. y en términos de la teoría económica ortodoxa y dominante esa crisis ha invadido dos de las estructuras básicas que la sostienen, la función de producción y la función de preferencias. Con respecto a lo primero, la controversia de Cambridge', la obra de Sraffa' y las extensiones desarrolladas por algunos de sus seguidores', no dejan duda acerca de la quiebra de la teoría de la productividad marginal del capital, tal como lo han reconocido los mismos representantes neoclásicos en este debate". El hecho de que los textos universitarios, muchos profesores y algunos de sus practicantes hayan querido cerrar los ojos y taparse los oídos apenas indica que esta crisis es más profunda y sorpresiva que lo inicialmente esperado. Al fin y al cabo, aunque a muchos académicos les fastidie llegar a implicaciones tan elementales, se ha puesto en evidencia el fracaso del único intento sistemático y monumental de la teoría económica para caracterizar el capital como algo cualitativamente distinto. del trabajo. Hasta qué punto este desarrollo crítico de la teoría puede convertirse en una autocrítica de los economistas todavía está por verse. Pues no debe ser por azar que la idea de la tasa de interés como una medida de la productividad marginal del capital parece tan indispensable para identificar a un neoclásico como irrelevante desde el punto de vista del análisis económico. Aún en términos de las implicaciones ideológicas, cabe observar que desde el comienzo hasta el fin, en el proceso del pensamiento económico, se han suministrado mejores defensas de la causa del capitalismo como las de Smith y Keynes, sin necesidad de recurrir a tan esforzado expediente. Así, no obstante darle el crédito por su teoría de la eficiencia a la doctrina neoclásica, Keynes prefiere medir el ingreso nacional como una cantidad de trabajo" y declarar, abiertamente, que considera más pertinente el enfoque clásico de tomar el trabajo como el único factor de producción". Como es bien sabido, la principal dificultad con respecto a la función de preferencia social fue hecha explícita en un famoso ensayo de Arrow'. Su conclusión central fue que ninguna extensión de la teoría corriente del consumidor es suficiente para obtener una función de bienestar social bien definida. En otras palabras, que un óptimo social no puede ser definido sobre la mera base de la teoría de las preferencias individuales, sin introducir al sistema de mer cado un conjunto de normas éticas suficientemente identificadas, compartidas y jerarquizadas. Esto, por supuesto, no podía menos que dar al traste con el arrogante principio positivista en que pretendía fundamentarse la teoría neoclásica para establecer una división tajante entre la economía positiva y la normativa. Es más, especialis tas en el tema como Mishan pasaron a considerar que el enfoque tradicional de la economía del bienestar era no sólo limitado por estas consideraciones, sino además francamente desorientador, atreviéndose a recuperar un concepto que para la arrogancia positivista era fuente de vergüenza y desprecio: felicidad". Y hasta un representante tan paradigmático de la economía neoclásica, como Hicks, se sintió impelido a escribir un manifiesto en contra de la pretensión positivista de encontrar los fines de la vida económica dentro de la ciencia económica misma". A pesar de la invocación de Samuelson en su prólogo a la Teoría del Bienestar de J. de V. Graaf10,en el sentido de que la contribución de Arrow no ha demostrado "la imposibilidad de una función de bienestar social" sino la imposibilidad de "una función de constitución política", el punto central de Arrow acerca de los juicios de valor ha sido irrefutable. De hecho, una nueva función de bienestar social propuesta por Haberger en 1971 recurre, por supuesto, a juicios de valor explícitos sobre la distribución. Pero un indicador de la situación en este campo es el hecho de que pasaron años sin que provocara algún entusiasmo, o siquiera un intento de refutación11. Además, un corolario importante del manifiesto de Hicks es la observación de que el desarrollo del análisis del mercado por parte de la economía neoclásica, que tenía como finalidad principal exponer las virtudes de la libre competencia, encontró tantas excepciones en su camino, y de tan creciente importancia, que terminó convirtiéndose en un argumento a favor de la interferencia". En la pretensión de un cierre definitivo como teoría autosuficiente, el sistema marxista no ha tenido mejor suerte. En cuanto a los aspectos técnicos, baste con señalar su problemática"exten sión al comercio internacional", su indeterminación de la renta absoluta', el debate sobre la transformación a precios de producción, el erróneo concepto de trabajo socialmente necesario y las incoherencias acerca del trabajo productivo", elementos todos que juegan un papel estratégico en aspectos cruciales de la teoría. Pero la crisis en este campo, más que en términos de estas dificultades técnicas, se expresa en una desintegración de vertientes, que en otra parte he clasificado en escepticismo, nominalis mo, tecnologismo y nihilismo, sin que ninguna de ellas ofrezca la perspectiva de un mejor destino". Sin embargo, constituye una grave desproporción privar de su prima a las consideraciones sobre libertad y eficiencia. Pues aún si todas las dificultades técnicas del sistema de Marx fuesen satisfactoriamente resueltas, permanece como uno de sus grandes vados el análisis del impacto que un sistema descentralizado de decisiones económicas ocasiona sobre la eficiencia y el progreso del aparato productivo y los consumidores. Lamentable parece que los trabajos pioneros de Osear Lange en este sentido", en vez de recoger un caudal socialista para su desarrollo, hayan tropezado con algunas dosis de incomprensión y dogmatismo. El Problema de las libertades individuales constituye, por supuesto, una prolongación de este vacío, y es un indicador el hecho de que la ortodoxia socialista se haya demorado un siglo para redescubrir a ese gran,economista posmodernista que fue John Stuart Mili, cuyas tesis precisaban que la preservación de las libertades fundamentales del individuo es un asunto más complejo y delicado cuando un pueblo toma el poder, en vez de un tirano. No sólo por la espontánea pero equivocada desprevención que· esto produce, sino porque, para usar sus propias palabras, la tiranía de la colectividad es más densa y profunda, llegando a encadenar hasta el alma". de esta manera, el pensamiento socialista, que durante el siglo pasado y comienzos del presente puso la primacía en el análisis de las relaciones entre los fenómenos económicos y los políticos, ha visto con sorpresa surgir a un Hayek'? o a un Buchanan" en el liderato para reabrir estos horizontes al pensamiento económico contemporáneo. En el caso de la economía keynesiana, es necesario reconocer su falta de arrogancia. Para empezar, Keynes concede la razón a la teoría ortodoxa sobre la asignación alternativa de los recursos, fijándose el límite modesto, con respecto a las pretensiones de sistemas como el neoclásico y el marxista, de complementar sus deficiencias en términos del análisis del volumen global de empleo. No obstante, esta clase de complementación no ha resultado tan simple como imaginó. De ello da fe la insatisfacción reinante sobre la síntesis de la microeconomía con la macroeconomía, para utilizar los inconvenientes términos usuales". Un segundo problema fundamental es la compatibilidad política de los objetivos de pleno empleo, aspecto que Keynes no examinó explícitamente; y que en cambio fue adelantado como el problema fundamental de la macroeconomía contemporánea por su propio precursor, Michal Kalecki". Otro síntoma ha sido, por supuesto, el intento de re construcciones como la de Hicks, para superar "la crisis en la economía keynesiana'?'. Por lo demás, Solow ha señalado otros problemas insolutos, que considera críticos, como son la integración del corto y el largo plazo, y de la teoría de los ciclos con la tendencia de crecimiento t024. La dificultad de este último aspecto se pone de relieve en el hecho de que un líder en este campo, como Solow, involucra la estructura de las instituciones y su comportamiento en cualquier intento de solución. Algunos de estos vados y dificultades han constituido, por supuesto, el marco y el blanco de la reacción anti keynesiana y ofertista" que, entre otras cosas, vaticinó Kalecki. Recientemente, han irrumpido corrientes que, a falta de mejores nombres breves, han sido bautizadas como neo-ricardianismo y post keynesianismo. La primera gira alrededor de la obra de Sraffa", la más influyente de la teoría económica contemporánea, por su crítica conclusiva a la teoría neoclásica de la producción, por haber reabierto un campo común de debate para todas las escuelas, por haber planteado un método cuya aplicación permite revalorar prácticamente todos los teoremas sobre los precios y la distribución y por las promisorias perspectivas que ofrece para el desarrollo futuro de ciertas áreas. No obstante, el sistema de Sraffa constituye, en realidad, un subsistema, para utilizar una de sus conceptualizaciones favoritas, ya que no pretende un alcance que desborde ciertas proposiciones acerca de los precios y de la distribución, quedando por fuera los espacios de la eficiencia, el bienestar, el empleo y el crecimiento. En este sentido, el subsistema de Sraffa no pretende, o simplemente no presenta, preferirían decir algunos, una cosmovisión alternativa a las tradicionales. En términos de su arquitectura teórica, ya he mostrado en otra oportunidad la falencia de su concepto fundamental, la mercancía patrón, que implica, a su vez, un conjunto de proposiciones erróneas acerca de la tasa de ganancia y sus determinantes", En lo que respecta a algunos continuadores contemporáneos del sistema ricardiano y/o de Sraffa, parece inapropiado el sufijo de "isrno", Pues si bien los más importantes se han preocupado, en efecto, de lograr una mayor generalidad para tal sistema", otros, en cambio, se han ocupado de tender una capa de olvido sobre la preocupación teórica fundamental del maestro y sus desarrollos'" que fue la búsqueda de una medida invariable, para derivar de ella las proposiciones fundamentales acerca de la distribución y los precios. Las contribuciones de la literatura que suele clasificarse como poskeynesiana intentan cubrir un amplio espectro de los vacíos dejados por los enfoques tradicionales, haciendo énfasis en la articulación de la teoría con algunos aspectos institucionales; de los elementos de la micro y la macroeconomía, con particular referencia a las estructuras de la competencia imperfecta, intentando destacar las implicaciones de la incertidumbre; recogiendo algunas de estas contribuciones en modelos de crecimiento y, más recientemente, planteando una reelaboración de los aspectos monetarios, a través del debate sobre la endogeneidad de la oferta monetaria y su interdependencia con la demanda de dinero". Aunque con respecto a este último punto, vale la pena anotar que las ideas presentadas como más novedosas constituyen, en realidad, un desarrollo de las contribucio nes mercantilistas de fines del siglo XVII y comienzos del XVIll31. Desde un punto de vista panorámico, claro está, la literatura poskeynesiana no tiene la unidad, conceptual ni ideológica, la sistematicidad ni la universalidad que permiten catalogarla como una escuela o doctrina. Inclusive, resulta difícil escapar a la sensación de que coexisten en su seno tendencias no sólo distintas sino en algunos casos contrarias. No obstante, y como más adelante deberá resultar claro, el reconocimiento de este hecho no resulta, ni mucho menos, en un juicio o en la preferibilidad de un desarrollo en sentido contrario.
MECANICISMO Un filósofo chino caracterizó el pensamiento modernista por su tendencia a ser cada vez más mecánico". No debería sorprender, entonces, que en la última fase del desarrollo científico, signada por la con ciencia de la complejidad, se declare al método científico del positivismo y el modernismo, que contagió a la economía hasta la médula, como oficialmente muerte". Claro que no sigue siendo buen síntoma que a la economía, específicamente a la académica, le sigan llegando las noticias tarde, como en este caso, donde la revolución que se avecina es un tardío reflejo de movimientos que ya han empezado en otras ciencias, especialmente las naturales, incluida la Física. Sobre todo por que si hay algún objeto que repela con particular realce la ortodoxia del positivismo, y por el contrario se adecue con especial naturalidad a la revolución postmodernista del método, es precisamente el de la Economía y Ciencias Sociales, en general, por constituir casos paradigmáticos de la complejidad. De esta forma, no resulta muy reconfortante que la Economía esté imitando de otros campos del conocimiento exactamente lo que debería estarles enseñando. Pero para observar mejor lo que encierra el certificado de defunción del modernismo positivista es preciso referirse brevemente a sus principales características.En primer lugar,su pretensión de exactitud, con una hipertrofiada importancia para los métodos y resultados de la medición. Por su puesto, no sólo como un fin en sí mismo, sino como un medio para realizar otra pretensión, la demarcación de un límite preciso entre lo den tífico y lo no científico.Una indicación de los nuevos tiempos puede ser que un representante tan destacado de los métodos cuantitativos, como Solow, después del esfuerzo de tres décadas sobre ajustes econométricos a la función de producción, haya terminado declarándose "feliz"si sus resultados "apuntan" hacia "alguna verdad cualitativa"y, "quizá","algunos órdenes de magnitud". Y diagnosticando el exceso de interpretación como el vicio endémico de la econometría". En segundo lugar, como ha señalado McCloskey, en su elaboración más detallada y completa al respecto, su concesión casi dictatorial y arbitraria del monopolio del método científico a una sola de las alternativas posibles, en contradicción con la compleja problemática que implica una selección de tal naturaleza. Y, en tercer lugar, su pretensión de establecer una separación tajante entre lo positivo, objeto de la fría descripción científica, y lo normativo, contaminado con juicios de valor y otras impurezas. Una rebelión de factores humanistas parece vislumbrarse entonces sobre los campos de la economía, y a pesar de que sea impredecible el grado de sus éxitos, debe saludarse con los brazos abiertos.
ÉTICA El proceso de cambio que ha venido tomando lugar en la economía académica ha alcanzado, sin lugar a dudas, el grado decisivo de maduración, puesto que ha florecido ya en la superficie, libre de cualquier disfraz. Así, por ejemplo, el Premio Nobel de 1986 fue otorgado a James Buchanan, cuya obra constituye tal vez el mejor testimonio en esa dirección. Para empezar, Buchanan mismo otorga el crédito de la orientación de su trabajo a una contribución de Wicksell, de 1896, cuyo título no por coincidencia reza: Un nuevo principio de la tributación justa. Sin ambages, en el desarrollo de las tesis de Wicksell, Buchanan alcanza la impactante conclusión de que en el contexto del intercambio voluntario, ¡las normas de eficiencia y justicia coinciden precisamente!". Parece, entonces, que las funciones de la teoría económica contemporánea no son tan distintas de los análisis teológicos de los padres escolásticos sobre el justo precio como la arrogancia del cientificismo aséptico ha querido presentarlas. De hecho, a la economía con pretensiones positivistas debía parecerle injusta la denominación de precio justo para su precio óptimo". Pero, en términos de las preocupaciones aquí expresadas, no interesa tanto señalar dichas coincidencias, como el reconocimiento que la comunidad científica internacional se atreve a hacer hoy en día de las mismas. Claro está, este paso adelante abre uno de los desafíos más interesantes y complejos de la teoría económica contemporánea, puesto que exige mostrar hasta qué punto las conclusiones obtenidas hasta ahora en términos de eficiencia son realmente válidas dentro del nuevo marco que se ha explicitado, es decir, coincidentes con la justicia. No debe resultar sorprendente, por lo tanto, que en aguas menos ortodoxas, como en un Journal de Economía Poskeynesiana, se llegue a declarar, más recientemente, y no frente a cualquier clase de público, sino precisamente a la comunidad científica, que la pretensión de que la economía es una ciencia positiva, libre de juicios de valor y de ideo logía, sólo servirá para enmascarar ideologías bajo la fachada de ciencia al servicio del control social y del juego del poder". O que si no se puede razonar acerca de los juicios de valor y lo relacionado con ellos, sólo puede llegarse a lo irracional cuando se hacen planteamientos acerca de los problemas que verdaderamente importa". No obstante, un nuevo mecanicismo puede amenazar algunos de estos planteamientos. En realidad, el problema no es tan simple como para seleccionar unos elementos ideológicos, unos juicios de valor, mezclar los en las proporciones correctas con el análisis científico y batir lo suficiente para que el producto resultante no muestra trazas de las diferencias cualitativas entre sus ingredientes. Esto, evidentemente, implicaría mantener e inclusive fortalecer la diferencia entre lo positivo y lo normativo en su mismo punto de partida. Suponer lo que se quiere borrar. Una actitud que en este sentido invita a la reflexión es la de Graaff. Su trabajo pionero, considerado como uno de los más representativos de la economía del bienestar neoclásica. en este siglo, se atrevió a descalificar el costo marginal como criterio de eficiencia social y a sustituirlo, en sus palabras literales, por "El Justo precio". No obstante, esto no le impedía plantear, en contra de la opinión de Pigou, que el economista debe limitarse a los estudios positivos sin pretender mejorar la vida humana a través de una teoría normativa del bienestar". El gran reto de la teoría económica parece residir, más bien, en el hecho de que un conjunto de fines deseables (el precio justo u óptimo, un nivel dado de empleo, de la tasa de interés, incluido el cero, de la acumulación, etc.) puede ser objeto de indagación objetiva, reduciéndose el campo al capricho, la arbitrariedad o el azar, disminuyendo la diferencia entre lo normativo y lo positivo en su tratamiento. De esta manera, se exige mos trar hasta dónde el economista competente, como los padres escolásticos en su tiempo, tiene la capacidad para arrojar más luz que otros profesio nales y el resto de sus conciudadanos sobre el hueco negro de unos interrogantes acerca del bienestar, que parecen ineludibles en el pasado, el presente y al menos el futuro inmediato de la sociedad. Por lo demás, equivale esto a retirar el velo que ha tendido la arrogancia cientificista sobre una tradición que se inició abiertamente con Aristóteles, siguió con los doctores escolásticos y continuó con los grandes economistas. Típico de esta arrogancia resulta que entre la amplia variedad de objetos de la economía que ofrecen los textos, desde la escasez, hasta la distribución, pasando por la asignación de recursos y otras cosas, lo único que no se menciona es precisamente lo que ha constituido su real objetivo imperturbable: el bienestar colectivo, la felicidad social o cualquier otro nombre que se le quiera dar a ese pedazo inevitable de la vida de la sociedad. Al fin de cuentas, el desarrollo de la teoría económica parece sintetizarse en un conjunto de instrumentos cuya única función es calificar e intentar un balance entre lo bueno (beneficios)y lo malo (costos) que es producido en su funcionamiento por el aparato económico de la sociedad.
TENDENCIAS En síntesis, no parecería muy aventurado concluir, en primer lugar, que una tendencia reciente de la teoría económica contemporánea es una mayor modestia, como resultado principal de la crisis generalizada en que han desembocado las diversas escuelas o vertientes doctrinarias. De otro lado, constituye una ingenuidad pensar, como a veces ocurre, que una teoría en crisis es más débil por eso mismo. Tal planteamiento sería tan absurdo como el de que la función de producción neoclásica era un instrumento más poderoso de análisis a comienzos de siglo porque todavía no se habían demostrado sus inconsistencias. Paradójicamente, tal situación de crisis ha hecho a la teoría más poderosa, pues dicha circunstancia no expresa otra cosa que un mayor grado de conciencia sobre sus limitaciones y su utilidad. Una segunda tendencia de la teoría parece ser lo que, a falta de un término mejor, puede denominarse su sociabilidad. No sólo por un mayor reconocimiento del carácter social de su objeto y de su método, por parte de sus vertientes más ortodoxas, sino por la mayor aproximación que de hecho esto ha implicado hacia otros campos del pensamiento social, como la política. Además, esto y el reconocimiento de las propias limitaciones ha permitido una aproximación entre las diversas vertientes, el surgimiento de nuevos campos comunes de debate y, al menos en las mentes de. los economistas menos recalcitrantes, no sólo la coexistencia sino la complementariedad de diversos instrumentos y contribuciones, en la conformación de un equipo analítico con mayores alcances, mayor objetividad y menos vacíos. Por todo lo anterior, puede identificarse una tercera tendencia hacia una mayor tolerancia y un menor dogmatismo. Una de las implicaciones más interesantes de este desarrollo es, desde luego, el nuevo nivel de exigencia que se impone sobre los economistas verdaderamente competentes. Pues si ya hace casi sesenta años un diagnóstico de Schumpeter encontraba lamentable que los economistas competentes fuesen relativamente raros y que las discusiones sobre la teoría y la política presentase el triste espectáculo de que los participantes no tengan idea de lo que verdaderamente discuten, pueden inferirse los riesgos profesionales bajo un contexto teórico más complejo, amplio y variado. De hecho, empieza a superarse una triste fase en que se llegó a creer que la teoría, en vez de ser un complejo instrumento de trabajo, difícil y riesgoso en su manejo, era una caja negra capaz de producir respuestas exactas y cerradas ante las cuestiones formuladas. Y, como si ello fuese poco, que llegó a identificar "la" teoría con una pequeña y dogmática isla dentro del vasto archipiélago que, en realidad, constituye la teoría. También, de esta manera, parecen más acordes con el saludable clima de los tiempos las contribuciones que buscan enriquecer ese archipiélago, manteniendo abiertos, por supuesto, los correspondientes canales de comunicación, que aquéllas que buscan el establecimiento de su propia isla con exclusión de todo lo demás. También, en este sentido, son enriquecedoras las recientes contribuciones de la literatura neo-ricardiana y poskeynesiana, aun en medio de la conciencia de su dispersión. Finalmente, quizá no constituya un riesgo exagerado vislumbrar una tendencia hacia una mayor moralidad. No sólo porque la teoría empiece a involucrar concienzudamente sus connotaciones éticas, como se ha visto anteriormente, sino también por sus inevitables implicaciones sobre el ejercicio del economista. Puede que no resulte elegante decirlo pero el ejercicio de la economía, (y aclárese bien que no se trata apenas del estudio de la economía o la obtención de un título en economía o el ejercicio de cualquier clase de oficio teniendo un título en economía), como en el caso de los padres escolásticos, no puede ser competente y factible en ausencia de una vocación por el bien, es decir, de una vocación moral. Sería ingenuo, claro está, ignorar hasta qué punto estos movimientos en la esfera del pensamiento guardan una natural relación con los acontecimientos económicos, sociales y políticos del mundo. Pero, por ello mismo, con doble razón cabe esperar que esta distensión en la teoría sea duradera, aunque sea como un signo de que así mismo será la del mundo. En verdad, no es para sentirlo mucho si he logrado decepcionar las expectativas de alguien que consiguió llegar hasta este final esperando un nuevo toque de intolerancia:' la caracterización de nuevas cosmogonías excluyentes y una pizca de esfuerzo con la pretensión de ayudar a construirlas, o a reforzarlas.
CITAS BIBLIOGRÁFICASJoan Robinson, "The Production Function and the Theory of Capital", en Review of Economic Studies, Vol. 21,1953; Paul A. Samuelson. "Parable and Realism in Capital Theory: The Surrogate Production Functíon", en Review of Economic Studies, Vol.39. 1962; como posiciones representativas. La recopilación clásica del debate es, por supuesto, G. C. Harcourt y N. F. Laing, Capital and Growth, Penguin, London, 1971. Principalmente la Introducción, Parte 1 y Parte 5, donde son reproducidos los artículos de Robinson y Samuelson. Piero Sraffa, Production of Commodities by Means of Commodities, Cambridge University Press, 1960. Principalmente, C. 6. Luigi Pasinetti, " Switches of Technique and the 'Rate of Return' in Capital Theory", (1969), en Economic Journal, Vol. 79, 1969. Reproducido en Harcourt, Nota 1. Lecciones de Teoría de la Producción, Fondo de Cultura Económica, C. 6, 1984. P. A. Samuelson" A Summing Up", Quarterly ¡journal ofEconomics, Vol. BO, 1966. 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James Buchanan y Gordon Tullock, The Calculus of Consent, University of Michigan Press, Ann Arbor, 1962. José Antonio Ocampo, Economía poskeynesiana, Selección de lecturas, México, Fondo de Cultura Económica, 1988. Las lecturas de la segunda parte y, en particular, las de Okun, Wood, Eichner, Harcourt y Kenyon, así como el propio artículo de Ocampo, en especial las secciones 1.2 y 1I,ilustran bien este hecho. Michal Kalecki, "Political Aspects of Full Employment", 1943, en The Last Phase in the Transformation ofCapitalism, New York, Monthly Review Press, 1972. [john Hicks, The Crisis in Keynesian Economics, Basic New York, Books Publ., 1974. Robert Solow, "Growth Theory and After '', en American Economic Report, junio 1987. Milton Friedman, "The Role of Monetary Policy", American Econ017licReview, marzo 1968; Martin Feldstein, The American Economy in Transition, University of Chicago Press, 1980, constituyen una muestra representativa. Véase Nota 2. Homero Cuevas, "On Sraffa 's Standard Commodity and the Rate of Profit", en Revista de Econometría, Universidad de Brasilia, noviembre 1984. Luigi Pasinetti, véase Nota 3; Growth and income DistribUtion, Cambridge University Press, 1974; "Aportaciones a la teoría de la producción conjunta" (editor), 1977, Fondo de Cultura Económica, 1986; Pierangelo Garegnani, El capital en la teoría de la distril dón, Barcelona, Oikos - tau Ediciones, 1982, por ejemplo. ian Steedman, Marx after Sraffa, London, NLB, ediciones 1977, es el mejor ejemplo de esta tendencia. Una muestra representativa es la selección de Ocampo, Nota 21, con Davidson, Steindl, Eichner, Minsky, Kaldor, Eatwell y otros. Llamar "poskeynesiano" a Kalecki es un anacronismo difícil de digerir, no obstante el carácter práctico que tienen siempre tales clasificaciones. Richard Cantillon, Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general, Fondo de Cultura Económica, 1950, segunda parte, C. 10, por ejemplo. Yutang Lin, Entre lágrimas y risas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1961, principalmente capítulos 19 y 20. Donald Mccloskey, "The Rhetoric oí Economics", Journal of Economic Literature, junio 1983; Bruce Caldwell y A. W. Coats, "A Comment on McCloskey", Journal of Economic Literature, junio 1984,son exponentes representativos de los dos lados del debate, sin embargo, están de acuerdo en este punto. R. Solow, véase Nota 24, p. 314. Véase Nota 33. James Buchanan, "The Constitution of Economic Policy", en American Economic Review, junio 1987, p. 247. Francisco Camacho, Estudio preliminar a "La teoría del justo precio" de Luis de Malina (1588), Madrid, Editora Nacional, 1988; sintetiza los argumentos ejemplificantes para abrir un abismo entre los dos precios, basado en los paradigmas de Kuhn y otras consideraciones, principalmente, pp. 35-36 Y Ss. Warren Samuels, "An Essay on the Nature and Significance of the Normative Nature of Economics" , Journal of Postkeynesian Economics, Vol.X,No. 3, 1988, principalmente pp. 352- 353. D. Mccloskey, Nota 33, pp. 514 - 515. Graaf, véase Nota 10, C. 10. Ibid,C. 12. Joseph Schumpeter, "The Crisis in Economics", en Journal ofEconomic Literature, (1931), Vol. XX, pp. 1.049-1.059, 1981.
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