lunes, 29 de diciembre de 2025

El Coste Electoral Del Progresismo Identitario Para La Izquierda Tradicional

El Coste Electoral Del Progresismo Identitario Para La Izquierda Tradicional


Critian Beltrán Barrero


 Introducción


Aunque el progresismo cultural (woke, ideología de género, feminismo contemporáneo, activismo identitario) y la izquierda política (socialismo, comunismo, lucha de clases) comparten históricamente ciertos objetivos de justicia social, hoy se confunden en el imaginario colectivo como una sola cosa. Esta asociación ha sido perjudicial para la izquierda tradicional: muchos ciudadanos perciben que votar izquierda implica aceptar obligatoriamente un paquete ideológico progresista que no resuelve sus problemas materiales cotidianos (trabajo digno, seguridad, alimentación, vivienda).


El progresismo, en su versión actual, ha generado un rechazo creciente entre sectores populares —incluidos obreros, creyentes, pequeños emprendedores y padres de familia— que se sienten juzgados, ridiculizados o directamente excluidos por su discurso moralizante. Este rechazo ha empujado votos hacia opciones de derecha que, aunque no siempre cumplan, al menos se presentan como defensores del “sentido común” y de la gente común.


A continuación, clasifico las principales causas por las cuales el progresismo moderno ha dañado la legitimidad y el apoyo electoral de la izquierda:


  1. Fundamentalismo Ideológico


El progresismo actual se caracteriza por una cultura de intolerancia hacia cualquier opinión disidente. Mediante la “cultura de la cancelación” (gaslighting social), la presión social y la censura en espacios académicos, mediáticos y laborales, se estigmatiza y silencia a quien cuestione sus postulados. 


Ejemplos concretos:


  1. Despidos o boicoteos por usar términos no alineados con el discurso oficial (casos de profesores universitarios despedidos por no utilizar “pronombres deseados”).

  2. Obligación legal o social de usar pronombres específicos o lenguaje inclusivo, lo cual es percibida como un ataque a la libertad de expresión, a la libertad de conciencia y una imposición forzada al libre desarrollo de la personalidad.

  3. Ridiculización sistemática de sectores populares: al obrero que no se aliena con el progresismo lo llaman “pobre de derechas”; al creyente en una fe, “retrógrado” (violando la “libertad de cultos” como derecho fundamental); al padre que ejerce autoridad, “patriarcal”.


Este autoritarismo moral ha convertido al progresismo en una especie de “fascismo ideológico” que utiliza el Estado y las instituciones como aparatos de represión ideológica —convirtiéndose precisamente en lo que decía combatir (el progresismos e fortalece como respuesta contra el fascismo y se convierte en una versión de ese mismo fascismo que decía combatir).


  1. Relativismo Epistemológico, Subjetivismo Moral Y Negacionismo Científico


El progresismo prioriza la autopercepción subjetiva sobre hechos objetivos y evidencia empírica. El caso más claro es la ideología de género, que sostiene que el género es una construcción exclusivamente social y que la identidad personal prevalece sobre la biología (dimorfismo sexual XX/XY, diferencias hormonales y anatómicas).


Críticos como Richard Dawkins, Abigail Shrier y biólogos evolutivos señalan que esta negación de la realidad observable genera confusión, especialmente en menores, y afecta políticas públicas (deportes, baños, tratamientos médicos). También se observa en el relativismo cultural que impone visiones occidentales fluidas del género a comunidades tradicionales (indígenas, religiosas), lo que es percibido como colonialismo cultural por parte de estas culturas. 


Este subjetivismo erosiona la confianza en la ciencia y la razón cuando contradicen la narrativa ideológica y termina deslegitimado no solo al progresismo sino a la izquierda asociada a él. 


  1. Desconexión Con Los Problemas Reales De Las Gente


El progresismo se enfoca en batallas culturales simbólicas (lenguaje inclusivo, identidades específicas, microagresiones) mientras que ignora o simplifica los problemas materiales de la mayoría: empleo, seguridad, costo de vida.


Ejemplos:


  1. Políticas de cuotas de género o inclusión forzada que, en la práctica, pueden incentivar la mediocridad o generar resentimiento sin resolver desigualdades estructurales.

  2. Ecologismo punitivo que señala al trabajador que usa vehículo como “enemigo del clima” sin ofrecer alternativas reales.

  3. Lenguaje inclusivo (“todes”, “niñes”) que complica la comunicación cotidiana y es percibido como elitista e impráctico (críticas de la RAE y lingüistas) y que finalmente no resuelve nada.


Este idealismo utópico olvida que “la gente común tiene problemas comunes” y termina presentando a la sociedad tradicional como el principal obstáculo al progreso.



  1. Victimismo Como Herramienta Política E Instrumentalización Política De Las Luchas Históricas


El progresismo ha sido cooptado por élites políticas y corporativas (“woke capitalism”) para ganar imagen pública sin atacar las causas estructurales de la desigualdad (clase, pobreza). Al mismo tiempo, fomenta una cultura de victimización perpetua que:


  1. Reduce a individuos y grupos a víctimas sin agencia ni responsabilidad personal .

  2. Crea una “jerarquía de opresión” donde se compite por quién sufre más.

  3. Hipersensibiliza la vida cotidiana: interacciones neutras (saludar, mirar, usar términos tradicionales) se interpretan como agresiones.


Esto genera la llamada “generación de cristal”: jóvenes con baja tolerancia a la frustración, alta ansiedad y percepción constante de ofensa. Lejos de empoderar, esta narrativa debilita la resiliencia y perpetúa estereotipos de fragilidad.


Además, el Estado se burocratiza para imponer la ideología (perspectiva de género en justicia, programas asistenciales sin focalización), convirtiéndose en el opresor que decía combatir.


  1. Incoherencia Ideológica


El progresismo muestra contradicciones internas evidentes:


  1. Defiende la inclusión pero excluye y ridiculiza a quienes no comparten su visión (obreros, creyentes, hombres pobres).

  2. Critica el patriarcado pero promueve estereotipos inversos (todo hombre como potencial agresor).

  3. Rechaza tradiciones como opresivas pero impone una nueva ortodoxia moral rígida.

  4. Promueve la diversidad pero homogeneiza el pensamiento mediante corrección política.


Esta falta de coherencia teórica (crítica compartida por filósofos analíticos y sociólogos críticos) facilita que sea percibido como performativo y elitista.


  1. Traumas Y Consecuencias Negativas En Sus Seguidores


Paradójicamente, el progresismo genera efectos psicológicos y sociales negativos en quienes lo abrazan con más fervor:


  1. Aumento de ansiedad, depresión y fragilidad emocional por la constante percepción de amenaza.

  2. Pérdida de resiliencia y agencia personal al atribuir todos los problemas a estructuras opresoras externas.

  3. Alienación de sectores populares que, al sentirse juzgados, migran hacia la derecha.


Conclusión


El progresismo moderno, con sus excesos identitarios, su moralismo autoritario y su desconexión de los problemas materiales, ha contribuido decisivamente a la pérdida de legitimidad y votos de la izquierda. No se trata de que la sociedad “se haya vuelto reaccionaria”, sino de que amplios sectores se sienten moralmente juzgados por una ideología que los señala como culpables por existir tal como son.


La izquierda tradicional —aquella centrada en la lucha de clases y los derechos económicos— tiene la oportunidad de recuperar terreno si se distancia claramente de este progresismo cultural y vuelve a hablar el lenguaje de la gente común: trabajo, seguridad, dignidad y sentido común. De lo contrario, seguirá perdiendo la guerra cultural… y electoral.