martes, 26 de diciembre de 2023

Los Orígenes Sociales De La Dictadura Y De La Democracia El Señor Y El Campesino En La Formación Del Mundo Moderno Barrington Moore, Jr.

Los Orígenes Sociales De La Dictadura Y De La Democracia El Señor Y El Campesino En La Formación Del Mundo Moderno

Barrington Moore, Jr.

1. Introducción

  1. Diferencias políticas y económicas mediante procesos pacíficos, limpios y democráticos. Tales ideas, más que un mito, son una verdad parcial. Limitarse a desacreditarlas no pone en claro las cosas. Las convenciones de los escritos históricos que inician la crónica de la industrialización inglesa en algún punto después de 1750 ayudan a perpetuar esa verdad parcial iluminando la pacífica historia doméstica, muy pacífica en contraste con Francia, durante los siglos xviii y xix, y dejando en la sombra la época de la Revolución Puritana o Guerra Civil.1 La mera observación de ese hecho significa enfrentarse con la cuestión de cuál ha sido el nexo entre violencia y reforma pacífica: ante todo en las democracias modernas y, más generalmente, en la transformación aquí y allá de las sociedades basadas en la agricultura, en sociedades basadas en las tecnologías industriales modernas. 

  2. Las pugnas sociales que estallaron en la Guerra Civil inglesa del siglo xvii tenían sus orígenes en un complicado proceso de cambio que había empezado varios siglos antes. Es imposible decir con exactitud cuándo empezó, como también lo es probar que debía revestir la forma de una guerra civil. Pero el carácter del proceso en sí mismo está razonablemente claro. Una sociedad moderna y secularizada iba abriéndose paso poco a poco en su camino ascendente a través de la vigorosa y muy enmarañada exu berancia del orden feudal y eclesiástico.2 Más específicamente, desde el siglo xiv en adelante se manifiestan algunos signos que indican la creciente importancia del comercio tanto en el campo como en las ciudades, la desarticulación del feudalismo y su reemplazamiento por la relativamente pálida versión inglesa del absolutismo real; ambos fenómenos prosiguieron en el contexto de un conflicto religioso cada vez más áspero, en parte reflejo y en parte causa de las ansiedades y amarguras que necesariamente acompañan el declive de una clase de civilización y el ascenso de otra nueva. 

  3. Aunque la explotación de la lana se conociera ya en Inglate rra de antiguo, fue a fines de la Edad Media cuando el país se convirtió en la fuente más rica e importante de lana fina.3 Las repercusiones del negocio lanero se dejaron sentir, no tan sólo en las ciudades, sino asimismo en el campo, posiblemente aún más en éste, y por supuesto en la política. Como los mercados ingleses de la lana estaban en el Continente, en particular en Italia y los Países Bajos, es al desarrollo de ciudades mercantiles en esos países donde debería acudirse para encontrar los inicios del fuerte impulso comercial que con el tiempo iba a regir la sociedad inglesa. Tal análisis nos llevaría demasiado lejos; para nuestros propósitos basta con admitir esa influencia decisiva como puro dato. Operaron también otros factores importantes. En 1348-1349, la Peste Negra segó con profunda guadañadora la población de Inglaterra y redujo las disponibilidades en mano de obra. No mucho después estallaron dentro de la «Lollards» los primeros retumbos de mal agüero de revuelta religiosa, seguidos en 1381 por una seria rebelión campesina. Más adelante habrá ocasión de examinar tales conmociones entre las clases bajas y su significado. 

  4. Por ahora atenderemos sobre todo a las clases altas. Durante la última parte del siglo xiv y la mayor parte del siglo xv, se fueron operando cambios importantes en su posición. La tierra y las relaciones posicionales basadas en ella cesaron en buena medida de ser el cemento que entre el señor y el hombre. Pese a que otros aspectos del feudalismo, se mantenían vigorosos, el rey llevaba ya tiempo intentando con éxito diverso encauzar dichos reajustes hacia sus propios fines, trabajándose para reforzar su poder. Separado de sus raíces en el suelo, el feudalismo se había vuelto parasítico: sacaba su fuerza de las maniobras de los magnates poderosos y las contramaniobras del monarca.4 

  5. La Guerra de las Dos Rosas (1455-1485) fue para la aristocracia terrateniente, más que una catástrofe natural, una catástrofe social, una sangría que la debilitó severamente y permitió a la dinastía Tudor, que surgió del conflicto, reasumir con mayor éxito el proceso de consolidación del poder real. Bajo Enrique VIII, cuestiones políticas y religiosas tuvieron quizá por consecuencia que se diera otro paso hacia la agricultura comercial. Un historiador marxista ha sugerido que es posible que la confiscación de los monasterios por Enrique VIII en 1536 y 1539 ayudará a promover nuevos propietarios rurales con mentalidad comercial a expensas de la vieja aristocracia y de sus tradiciones centrífugas.5 Parece más probable, sin embargo, que la significación capital del reinado de Enrique VIII consistió en menoscabar uno de los pilares del antiguo orden, la Iglesia, y en dar un ejemplo a ese respecto que sus sucesores tendrían que lamentar. Entraron en acción movimientos más profundos que no necesitaban ya que los alentaba la corona, la cual se enfrentó cada vez más con ellos como una amenaza al orden establecido. 

  6. Combinada con el estímulo ininterrumpido del negocio lanero, la paz tudorina engendró un estímulo poderoso para el desarrollo de una actitud comercial e incluso capitalista en el campo. Junto con otras obras, el estudio no superado de R. H. Tawney sobre la vida económica de Inglaterra antes de la Guerra Civil muestra que hacía ya mucho tiempo que aquellas fuerzas habían desquiciado la estructura feudal: 

  7. En los turbulentos años del siglo xv la tierra tenía aún importancia militar y social aparte su valor económico; los señores salían a caballo a la cabeza de sus súbditos para convencer a un mal vecino con arcos y lanzas; y un gran número de llevadores era más importante que un alto rendimiento pecuniario del suelo. La disciplina tudorina, con su rígida prohibición de la livery y el maintenance, sus jurisdicciones administrativas y su incansable burocracia, reprimió las gue rras privadas con mano dura, y, quitándole los dientes al feudalismo, hizo del manejo de dinero algo más importante que el manejo de hombres... [Ese cambio...] marca la transición de la concepción medieval de la tierra como la base de funciones y obligaciones políticas a la moderna, que la considera como una inversión que reporta ingresos. La propiedad rural tiende, brevemente, a comercializarse.6 

  8. Paz monárquica y lana tuvieron que combinarse de un modo específico para formar una de las fuerzas decisivas que propulsaron a Inglaterra tanto hacia el capitalismo como hacia una revolución que terminaría por hacerlo democrático. En otros Estados, notablemente Rusia y la China, gobiernos fuertes impusieron su mando sobre dilatados territorios. En Inglaterra, en cambio, el hecho de que el éxito de los gobernantes fuera muy limitado contribuyó sobremanera al triunfo final de la democracia parlamentaria. Y, por otro lado, entre negocio lanero como tal y democracia no hay una conexión necesaria. En España, durante el mismo período, el efecto de la cría de ganado lanar fue más bien el con trario, ya que los rebaños trashumantes y sus dueños se convirtieron en uno de los instrumentos utilizados por el monarca centralizador en oposición a las tendencias locales y particularistas, y contribuyeron así al desarrollo de un absolutismo real asfixiante.7 La clave de la situación inglesa es que la vida comercial, lo mismo en la ciudad que en el campo, durante los siglos xvi y xvii se desarrolló en gran parte, aunque no enteramente, en oposición con la corona, por razones que se verán a su tiempo. 

  9. Bajo la presión de las circunstancias, la noción medieval que llevaba a juzgar los hechos económicos conforme a su contribución a la salud del organismo social entró en barrena. Cesó de creerse que el problema agrario consistía en hallar el mejor método posible de mantener a las gentes en la tierra y empezó a considerarse que era cuestión de dar con la mejor manera posible de invertir capital en ella. Se empezó a tratar la tierra, cada vez más, como algo que podía comprarse y venderse, sujeto a uso y abuso, en una palabra como propiedad privada capitalista moderna. También bajo el feudalismo había existido, por supuesto, propiedad privada en el campo. Pero, en todas las partes del mundo donde se desarrolló el feudalismo, la propiedad de la tierra había llevado siempre aparejadas las cargas y trabas de una gran variedad de obligaciones respecto a otras personas. El proceso por el que esas obligaciones desaparecieron, y quién salió ganando o perdiendo con el cambio, implicó encrucijadas políticas de suma trascendencia en todos los países que conocieron el feudalismo. En Inglaterra las novedades emergieron pronto en la superficie. Mucho antes de Adam Smith, grupos dispersos de ingleses residentes en el campo empezaron a considerar el interés privado y la libertad económica como la base natural de la sociedad huma na.8 Ante el prejuicio muy extendido de que el individualismo económico surgió principalmente entre la burguesía, vale la pena notar que los propietarios rurales «cercadores», con anterioridad a la Guerra Civil, proporcionaron ya a tales doctrinas subversivas un semillero por lo menos notable. 

  10. Uno de los signos más reveladores del cambio de perspectivas fue el boom en el mercado de tierras que empezó alrededor de 1580 y duró aproximadamente medio siglo. Las rentas anuales subieron a un tercio del precio de venta de las fincas pocas décadas antes.9 Semejante boom difícilmente se hubiera dado sin cambios estructurales de gran envergadura en la misma organización de la agricultura, y puede interpretarse como una consecuencia de tales cambios. 

  11. Los más importantes de ellos fueron las enclosures («cercamientos»). Este término tiene diversidad de sentidos que se refieren a hechos bastante diferentes que sucedieron todos por aquellos tiempos y cuya importancia relativa no está enteramente clara. Durante el siglo xvi el primordial fue el de «usurpaciones consumadas por lords of manors o sus farmers de la tierra sobre la que la población de aquéllos tenía derechos comunales o que consistía en labrantíos abiertos».10 Movidos por la perspectiva de las ganancias que obtendrían ya por la venta de lana ya por el arrenda miento de sus tierras a los que se dedicaban a ello, con aumento de las rentas, los señores encontraron una gran variedad de métodos legales y semilegales para privar a los campesinos de sus derechos de cultivo en los campos abiertos y asimismo de sus derechos a utilizar las tierras comunales para apacentar sus ganados, recoger leña, y otros por el estilo. Aunque el área concreta afectada por tales enclosures parece que fue pequeña —menos de una vigésima parte del área total de los condados que más las sufrieron—, ese hecho, si realmente es un hecho, no significa que la situación en aquellas zonas no fuera grave. Del mismo modo se podría argüir, como nota Tawney, que la superpoblación urbana no tiene en Inglaterra ninguna importancia puesto que el área total del país dividida por la población da un cociente de aproximadamente un acre y medio para cada ser humano. «La expulsión de un colono de cada una de cincuenta manos, y el desahucio de cincuenta colonos de una sola mano, dan exactamente los mismos resultados estadísticos» —y muy distintos resultados sociales. Al fin y al cabo, el desorden político y social de aquellos tiempos hubo de tener una base real. «Los gobiernos no se arriesgan a ofender a las clases poderosas por mero capricho, ni grandes ma sas de hombres se amotinan por haber confundido un labrantío con un pasturaje de ovejas».11 

  12. No cabe duda que una cantidad considerable de tierra anteriormente sujetas a normas consuetudinarias que prescriben los métodos de cultivo se iban convirtiendo en tierras de que los individuos podían disponer a discreción. Simultáneamente la comercialización de la agricultura significaba pasar del señor feudal —que, en el peor de los casos, era un tirano arbitrario, y, en el mejor, un padre despótico— a un terrateniente más próximo a un avispado hombre de negocios que explotaba las riquezas materiales del dominio pensando en el provecho y el rendimiento.12 Tales hábitos, en el siglo xvi, no eran por entero nuevos. Ni estaban tan difundidos como lo estarían tras la Guerra Civil y durante el siglo xviii y principios del xix. Ni quedaban limitados a la aristocracia rural. También se habían propagado entre las capas superiores del campesinado. 

  13. Éstas estaban constituidas por los yeomen, una clase cuyos límites fueron definiéndose poco a poco entre la pequeña gentry arriba y los campesinos menos prósperos abajo.13 Aunque no todos ellos, en modo alguno, fueran poseedores de tierras francas ni disfrutarán de los derechos modernos de la propiedad privada de bienes raíces, empujaban apremiantemente en esa dirección a la vez que se desembarazan de las obligaciones feudales que aún subsistían.14 Económicamente eran un «grupo de pequeños capitalistas ambiciosos y agresivos, conscientes de que no tenían suficiente sobrante para aventurarse a grandes riesgos, atentos a que con frecuencia el provecho consiste, tanto como en el gastar, en el ahorrar, pero determinados a sacar ventaja de toda oportunidad, cualquiera que fuere su origen, para incrementar sus ganancias».15 Sus posesiones podían ir de veinticinco a doscientos acres en zonas de labranza y hasta unos quinientos o seiscientos en terrenos de pasto. Si bien los grandes ganaderos de ovejas podían, por supuesto, trabajar a costes por unidad más bajos y vender su lana con mayores beneficios, los yeomen e incluso los campesinos menos prósperos se dedicaban asimismo ampliamente a la cría de ovejas.16 Otra fundamental fuente de ingresos para la yeomanry era el cultivo de cereales comerciales. Los próximos a Londres y a otras florecientes ciudades, así como los que tenían acceso al transporte por agua, poseían sin duda enormes ventajas sobre los otros.17 

  14. Los yemeníes fueron la principal fuerza impulsora de las enclosures campesinas. Estos cercamientos, que perseguían ganar tierras para la labranza, se diferencian bastante de los que llevaron a cabo los señores dedicados a la ganadería lanar. Fueron ante todo una forma de roturar baldíos, tierras comunales, y muy a menudo campos de vecinos, incluso de señores que no velaban demasiado por defender sus derechos. Otras veces las enclosures campesinas fueron convenios para consolidar parcelas y abandonar el sistema de hazas en campos abiertos. Dentro de los límites de su situación, los yeomen sentían también el ansia de superar las rutinas agrícolas tradicionales y de experimentar nuevas técnicas que dieran mayor rendimiento.18 

  15. Desde el punto de vista comparativo, los yemen del siglo xvi equivalen un tanto a los kulaks de la Rusia de fines del siglo xix y aun de después de la Revolución, si bien vivían en un medio mucho más favorable a la empresa individual que sus homólogos rusos. Los yemeníes, por regla general, son los héroes de la historia inglesa, mientras que los kulaks son los villanos de la rusa, lo mismo para los conservadores que para los socialistas, contraste muy revelador de las diferencias entre ambas sociedades y sus respectivas trayectorias hacia el mundo moderno. 

  16. Los que promovieron la ola del capitalismo agrario, los principales beneficiarios de la victoria sobre el antiguo orden, procedían de la yeomanry y aún más de la aristocracia rural. Las máximas víctimas del progreso fueron, como de costumbre, los campesinos corrientes. Ello sucedió así, no porque los campesinos ingleses fueran particularmente tercos y conservadores, se apegan a los hábitos precapitalistas y pre individualistas por pura ignorancia y estupidez, por más que tal pareciera ser el caso para los contemporáneos. La persistencia de los viejos hábitos tuvo sin duda un papel; pero ante ese hecho, como ante otros muchos que irán ofreciéndose en el curso de este estudio, es necesario preguntarse por qué los viejos hábitos persisten. La razón es bastante fácil de advertir. Una de las características del sistema agrícola de la Edad Media en Inglaterra, como en otras muchas partes del mundo, era que la tenencia de cada campesino estaba formada por una serie de razas estrechas desparramadas entre las de sus iguales en campos no cerrados o abertales. Como el ganado pacía en esos campos tras la cosecha, el tiempo de proceder a ella debía ser aproximadamente el mismo para todos los interesados, y las operaciones del ciclo agrícola debían estar más o menos coordinadas. Dentro de tales ajustes, había cierto margen para las variaciones individuales,19 pero sobre todo una imperiosa necesidad de organización cooperativa que fácilmente podía petrificarse en costumbre como la manera más fácil de resolver los problemas. No cabe duda que reajustar el uso de las hazas cada temporada, pese a que ello aconteciera alguna que otra vez, hubiera sido una empresa muy ardua. Es también obvio que los labriegos estaban interesados en seguir disponiendo de las tierras comunales, que les proporcionaban pastos y leña suplementarios. Más en general, si se tiene en cuenta que los campesinos ingleses se habían ganado una posición relativamente envidiable amparándose en la costumbre de cada manor, no es extraño que consideran el amparo de la costumbre y de la tradición como el dique que podría defenderles contra la marea capitalista invasora, de la que difícilmente estaban en condiciones de aprovecharse.20 

  17. A despecho de alguna que otra ayuda de la monarquía, el día empezó a desmoronarse. Por así decir, las ovejas se comieron a los hombres. Los labriegos fueron ahuyentados de la tierra; lo mismo las hazas aradas que las tierras comunales, convertidas en dehesas. Un solo pastor podía encargarse de apacentar los rebaños sobre la tierra que antes había alimentado a muchos seres humanos.21 Evaluar tales cambios con toda justeza es probablemente imposible, aunque no cabe duda que fueron sustanciales. Ahora bien, como él mismo Tawney pone sumo cuidado en subrayar, las aguas que en el siglo xvi agrietaron el dique no fueron más que un chorro delgado en comparación con el torrente que lo destruiría tras la Guerra Civil. 

  18. Así pues, en Inglaterra, los principales promotores de lo que culminaría en una sociedad moderna y secularizada fueron ante todo, a la sazón, hombres de comercio, tanto en el campo como en las ciudades. En vivo contraste con lo que sucedió en Francia, aquéllos empujaron hacia delante por sí mismos, y no escudándose en un patrocinio real paternalista. A veces, claro está, algunos cooperaron de buen grado con la corona, si había pingües beneficios que ganar con ello. Sin embargo, especialmente al avecinarse la Guerra Civil, los ciudadanos acaudalados se volvieron contra los monopolios reales, que sentían, si no como cade nas para la producción, por lo menos como barreras para sus ambiciones.22 La corona, bajo Isabel y los dos primeros Estuardo, realizó algunos esfuerzos para mitigar los efectos de tales tendencias sobre los campesinos y las clases más pobres de las ciudades. Grandes masas de campesinos, de jubilados y a la deriva, constituían cada vez más una amenaza para el orden establecido, hasta el punto de producirse revueltas intermitentes.23 Un historiador concienzudo califica la política real de política de benevolencia espasmódica. Durante la Tiranía de los Once Años, cuando Carlos I gobernó sin Parlamento por medio de Strafford y Laud, el afán de benevolencia fue quizá más vigoroso. Tribunales reales como la Star Chamber y la Court of Requests dieron al campesino la única protección que obtuvo con tra las enclosures.24 

  19. A la vez, para imponerse, la corona no se olvidó de llenar sus arcas con multas. Como quiera que fuere, una imposición vigorosa estaba fuera de su alcance. A diferencia de la monarquía francesa, la corona inglesa no había sido capaz de montar una maquinaria administrativa y legal que, independiente y eficaz, hiciera acatar su voluntad en el campo. Los que velaban por el orden en el campo eran por lo general miembros de la gentry, o sea aquellos, precisamente, contra quienes iba dirigida la política protectora de la corona. La consecuencia capital de ésta era, entonces, enemistarse con los que propugnaban el derecho de cada cual a hacer lo que quisiera de su propiedad. La política real favorecía que los elementos ciudadanos y rurales de mentalidad comercial, unidos ya por otros muchos vínculos, se aglutinaron en una oposición coherente contra la corona.25 En el sector agrario, la política agraria de la casa Estuardo constituyó un rotundo fracaso y contribuyó a precipitar la Guerra Civil, un conflicto «entre derechos individuales y autoridad real, concebida, en último extremo, como basada en una sanción religiosa.26 Llegados a este punto, debería estar razonablemente claro de qué derechos individuales se trataba y que no eran, a buen seguro, los de las masas campesinas, con todo aplastante mayoría de la población de Inglaterra. 

2. Aspectos Agrarios De La Guerra Civil 

  1. A la luz de los antecedentes generales expuestos, parece que son escasos los motivos para poner en duda la tesis de que elementos de mentalidad comercial entre las clases altas rurales, y en menor proporción entre los yeomen, fueron una de las principales fuerzas que se opusieron al rey y a las tentativas reales de preservar el antiguo orden, y por lo tanto causa importante, aunque no única, de que estallara la Guerra Civil. El desarrollo del comercio en las ciudades durante los siglos xvi y xvii proporcionó al campo inglés un mercado para los productos agrícolas, con lo cual se puso en marcha en el propio campo un proceso que conduciría a la agricultura comercial y capitalista. La intrusión de influencias comerciales creó una nueva situación cada vez más extendida a la que los diferentes grupos dentro de cada una de las clases agrarias, ninguna de las cuales se distinguía con rasgos muy acusados de las otras o de las urbanas, se adaptaron en distintas formas y con grados de éxito diversos. Los aristócratas titulados, con costosos hábitos de pompa y relacionados con la corte, fueron en general los menos capaces de cambiar, si bien algunos se adaptaron.27 El cuerpo rural cuyos miembros más emprendedores se adaptaron con pleno éxito fue el grupo amplio y algo difuso situado bajo los pares y sobre los yeomen, en otras palabras, la gentry. Pero su éxito no se debió por entero a las meras actividades agrícolas. La gentry, de miras progresivas, tenía toda suerte de conexiones personales y de negocios con las capas superiores ciudadanas o burguesía, en el sentido más riguroso del término.28 De la gentry como clase procedieron, pues, los representantes más destacados de aquella tendencia histórica decisiva que modificaría la estructura de la sociedad rural de Inglaterra. En cuanto al contraste de tipos de economía, estructura social, y actitudes correspondientes, entre la gentry y la aristocracia rural, se dio una pugna entre economías de diferentes tipos, que se corresponden más estrechamente con peculiaridades regionales que con divisiones sociales. Hubo bastantes miembros de la gentry que se estancaron o fueron cuesta abajo. Sería fácil encontrar terratenientes nobles que andaron con el tiempo, y sacaron el mejor partido de sus propiedades».29 Los miembros de la gentry que «se estancaron» fueron, claro está, los relativamente poco emprendedores que no supieron manipular su situación económica en el campo y carecían de útiles conexiones urbanas de naturaleza comercial y oficial. Esos «growlers and ramblers» («gruñones y rezongones») proporcionarán parte del elemento radical en que se apoyaron Cromwell y la Revolución Puritana, aunque el ímpetu de ésta brotó ante todo de más abajo de la escala social.30 Por el impacto del comercio y de alguna industria, la sociedad inglesa estaba, pues, transformándose de arriba abajo dejando bolsas de descontento radical producidas por las mismas fuerzas que por algún tiempo ocuparían el primer plano. Como veremos, secuencias similares de desenvolvimientos son también características, a grandes rasgos, de las otras grandes revoluciones modernas, la francesa, la rusa y la china. En ese proceso general, cuando el antiguo orden se desintegra, sectores sociales afectados negativamente por tendencias económicas de larga duración sacan la cabeza y realizan buena parte de la violenta «faena sucia» de destruir el antiguo régimen, despejando el camino para instituciones de nuevo cuño. 

  2. En Inglaterra la más notable «faena sucia» de tal tipo fue el acto simbólico de decapitar a Carlos I. La exigencia de juzgar al rey salió en primer lugar del ejército. Las influencias populares eran bastante intensas. Procedían de estratos inferiores a la gentry, muy probablemente de menestrales urbanos y labriegos.31 Por la época de la ejecución, Cromwell y sus oficiales habían logrado ya refrenar las. En cuanto a la ejecución misma, tuvo que ser impuesta en el Parlamento prácticamente a punta de espada. Así y todo, un número respetable de sus miembros (cuarenta y nueve) se negaron a juzgar al rey; los que firmaron la orden de muerte sumaron cincuenta y nueve. Hay indicios de preponderancia de la gente menos acaudalada entre los regicidas, y de la más rica entre aquellos que se negaron a juzgar al rey. La imbricación entre ambos grupos, sin embargo, era considerable; un análisis sociológico mecánico no cernirá al justo los sentimientos políticos del momento.32 Cabe suponer que la monarquía constitucional hubiera podido advenir de otro modo. Pero la suerte de Carlos I fue una tremenda advertencia para el futuro. Ningún rey inglés posterior trataría ya de reintroducir seriamente el absolutismo real. La tentativa de Cromwell de establecer una dictadura parece un mero intento de recomponer la situación a posteriori y, de hecho, no puede compararse con la fase semi dictatorial de la Revolución Francesa, en que aún se dio mucha destrucción del ancien régime. Los campesinos y la plebe urbana, por otro lado, que corrieron con la «faena sucia» en las demás revoluciones, no se significaron durante la Guerra Civil Inglesa, salvo en ciertos breves actos simbólicos muy importantes. 

  3. Innovadores y tradicionalistas se hallaban unidos por muchos vínculos, incluidos temores comunes frente a las capas inferiores, la «baja suerte». Tales vínculos ayudan a explicar por qué las alineaciones de clase estuvieron lejos de ser claras en aquella revolución. Carlos I hizo como mejor pudo para cortejar a la gentry, y consta que consiguió traerla en una escala muy amplia.33 A despecho de la oposición de los Estuardo a las enclosures, el apoyo de buena parte de la gente rica a la causa real no puede sorprender demasiado. Difícilmente cabría esperar de gentes acomodadas como eran aquéllas que tuvieran la conciencia laxa cuando se trataba de dar un puntapié a dos de los máximos puntales, rey e Iglesia, que sostenían el orden social. A la larga, transformados éstos, más de acuerdo con sus necesidades, volverían a darles la bienvenida. En las tres otras grandes revoluciones mencionadas, así como en la Guerra Civil Norteamericana, se iba a manifestar la misma actitud ambigua respecto a los aspectos del antiguo orden que sostenían los derechos de propiedad. La política de los dirigentes de la rebelión, por el contrario, fue clara y sin rodeos. Se opusieron a toda interferencia en los derechos de propiedad de los señores rurales por parte del rey y de los radicales de las capas bajas. En julio de 1641, el Long Parliament abolió la Star Chamber, la más eficaz arma monárquica contra los señores rurales «cercadores», a la vez que símbolo relevante del poder real arbitrario. Las amenazas radicales desde dentro del ejército de los levellers y diggers fueron desviadas por Cromwell y sus colabo radores con firmeza y habilidad.34 

  4. Existen aún otros factores que explican que la Revolución Puritana no desembocara en ningún momento en una pugna bien definida entre estratos superiores e inferiores. En el conflicto se combinaron cuestiones económicas, religiosas y constitucionales. No se dispone de suficientes datos para señalar concluyentemente hasta qué punto coinciden: la base social del puritanismo está por analizar. Pero los indicios son de que, en diversos momentos, se produjeron cristalizaciones de la opinión en torno a ellas. De ahí que, al desplegarse los avatares dramáticos de la Revolución y encontrarse enfrentados los individuos con acaecimientos que no podían controlar y cuyas implicaciones no podían prever —en otras palabras, al avanzar y retroceder el proceso de polarización revolucionaria—, muchos de ellos, ya en encumbrada ya en humilde posición, se sintieran terriblemente apurados y sólo pudieran decidirse con enormes dificultades. Lealtades personales podían arrastrarla en dirección opuesta a principios que sólo seguían a medias, y viceversa. 

  5. En el plano económico, la Guerra Civil no produjo un traspaso masivo de la propiedad rural de un grupo o clase a otro. (A ese respecto, todo indica que se ha entendido mal a Tawney.) Sus efectos sobre la posesión de tierras fueron aún menores, proba blemente, que los de la Revolución Francesa, para la cual la investigación moderna ha ratificado la tesis polémica de Tocqueville de que el desarrollo de una clase de campesinos propietarios, lejos de ser la consecuencia de la venta de haciendas de émigrés, precedió a la Revolución. En Inglaterra, el bando parlamentario anduvo crónicamente corto de dinero y financió la guerra en parte usufructuando la administración de los dominios de los realistas, en parte confisc ándolos directamente. Agentes realistas se las arreglaron para readquirir algunos dominios, aun contribuyendo con ello al financiamiento de sus enemigos. Los dominios recuperados después fueron muchos más. Un estudio de esas transacciones en la Inglaterra sudoriental, cuyo autor cree que puede tener aplicaciones más amplias, muestra que más de las tres cuartas partes de las haciendas vendidas bajo la Commonwealth volvieron a sus propietarios con la restauración. Las otras habían sido ya recuperadas antes de 1660. Los adquisidores de tierras de la corona y de la Iglesia no parecen haber sido capaces de retener las tras la Restauración, aunque Thirsk no da estadísticas sobre este particular.35 

  6. Tales constataciones, sin embargo, no se aducen en apoyo de la tesis de que la Revolución Puritana no fue en absoluto una revolución. Sus consecuencias revolucionarias fueron profundas y duraderas en el área de la legislación y de las relaciones sociales. Con la abolición de la Star Chamber, los campesinos perdieron su amparo capital contra el incremento de las enclosures. Es cierto que bajo Cromwell, especialmente en la última fase del mando de la major general, se hicieron aún algunas tentativas para atajar sus efectos. Pero fue ya el último esfuerzo en ese sentido.36 Aunque puedan caber dudas sobre las características sociales de aquella gentry que sostuvo la revolución, está muy claro quién salió ganando con la victoria. «Con la Restauración el enclosure arrolló todos los obstáculos», si bien los plenos efectos de ello tardarían algún tiempo en dejarse sentir.37 Tronchando el poder del rey, la Guerra Civil había removido la principal barrera contra el señor rural «cercador» y, simultáneamente, preparado a Inglaterra para el gobierno de un «comité de señores rurales», designación poco lisonjera, pero que cuadra bastante bien al Par lamento del siglo xviii. 



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