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sábado, 13 de marzo de 2021

Introducción a la Economía Parte 6: Problemas Básicos de la Economía

PROBLEMAS BÁSICOS DE LA ECONOMÍA

El análisis de la escasez de los recursos productivos y de las inmensas necesidades humanas nos debe haber llevado a la conclusión de que la economía es una ciencia esencialmente hacia tres tipos de problemas. El primero se relaciona con la determinación del límite conjunto de bienes y servicio que deben producirse, lo mismo que sus respectivas cantidades; ese primer problema resulta de la imposible práctica de producir todos los bienes y servicios deseados en cantidades ilimitadas. El segundo se relaciona con la utilización óptima de los recursos disponibles; es lógico que si los recursos son escasos, se haga necesario, además de la selección y la limitación de aquello que debe producirse, adoptar procedimientos tecnológicos que permiten extraer en la mejor forma el máximo posible de su capacidad productiva a cada a cada uno de los recursos disponibles. 

El tercer problema se relaciona con los procesos y la estructura de distribución de los bienes y servicios producidos; este último problema también resulta de la imposibilidad de atribución a cada uno de los participantes en el proceso productivo, una parte igual en el producto final obtenido; como las capacidades productivas individuales son diferentes, las participaciones en el producto final no pueden ser iguales. Sin embargo, ¿la estructura de distribución a la que se llegó fue realmente justa? Estos tres problemas principales, por su fundamento económico, están relacionados directamente con la escasez de recursos y lo ilimitado de las necesidades. De ahí por que la solución de cada uno de ellos conduce a la toma decisiones. Frente a todas las opiniones concebidas siempre ha habido muchas alternativas. No se puede decir lo mismo de las posibilidades. 

Frente a los escasos recursos optaron preferentemente por la subsistencia, por la seguridad y por la guerra como medio de alcanzar el objetivo básico de supervivencia. Las sociedades modernas, complejas y organizadas, no han conseguido superar las limitaciones tecnológicas y mucho menos reprimir las necesidades humanas. Las numerosas alternativas que hoy se ofrecen a las sociedades modernas, lejos de eliminar el problema de las opciones, tal vez lo han complicado y hayan llevado a los economistas contemporáneos a pronosticar que tales inconvenientes serán cada vez mas graves. Sin embargo como veremos, las opiniones básicas –espadas o arados, consumo o inversión- constituyen solamente una primera aproximación al análisis de los problemas económicos fundamentales. Además de estas opiniones básicas se abren nuevas e innumerables alternativas. Si la sociedad, sacrificando el bienestar y las posibilidades inmediatas de consumo, opta por la inversión en producción de base y de infraestructura, queda por saber cuales serán las industrias básicas que se deben desarrollar, cuales los productos que se elaboran, como repartirán el producto de esa actividad entre los miembros de la colectividad. 

De igual manera, si la sociedad opta por la producción de bienes de consumo de uso inmediato, falta saber, frente a las grandes posibilidades de producción de bienes de esa naturaleza, en que cantidad y cuales serán producidos efectivamente. Una vez escogidos los productos y decididas las cantidades, la sociedad tendrá que optar por los posibles métodos de producción y, finalmente, por la repartición del producto social entre los individuos que componen en cuadro de la actividad económica. En esas condiciones, detrás de las opciones básicas se ocultan problemas más graves, cuya solución representa, como señala Shackle “la propia razón de ser de nuestra rama del conocimiento”. Estos problemas se refieren a tres cosas conocidas, contenidas en tres preguntas aparentemente simples: 

¿Qué y cuándo producir? 
¿Cómo producir? 
¿Para quién producir? 

Estas preguntas abarcan prácticamente todo el vasto campo de la Teoría Económica. Decidir entre seguridad o bienestar, entre bienestar inmediato o producción básica para el aumento del bienestar futuro, son hechos que constituyen dos dilemas fundamentales de las sociedades siempre tendrán que afrontar. Pero, acabamos de señalar, además de esos problemas fundamentales las sociedades tienen otras interrogantes que contienen más específicamente toda la complejidad de la organización económica. Esas otras interrogantes, que existen sea cual fue la decisión básica adoptada, se clasifican en tres niveles diferentes. En el nivel económico se decide qué y cuándo producir; en el tecnológico, sobre cómo producir; en el social, para quién producir, o más claramente, cómo distribuir el producto. La escasa disponibilidad de recursos lleva a las sociedades a un sinnúmero de decisiones económicas, sobre la naturaleza y la cantidad de bienes que deberán producirse en cada uno de los sectores del sistema productivo. 

El sentido económico acerca de qué y cuándo producir se desarrolló a partir del conocimiento de las máximas posibilidades económicas, pues la eficiencia existe que las diferentes combinaciones se ubiquen sobre la curva de posibilidades de producción. Si hay por determinadas cantidades de un conjunto de bienes y servicios, la sociedad se sitúa dentro de los límites de su capacidad productiva, aunque ese conjunto de bienes y servicios satisfaga perfectamente los deseos de la sociedad, el sentido económico de las alternativas adoptadas no habrá sido alcanzado. La posición dentro de la curva implica desperdicio de posibilidades no compatibles con la necesidad económica de la plena utilización de los escasos recursos. 

De igual manera, no debe olvidarse que el conjunto de las combinaciones sobre qué y cuándo producir no podrá, en virtud de los principios económicos, situarse fuera de los límites de producción por que en ese caso, advierte McConnel “la sociedad estaría situando sus objetivos en lugares obviamente inalcanzables”. A nivel tecnológico, corresponde solucionar la interrogante de cómo producir. Se trata de obtener la máxima eficiencia productiva que deberá alcanzarse no sólo por la movilización de todas las posibilidades de producción, sino también por la mejor combinación posible de los recursos disponibles. Deben adoptarse los mejores métodos. 

Las unidades de producción tendrán que saber combinar, en la mejor forma posible, sus recursos patrimoniales y humanos y la sociedad tendrá que saber graduar la absorción de tecnología, de manera que la introducción de la técnica en el aparato productivo no implique desperdicio del potencial humano por el desempleo tecnológico. Por el contrario, al hacer compatibles las metas del empleo con las de la expansión tecnológica, la sociedad no deberá alcanzar el empleo de técnicas que realmente le posibiliten la máxima eficiencia productiva. Finalmente, a nivel social, el sistema económico deberá optar por el más complejo de los tres principales asuntos. Se trata de decidir en qué forma será repartida la producción total obtenida. En ese nivel, no se pensara solamente en alcanzar la máxima eficiencia productiva, sino también en fomentar la distribución ideal de la producción obtenida. 

Ese objetivo es tan antiguo como los anteriores. Los primeros pensadores economistas, aún en la etapa precientífica de la economía, se preocuparon por la eficiencia distributiva, tal vez tanto como la eficiencia productiva. El mismo Adam Smith, a pesar de haber desplazado el objeto de la economía hacia el terreno de la producción, escribió en su “Riqueza de las Naciones” que “ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz si la mayoría de los que la constituye son pobres y miserables”. Con Ricardo y los socialistas, el objeto de la economía se trasladó al terreno de la distribución y en el siglo XIX seguramente este fue el asunto que más interés despertó entre los economistas. En el siglo XX, el análisis económico tuvo que atender el problema de las fluctuaciones de la actividad. El pleno empleo de los recursos disponibles y la crisis de los años 30 llevaron a los economistas a analizar con profundidad las determinantes del ingreso nacional y del volumen de empleo. No obstante, el propio Keynes, admite que la incapacidad para garantizar el pleno empleo y la arbitraria y desigual distribución de la riqueza constituyen los dos principales defectos del mundo en que vivimos.